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« Previous Page Table of Contents Next Page »CAPITULO I
Paltida _ Aflicción _ MalinclO Escocés - Tempestad - Los }Hoce!atios (Aves del MUll) - l\falsopas - Nautilo_ FosfOlescencia del Océano _ Madeha - Hundimiento de una Botella en el Océano - Delfines - Peces Venenosos _ Tibmones _ Islas de las Indias Occidentales - Tubo de Desagüe - Almma! - J\.1alejadas - Rocas - TicHa
En el año 1839 acepté un cargo como Enviado Superintendente de la Compañía Bri– tánica de Tierras en América Central, para de alli proceder junto con unos cuantos otros, a la Costa Mosquita y formar una Co– lonia en el Río Negro (Black River) , como a ochenta millas del Puerto Centro Americano de Truxillo (Trujillo), en el estado de Hon– duras, con el objeto de establecer relaciones amistosas con la gente de los alrededores, para que luego se pudiera entablar comercio con los Españoles del inierior, para la intro– ducción y canje de los producios Británicos que ellos estuvieran anuentes a intercambiar.
Salimos de Gravesend en Julio de 1839, en el enorme ROSA, de 164 toneladas de ca– pacidad, COn destino al Cabo Gracias a Dios, en donde presentaríamos nuestras credencia– les al Rey de la Nación Mosquita, Robert Charles Frederic, (a quien se había conferido la corona a la muerte de su hermano George Frederic, COn la aprobación del Gobierno Bri– tánico) y de allí continuar hacia Black River
Durante algunos días que siguieron a nues–
tra partida de Gravesend, tuvimos que bata– llar con vientos fuertes y adversos; y en vis– ta de que la enlbarcación se veía constante– mente azotada por la brava mar, el capitán decidió virar hacia Dungeness, y esperar un viento favorable, por tanto nos sostuvimos y anclamos. Como a las 10 p. m. un venia– rrón que durante las últimas horas había es– tado acumulando fuerza, se desató con ex– trema furia; nuestro molinete se partió en dos por las embestidas de la nave, y sufri–
lTlOS daños y confusión; los marineros sin
embargo ejecutaban todas las labores con el más bien dispuesto optimismo. Como a las 4 a.ITl. nues±ra señal de auxilio llamó la aten– ción de algunos marinos de Deal, quienes, viendo que era imposible levar el ancla, lar– garon un cable y nos condujeron sin peligro hasta el Puerto de Ramsgate; al entrar al cual el Bergantín sufrió más daño al ser en,· bestido por una embarcación de Sunderland.
Finalmen±e nos hicilnos a la vela con una
brisa favorable, que continuó durante algu– nos días, hasia que empezamos a perder de vista a Vieja Inglaterra y, a medida que la tierra gradualmente se empequeñecía en la distancia, el hechizo que nos unía a un solo punto fué desvanecido por las espesas som-
bras de la noche. Casi siete semanas lrans_ curlieron an1es de que llegáramos al Cabo Fi– nisterre, debido a la sucesión de vientos li–
geros y variables. Aprisionados entre los li–
mites de tan pequeña embarcación, la ueee..
sidad del ejercicio físico se sentía bastante especialmente en vista de que la agitació¿ del mar en la Bahía de Biscaya, aún cuando hacía buen tiempo, es considerable, expuesto como está al ancho Océano Atlántico, de mo– do que se nos hacía difícil pasearnos en la cubierta.
Un viejo nmrinero Escocés me abordó un día, y, después de mucho masticar su tabaco
y muchas conlorsiones del rostro, dijo: "No fendremos sueríe en este viaje, señor", IIPor
qué?" le pregun1é. "Porque", dijo, "un gato ha sido muerio a bordo y nos hicimos a la mar en dia Viernes". Al oír yo esas tristes
noticias y observar el viejo que me reía, dijo:
"Ah! Bien, señor; yo fuí joven también, y
cuando Ud haya vivido tanto como yo he
vivido e11 este .mundo, sentirá respeto por la
opinión de un viejo". - "Es posible que sea
Ud. fan supersticioso?''' le pregunté. "No es superstición", respondió el viejo marinero;
Hablo por experiencia. Mire allá, el sol Se pone tras un banco de arena, y puede tener la seguridad de que pronto se desatará una tormen1a; y todos los n,arineros en la cos±a
de Escocia suelen decir,
"Cuando el sol se oculta tras un
(banco de arena, No es propicio un viento del Oeste,
y cuando el sol se pone con buen tiempo, No hay que temer los vientos del Oeste".
Volviendo los ojos hacia el Oeste me quedé atóniio por la apariencia que tenía,
gruesas nubes se elevaban rápidarrtenfe, Y
se dirigían precipitadamente en dirección nuesira, de modo que en corto tiempo pudi–
¡nos cOITlprobar que se avecinaba una for~
menta. El Bergantín, hahiéndoseJe prepara–
do las velas, estaba lisio para recibir el ven– tarrón que se desató, corno a la media noche,
del Sur-Oes1e, con gran furia. Cuando ama– neció trepamos al lado del viento del alcá– zar, contemplarnos atónitos la grandeza Y l"nagnificencia del mar sin límites, fué par:,
nosotros los novatos un panorama rnara V1 -
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