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sus poetas . Así también la armonía del sueño y del suceso -la venturosa sintaxis de la ideal y la real, de la memoria y el tiempo, en el giro de la historia_ contagian 1$ expresión literaria de ese equilibrio que después, los que ya lo perdieron, llaman clásico Pero estas vinculaciones e influencias, fáciles de ver y de hilar en las grandes épocas de apogeo -en que las corrientes de fervor popular son caudalosas, y sólida, como un mármol, la hisloria- suelen ocul– tarse en otros casos y llevar su movimiento por cauces subterráneos, por venas hondas y ríos de misterio.

Así en ciertos genios-solitarios, que monopolizan toda

la voz de su época y de su pueblo y que aparecen co– mo rodeodos de una oscura soledad Estas voces en el desierto son hijas, casi siempre, de ese fecundo si– lencio que los rodea, apretada sed de manifestación, Vivo ímpetu que se vierte todo en un solo hombre.pero que deviene de un profundo y multitudinario ferVOr

contenido, no por silenciqso menos vital, ardiente y

compartido

San Juan Bautista en el desierto, es la voz de todo un pueblo en trance mesiánico de esperanza Su de–

sierto es el silencio, pero l/un silencio substancial en

que están contenidas todas las palabras El es la voz de Aquél que clama en el desierto La voz de otro, la voz de Aquél que es la Palabra" y que habla por todos los silencios y por todos los pueblos Como el Bautista, vate o vaticinador del Mesías, los grandes

genios solitarios son también voces de una palabra en el desierto De la palabra en silencio de un pueblo Del verbo en secreto de una tierra De la expresión en g'",."en de una historia o de un destino. Grandes voces de grandes silencios De ese gran silencio de la naturaleza que se 1I0má el sueño De ese gran se– creto del acontécer q0e se llama el tiempo Y del sueño extraen lo expresión de lo angustia y de la es– peranza. Y del tiempo la nostalgia y la profecía Rubén Daría, uno de esos genios ,OlitOl ios, tam– bién syrge -oporentemente- como una palma en un desierto. Aparece en Nicaragua, pequeña, insu– lar, impotente, y en una '¡p<!>ca que no lo preveía Visiblemente no está vinculado a ningún precursor Es que Rubén no e,tq ligado a su historia por un lazo de claridad o de mbtéria como el del rey que nace en su linaje A Rubén lo produce una dinastía miste– riosa y telúrica Es un Emperador que brota de la tie, ra en el punto donde un día apareciá un volcán,

otro dío una idea geográfica ecuménic0

l

otro, un raro

pi! ata imperial, y otro, un apasionante bandolero liber– tador. Coma la ruta de los delfines, el hilo d'l su dinastía y de su tradición sólo aparece a saltos mien– tras la verdadera importancia del trayecto se oculta en un grave silencio de mar

Tomaremos ese hilo, aquí donde no hay laberin– tos sino sólo un substancial silencio El hilo de su pensamiento, hilo -que es tanto como linaje o línea de sangre, o raíz en la tierra- de su canto -

Nicaragua surge a la histoJÍa como tiena umbi– lical, ""mo centro de ('(uce y tránsito de rutas geog,á– ficas e influencias culturales.

"Los principales descubrimientos y exploraciones real!zpd()s en esta tierra y la fundación de sus más

importantes ciudades fueron resultado de la búsqueda de una ruta para la navegación Primero la bús_ queda de un paso hacia las Indias OcCidentales Des– pués -descubierto ya el Pacifico- la de un estrecho imaginario, lIámado El Estrecho Dudoso. Y más tarde _hailado el Gran Lago de Nicarogua y disipado el mito del estrecho-- la del desaguadero de aquel Lago

en el Atlántico", ruto, esta última, que todavía se

enrosca en el destino nicaragüense tentando

Q los Imperialismos con la serpiente del Canal Interoceánico Colón, el descubridor de América es el descubri_ dor de Nicaragua y su descubrimiento lo hace, no en la casualidad, sino buscándola, queriendo encontrar en ella un paso a los dominios del Gran Kan, deseando dar con la unión o eje de su concepción universal o global de lo descubierto

Según muchos historiadores, el nombre de Amé–

rica surgió de este encuentro con Nicaragua y no sería extraño, porque Colón al no encontrar en esta tierra camino hacia el Asia, demostró sin saberlo -en

Nicaragua- que existía un nuevo Continente Y fue

entonces cuando preguntó a ros nativ.:os nicaragüenses

el nombre de esa tierra que le cerraba el paso, y ellos le dijeron que "AMERRIC" nomb.e que luego tomó para sí el cartógrafo tudesco Alberico Vespucio, bau– tizadar de América Sea o no cierta esta historia, de hecho Colón sintió nacer a América en Nicaragua Aqui América le cerró el paso y dejó' de ser una isla de Asia para interponerse, ante la proa del desgracia– do Almirante, con una terminante afirmación conti-nenta! .

i La tierra de tránsito la única vez que no da paso, es cuando tiene que afirmar su nO'f1bre Cuando tiene que afirmar su americanidád! Luego viene lo conquista española y entonces, por el contrario se des– peja y abre ante el mundo como centro de rutas y rosa c)e navegaciones Nicaragua _según arriba ro de– cíamos- es poro sus conquistádores un eje mediterrá– neo Todos ellos traen órdenes expreSás o voluntad precisa de conquistor en ella un centro' radiante sobre América Gil González, Hernández de Córdoba, Pe–

dro Arias de Avila y el mismo Hernán Cbrtés, son es– pCldas atroídas por ese centro de gravedad telúrica

y así sucede que, apenas comenzaba en Nicara–

gua la propia conquista -ilamémosla nacional- la sensibilidad del nuevo eje mediterráneQ comienza o vibrar y a percibir las necesidades y conmociones con– tinentales. Y más aún, a derramar haCia fuera, en derroche centrífugo, sus propias fuerzas' Ejércitos

nicaragüenses, con armas, provisiones y parcos nicara–

güenses, van a !a conquista del Perú bajo el glorioso comando de Pizarra y capitaneados por .aquellos dos vecinos de León y paisanos de Rubén Hernando Pon– ce y Hernando de Soto Poco tiempo después, serán también nicaragüenses los que irán a la conquista de Costa Rica con el noble Vásquez de Coronado Sería interesante hacer la historia detenida de estos desbordes' hacia afuera, de esa tendencia hacia la continental -'-sobre lo nacional- que no dejará de manifestarse en Nic<Jrogua, desde que Cristóbal Colón enhebra el hilo de América en la aguja o eje nicara–

güense. Yo no puedo hacerlo aqui, pero no quiero dejar de anotar como un ejemplo típico de nuestra

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