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cul±ades imprevistas. Es manifiesto que la

inexperiencia que eS inevitable en la explora– ción de una nueva región, es la causs. de lTIU–

chos infortunios. Así pasó con 11oso±ros¡ nos– afros éramos pioneros y sufrimos muchas privaciones; y a pesar de que la COlnpañía

en Londres indudablemente hizo fodos sns planes con. muy buen jujcio, tuvimos que sel'

testigos de los desrrozos de la rnuerte en el

Black River enlre los que vinieron embarca·· dos en el "Rose" en Febrero ele 1841; sin ern–

bargo, creo que la Compañía tornó ioda pre– caución posible para asegurar la salud y bie– nestar de los pasajeros

Ya he dicho antes, que zarpamos de Gla–

vesend en el "Rose", en 1839, con desiino a

Cabo Gracias a Dios; esta embarcación debía salir de ahí en las±re hacia Cuba, y cargar cobre para Inglalerra, y a su vez regresar de

inglaterra al Cabo con más provisiones por–

que no feníanlos luás que para seis lTIeses; y estaba supuesta a continuar sus fravesías en–

rre el Cabo e Inglaterra. Desgraciadamente

nuesiro Superintendente, en vez de enviar la nave a Ingla±erra vía Cuba, la cargó de cao–

ba directamente a Inglaterra El itinerario esraba hecho de tal forma que no se había

especificado días en que debía zarpar, ni un

puerto específico que debía tocar; de modo

que tenía que recibir órdenes en un puerto,

y ser despachada a olro: no llegó a Londres

sino a laG trece meses de haber salielo de In–

glaterra. Todo se volvió un gran desorden, la Compañía en Londres sin saber lo que ha– bía hecho su Superintendente, a quien le ha– bían conferido polesiad absoluta, y nosotros esperando cada día la llegada de las provi– siones frescas. Nuestro Superintendente es–

taba supueslo a lenar experiencia suficienle,

pero no fenemos nada que agradecer a tal

experiencia, y así, por faHa de buen manejo, nos vimos expuestos a enfennedades y difi–

cultades. Gran parte de las cosas lraídas en el "Rose", no es±aban, en su nLayoría, adap– ladas para ser usadas en un país incu1±o, o para serIe úiiles a sus habitantes, y al ver

que no nos llegaba nada de Inglaterra per–

dimos el entusiasmo; nos enconirarnos con que todas nuesiras cosas las habíamos ulili–

zado en pagar el trabajo y provisiones de los

nativos, quedándonos sin nada de lo nues–

tro. Se habían limpiado diez acres de terre– no, cuatro se habían sembrado de cazabe,

que rasulló ser amargo; se habían construí– do dos casas grandes y tres pequeñas para

nuestra llegada, pero cuando los Caribes y

nativos Se dieron cuenta de que ya no ±enía– mas nada que darles a calTIbio de su frabajo,

rehusaron trabajar. Nuestro Superintenden– te había obtenido algunas provisiones de Be– lize, y 'In,jillo, y nos habrían llegado más si él las hubiera pedido, pero no lo hizo; de modo que en lugar de que Fort Wellington fuera una colonia y hostelería para recién

llegados, se convirtió en un lugar completa–

mente desorganizado, con solo lo más míni-

mo para sobrevivir. En Noviembre de 1840 nuestro Superintendente fué llamado, y

Mr:

William Upton, que anteriOlrnenie había es– tado asignado al Cabo, iué nombrado a ese

cargo iemporalrnen±e; y a pesar de que nos reunirnos para preparar alojanlien±o para los visilantes, que estaban por llegar, no lo Pu~

dimos hacer.

"sr HACER FUEHA TAN FACIL COMO

SABER QUE HACEH",

habríarnos estado preparados.

En Febrero de 1841, la embarcación

"Rose" arriInó a Black River, y fué bienveni... da alegren1.en±e¡ nos veíamos auxiliados por fin, se nos levanió el ánimo, e irnpulsados a la acción prepararnos el recibimiento para nuestros invitados, y anticipábamos pasarla muy Íelizmenle, pero,

"TODO LO QUE I-lABIAMOS PLANEADO COMO ALEGHIA SE TROCABA DE ESO EN

NEGHO FUNERAL"

La en1.barcación. venía ularavillosamen_

te provista de todo lo necesario: tocinos, car–

nes, jamones, harina, vinos, espíritus, cerve.. za, .tónico, ié, azúcar, arroz, ele., etc. Venía

un Mr. W. Hough±on, corno Superintendente y 37 pasajei"OS Ingleses y Españoles. Venía

cargada, además de las provisiones, de O\Te~

jas, cerdos, cabros, perros, pavos, paios, aves de corral, e±c, el estado de la embarcación,

nin ernbargo, era tan ma.lo, que uno de los

en.,pleados de la COlnpañía puesto a bordo en Fort Wellington, se enfermó a las pocas

horas, y rehusó dorl1.1.ir en el camarote que

se le había preparado abajo; y él Y otra per–

sona n1.anifesiaron que Se sentía la hedion~

dez de la embarcación desde antes de llegar a ella.

La enfermedad y la muerte parecen ha– ber perseguido a los pasajeros de esta desa– fortunada embarcación, y haberse juntado iodos los elementos necesarios para su des–

lrucción, como si hubiera estado condenada.

La en.,barcación esiaba a alguna distancia de la costa, y antes de que fueran descargadas las p,ovisiones y bajaran los pasajeros, los

nubarrones que se empezaron a formar, indi~

caron la proximidad de una iormenta. El amenazanre viento del norte empezó a soplar, aUlnentando de momento hasta que su tre–

menda fuerza puso en peligro a la embarca~

ción; su furor aumentó y la embarcación lu"

cho en vano; las furibundas aguas la lanza– ban de un lado para otro, y perdió el COn" trol; su destino quedaba lnanifiesio -el bra" zo del hombre era inútil- ningún poder te– rrestre podía hacer frente a las enfurecidaS

aguas; como un caracol fué arrojada contra

la playa, un juguete en manos de las mare– jadas que retrocedían, y de nuevo azotaban, espumeantes, inundándola¡ de nuevo retroce"

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