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grar adecuadamente sus posturas fragmen– tarias en una universidad coherente y con fuerte sentido unitario.

Todos tenemos nuestros sistemas de ideas, nuestros juegos de posiciones, en polí–

tica, econoITÚa, religión, filosofía. La cues–

tión no es si nuestro graduado necesita o no,

va a tener o no un sistema de ideas; que lo tiene siempre lo darnos por descontado, por– que es inevilable: el hombre es un animal fi– 10sofan1e. La verdadera cuestión es si la Universidad va a ofrecer a sus estudiantes la oportunidad de fabricar un sistema de ca– lidad, con los mejores materiales que ofre–

ce la historia del pensamiento, o si. más bien

va a dejar al alunlno con el pobre bagaje adquirido en estudios inferiores, o con el sistema de ideas adquirido en los pe!iódi–

ces, o en conversaciones manidas, o en ser– mones rnedioc-res, o en vacíos y ampulosos

discursos de plaza pública.

Nunca se insistirá bastanle en el carác–

ter no ornamental de esíos estudios: si la en–

señanza humanísiica no cala hondo naufra– ga frente a sus misnlOs objetivos. Por lo

d.emás, la inversión, siempre modesfa por

comparación, que la Universidad haga en

estos estudios es una de las n1l9.s reproduc–

tivas; no sólo porque potencia las faculía– <'les todas del individuo que se ponen en juego al aplicarse al dominio de cualquier

materia universitaria, sino lamblén y muy

especialmente porque da al profesional el necesario sopode intelectual para usar sus habilidades técnicas con un sentido cons– tructivo y una implicación ética, librándolo

del puro mercanfilismo al que una enseñan. za sin esas bases muy probablemente ter– minaría por conducirlo Necesitamos hom_

bres responsables y ciudadanos conscientes

tanto como individuos bien entrenados en las mejores técnicas.

He oído la observación de que fines for– mativos corno éstos pueden también conse.

guirse al :través de cursos bien diseñados de ciencias. No se me OCUlre negarlo, no

obstante creo que un curso fal se rebasaría

a sí mismo como simple curso de ciencias

Un curso tal debería plantear temas como; Qué trascendencia iiene la verdad de la ciencia? Cuál es su relación con la realidad del nmndo? Cuáles son las condiciones his. ióricas y psicológicas que hacen posible la ciencia? Qué relación hay entre ciencia y Va– lor, enlre ciencia y sociedad? Vale la cien– cia? Cuál es su sentido para el hombre? Por qué la hacen~os\' Cuál es la situación de nuestro mundo científico del siglo XX? Cuál es su futuro? Corno se ve, difícil=ente po– dria considerarse esto el conienido de Un

curso común de ciencias; mucho mejor es

ser definidos en los propósitos y dejar que

la ciencia, sea ciencia y las humanidades,

humanidades Buscar los objetivos de for– mación hu=ana por los canales tradiciona– les de leciura y co=enlario de los grandes autores es un medio probado en su efeclivi– dad y fecundidad, nadie que haya halado

con estos grandes maestros o .tomado con–

tacto con sus mejores obras puede dejar de senH1' el in~pacto en todo su sistema de valo– res 'l su actitud personal ante la vida.

11. lOS MElODOS

C.-Sentido de la Enseñanza Universila-

ria.

Todos aceptare=os enseguida que los

objetivos enunciados antes, pueden. lograrse

únicamente en la =edida en que sea posible contar con un cuerpo de profesores identifi– cado con estos propósitos, activo, abierlo a nuevas ideas, aleda y estudioso. Debemos de confesar que las condiciones usuales en que

Se desenvuelven nuestros inslructores no son

normalmente las que serían requeridas para fomentar todas esas cuaEdades, Creemos, sin embargo, que la reforma estructural de los ESÍl,dios Generales, presenia la =ejor oca– sión para estimularlas y fomeniarlas en to– dos los sentidos, desde variados punios de vista.

La concentración de alumnos en cursos

básicos tiene por supuesto algunas desven– tajas contra las cuales hay que estar preveni– dos: el peligl'o de la ensefmnza masificada por ejemplo. Pero tan~bién ofrece extraordi– narias ventajas que compensan con mucho los riesgos que en una Universidad se corre al e¡¡tablecerlos.

Se podría argüir que mien1:ras np fenga–

IUOS profesores con el nuevo espíritu y la su–

ficienJe preparación, los cursos básicos- no

acluarían en absoluto en función de los fines

que les hubiéramos propuesto; esto en último análisis es cierío, pero dichosamente el esia– bleci=ienio de los Estudios Generales exige condiciones que en cierta forma ellas n1Ísmas procurarán que esta reforma del profesor se lleve simultáneamente a cabo.

Es entendido, por ejemplo, que un plan

de er.5±udios generales no puede comenzar a

trabajar sin una planta fundamental de pro–

fesores de ±iernpo completo: si no todos, por

lo menos gran parte de los profesores deben

esiar al servicio exclusivo de la empresa edu·

cafiva universifaria. Es enfendido, además,

que un programa de estudios generales no se ofrecerá si no se dispone de por lo menoS un profesor bien preparado en cada campa, con la noción de los objetivos del curso muy claros y con natural habilidad para esie tipo

de enseñanza e inspirar al trabajo a sus cO~

legas de cáledra. .

Pero supueslos estos n1Ínimos. la propla

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