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« Previous Page Table of Contents Next Page »llosa _las olas con sus copetes blancos que se elevaban unas tras otras, agolpándose y
rodando con fuerza irresis±~blei ~ veces una
se abalanzaba con gran vIolencIa y a me–
dida que se aproxim.aba más y más, y cada
vez más elevada, parecía ser el heraldo de nuestra inevitables perdición, entonces todos detenían el aliento y se asían fueriemente hasta que la gran ola pasaba sin hacernos daño. Hacia el anochecer el ven1arrón
aumentaba su fuerza, y aunque en el día era
algo imponente, lo era aún más por la no– che. el rugido de la tempestad, las ráfagas de ~iento que silbaban .,;iolentas !?or t0c'!0 el aparejo de la embarcaclOn, la llUVIa coplOsa, el Bergantín tambaleándose, estremeciéndo–
se y temblando, corno si fuera un ser vivien–
te atacado de espanlo. De repente se calma ba el viento y una solemne serenidad impe– raba, que llenaba de angustia a la tripula– ción' y luego se desataba de nuevo el venla– rrón: y arremetía contra el pobre B<;rgantín
con golpes desenfrenados, que parecaan pro–
venir de los cuatro Puntos Cardinales. Una marejada rompió sobre la popa, casi arras– trándose al que esfaba al timón, (el mismo pobre tipo que había pronosticado la tem– pestad), y casi nos echó a pique en la cabi– na. Llegó el siguiente día pero no hubo cambio, aún igual, el viento soplando tan de– senfrenado corno siempre. Corno a las 11 p.m. se percibió una luz en lo alío del mas–
telero, que los marineros conocían con el
nombre de fuego de San Elmo; tenía la apa– riencia de una bola de fuego celeste, resplan– deciendo y cambiando de posición por un momento, y luego desapm;eciendo. Los ma– rineros lo contemplaban con temor supersti–
cioso y solían decir que era señal de que la
parte viral de la tormenta ya había pasado.
Un marinero Portugués cayó de hinojos, per–
sinándose repetidas veces, y solo dejó de ha– cerlo hasta que desapareció la luz, la cual él
atribuía a sus oraciones e intercesiones. Du–
rante la noche siguiente el ventarrón fué me"
nos severo, pero esiuvo acom.pañado de fuer–
tes rayos. La batalla de los elementos y los esfuerzos del hombre para combatirlos, las embestidas y estremecill'tiento de un peque– ño Bergantín, ora en la cima de una gran ola, ora hundida en el abismo, las órdenes e instrucciones del capitán y la tripulación,
causan impresiones que no se olvidan fácil–
mente; manifestando de una manera paten– te el bello pasaje de las escrituras: "Aquellos
que van a la :m.ar en embarcaciones, y se de– senvuelven en las enormes aguas; esos ven
la obra del Señor, y sus maravillas en las profundidades". El ventarrón cesó a la media
~oche, habiendo durado 3 días y 3 noches, hen:;¡;O de sobra suficiente para que nos re–
roclJaramos viva:m.ente a su terminación; 8n–
bances encontrarnos tiempo y ocasión para romas y reír alegremente.
Unas pocas horas antes de que se desata– ra el ventarrón, una bandada de procelarios
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(aves de mar que 1arnbién se conocen corno aves de San Pedro o de las tempestades), se acercó a la embarcación y se mantuvo junto a ella hasta que pasó la tempestad; inmedia–
lamente lTIuchos pidteron los arpones, al ser sacados los cuales se observó que no servían
t de lo que algunos Se apesararon; yo sin em– bargo me alegré, porque no puedo sino con– siderarlo una crueldad inúíil el mafar a esas pobres criaturas, porque la única parte de ellas que se puede aprovechar para comer es el hígado, yeso que con mucho cuidado, por– que a muchos les ha hecho estrago el comer– lo Sin embargo, leímos en "Crónicas de
Londres", que la marsopa, servida con una
salsa cornpues1a de nrigajas de pan, azúcar y vinagre, fue un plato favorito de la noble– za Inglesa, aún en la época de la Reina Isa– bel. Una de esas bellas criaturas, el nautilo, llamado por los marineros "Nave de Guerra Portugués", y llamado por los Portugueses "Nave de Guerra Inglesa", pasa iracundo a
nuestro lado, izando su pequeña aleta; uno
más y airo más, todos pasando alegremente a nueslro lado, señal segura de que habría millares de insecfos y oíros animales mari–
nos esa noche ilurr1inando el mar con su luz fosforescente. Acerca de eso fueron escritos los siguientes versos, si no me equivoco, por
una joven de Nueva Inglaterra:
Iza una vela, pequeño comodoro,
y enderaza iu rUlTIbo a nuesiro lado,
para que desde el puente podamos contemplar tu preciosa fragata
Oh, ya has arriado las velas!
Ya observamos el brillo de fu quilla rosada, las velas dobladas sobre la ola se reflejan con gracia, allá abajo
De dónde vienes? Hacia dónde vas'?
Qué puerlos has focado'? Y cuánto has navegado'? Afamado bergantín de gueua, sabemos qne fu no llevas carga.
Un suave glito llega sobre las olas
y una suave voz contesta.
Es la del Portugués que aun mantiene su barquilla posando a nuestro lado
"Yo no he zarpado de ninguna isla con playas de brillante arena,
ni echo anclas, ni me amarro a n1uelles, rnienh as u n1i buen barco le sonría el n1ar, ni enderezo mi quilla hacia arrecifes donde la fen'lpesiad desfruye barcos.
"Quizás, ya incapaz de navegar, cuando fu largo viaje ha iernrinado, y iu galanie barco se n1anfenga ocioso, aun sobre las olas mis velas se izarán, bajo la mirada de aquel Ojo glorioso que vigila las cosfes y el mar.
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