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« Previous Page Table of Contents Next Page »los de nuesiro grupo Se dirigían a Dlack Hi– ver los na±ivos del Cabo estaban eniusias–
rna~lo" con la idea de que no habían sido ol–
vidados, cOrrto se temían, por sus amigos los Ingleses. Al anochecer nuestros lluevos ami– gos se fueron a sus casas, y al día siguienle fuimos al sifio que llamaban Eor±al eza, sa–
tisfechos ellos de que no nos molesiara la arnislosidad que den~osh aban hacia noso– tros los [ngleses Toda la región estaba cu–
bierta de una vegetación variadísilna, enjre
mezclada con elevados y €legan~t7s cocos, y
rnangles que rodeaban la bahía y que es–
parcían sus ralnales sobre el agua. Alllegar
enframo~ en una vereda estrecha, que nos
obligó a proseguir en fila de uno, siempre
encontrándonos a un lado y o1ro con la mis– ma vegetación. Al pasar, las rnás deliciosas fragancias llegaban hasta nuesfras nariceD, y parecía cosa de hechizo; averiguanlos que
pl"Ovenía de un árbol de lilna que estaba en
plena cosecha¡ COrlalT10S algunos de los fnl–
tos e inhalamos su pelIume lleno" de nueva
vida y esperanza, con las bellas plantas que se noS ofrecían a la visla a cada paso y el
aire ian impregnado de dulzura que nuesiro deJeile no podría haber sido lnaYor. Final–
menle llegamos a nn claro, (sí±io si.n rnuchos
árboles), en el que había chozas conshuídas
por los nativos en nna TI1.anera bastante pri– mitiva, con postes enterrados en el suelo,
bien ligados, y entechados con hojas de pal–
mela, casi perpendicular, hasta los 5 Ó 6 pios
del suelo, de forma que quedaban cOlYlpleía–
lnenIe abierlas alrededor con una al±tl\a de
5 ó 6 piés. La cubieria de los techos que se
usa entre los nativos, es la hoja de "cahoan",
algo que por su forrna se parece a la cola de golondrina, el "papter", la caña silvestre y dos o tres oíros n~aíeriales. Nuesira llegada fué recibida por los fuer1es ladridos de mu–
chos pe"ros flacos y han"lbriell.tos, y no~ vi–
mos obligados a usar nuestros bastones con fuerza para impedir que nos n~ol'dieran los
talones Varios indios estaban lál1.guidamen–
te meciéndose en sus hamacas, hechas de la
collaza de un árbol llamado "'naho", mien–
tras oíros estaban en cuclillas a la orilla de
un fogón, funlando sus pipas De vez en
cuando uno de ellos clmnaba: "Ouple tapIa ourike", 1 Anúgo , dame grogl. I\.lgunas lnu– jeres y niños esiaban al cuidado de unaS ollas
de hiellO, en las que hervían raíces de caza–
be, y pez, y asando pláianos; parecían con– iemplarnos con aso~ro y extrañeza. Un
nillnúnlero de cerdos con·eteaban e11 loda di– recc:ión. Después de pasar atlas mOladas
Jud1.as, mucho mas bíen dispueslas y cons–
truídas que la primera que vimos. llegamos a la localidad Tnglesa, muy saiisfechos con
nuestra carnil1ala del ernbarcadero, corno de
dos millas y media, y fuimos recibidos por el Caballero Inglés de quien ya he hecho
~~nción anteriormente, SOr. S .. , y se nos
dIO una amable bienvenida. Colgarnos nues– tras hamacas en una casa que ya había sido
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preparada, siniiéndonos Íelices al vernos li–
bertados del confinamienlo monótono en una pequeña embarcación, y deleitados con el panoran~a de la región y los na±ivos. El Cabo Gracias a Dios está síiuado a 15"
norie y 83'::> oeste; tiene una bahia nluy gran–
de, fonnada por la lierra que se extiende al– guna distancia hacia el este
I:n 1793, Don José del Río, manifestó que el ancoraje, (lugar para anclar), de és– ta bahía, gradualmente disminuía, debido a que los Ingleses habían abierto una comuni–
cación con el
150 Segovia, para que les per"
miJiera lransporiar la caoba siguiendo el cur–
so del río; que la abertura (o comunicación)
I
entre los dos ríos, el Segovia y el Wanks, o río del Gran Cabo, se había ensanchado tanto, que de un canal pequeñito y estrecho se ha–
bía convenido en un río 'torrencial; y la canti–
dad de sedimento y troncos de árboles que bajaban del interior transportados por su co– rrienle habían disminuido la profunidad del agua en las cercanías de San Pío hasta el ex– trelno que en el curso de pocos años la bahía se llenaría totalmente, y los baleos se verían obligados a pasar de largo, y consecuente– mente quedar privados de abrigo. Los pre– sagios del buen Don han resultado ser infun– dados, porque últimamen1e se ha descubier– to un canal, (llamado canal elel norie), por el cual puede penetrar a la bahía cualquier
embarcación que no arrastre rnás de diez y
once pies de agua, abierto solo al sur-oeste. Nuesiro capitán, después de boyarlo, penetró
por este canal, y ancló en 3 brazas, a oril] a
de la fortaleza en el elnbarcadero, y corno la
al ella siempre se rnueve con las Cal rientes, yo
dhía que sielnpre sería necesario adoptar la
misnla precaución. Hay adernás airo canal
ce"ca del extremo Este de la isla de San Pío, que generalmente ioman las €lmbarcaciones pequeñas, y que es bastanie profundo en las partes anchas. El canal está tan cerca de la isla que se puede tirar una galleía y ésta Cae en la costa
El clima aquí es, sin tugar a dudas, sa– ludable; la salud de los pobladores se mejo–
rarí.a mucho si se les pudiera convencer que manluvieran rozados los senderos, y las ori–
llas de sus casas, y que podaran, y maniu– viel an siempre cortado el monte hasta llegar a la pradera; pero eso es delnasiado para
ellos, porque así corno vivieron y rrLurieron
sus antepasados, así ellos iambién. La pra– dera comienza corno a 200 ó 300 yardas de la bahía, extendiéndose algunas millas en dirección opuesta hacia el Nor-Oeste,liene su–
ficiente para alimeniar a un gran número de
ganado. Esla gran pradera (o sabana) ge– nerahnente se quema una vez al año porque
ele no ser así, el paslo se echaría a l;)erder. Es una. lástima que un lugar así con sus mu–
chas ventajas, Se deje año con año sin uso
y casi en abandono.
Hace algunos años el Sr. H ......• el ea ballero a quien me he referido anteriol'lnen-
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