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« Previous Page Table of Contents Next Page »101' consumen iodos los jugos de la carne, la que tiene que voltearse constantemente has–
ia que esté bien asada; así se puede conser–
var fresca por espacio de algunos días sin la ayuda de la sal. Antes de que se pueda co–
mer nada de la carne asada, es rnenes±er cor–
tar la parte exterior, porque siempre tiene sa– bor amargo, y arruina el sabor del resto; cuando es estofada o asada a la pan illa sabe muy bien. Los viajeros siempre deberían asar las carnes de sus animales al momento que los cazan, lo cual no es problemático, y evita la necesidad de tener que ponerle de– masiada sal. Después de haber asado la car–
ne suficientemente, proseguin\os, y entrarnos
en el Río Polyer.
La navegación de este río es muy inte– rrumpida por las protuberancias, que son algo difíciles de evitar. Esas protuberancias están formadas por grandes árboles que hal~
sido arrastrados por la corriente en inunda–
ciones anteriores, y al pasar éstas, los árbo–
les quedan ±lnnemente enterrados en el fon–
do. Enire más subíamos el río, más abun–
dancia había de protuberancias; a veces enor– mes árboles yacían de una orilla a la otra del río, impidiendo nuestra pasada, hasta que nuestros pipantes eran ü'ansportados al otro lado del obstáculo. Al llegar al Embar– cadero, habían menos y no tan grandes, y ya no nos causaban ningún contratiempo. Las riberas del Polyer están cargadas del mismo tipo de árboles y arbustos que el Black Ri– ver, además de unos cuantos árboles de cao– ba. Los Indios Towckas dicen, que en el in– terior hay caoba y cedro y que eS de este río de donde obtienen dichas maderas para la fabricación de sus pipantes.
En la ribera izquierda del río hay una loma alta que se eleva gradualmente del banco, conocida corno "Monkey Hill" (Coli– na del Mono), en la cima de la cual hay un manantial de agua caliente, el cual era fre– cuentado anteriormente por los Ingleses, que se habían establecido en Black River, por sus cualidades medicinales; y dos o tres de los viejos nativos dicen que recuerdan bien cuán– tos lo frecuentaban (uno de ellos había sido guía) . Relató que el agua siempre estaba hirviendo, y que en su centro hay un árbol muy alto, pero no pude averiguar de que apariencia era. Quedan pocos vivos que co– nozcan el camino que conduce al manan1:ial, y yo creo que a ninguno hubiéramos podido halagar para que nos sirviera de guía, por– que ahora creen firmeme;mte que esa es la morada del "oulasser". Yo tenía grandes de– Seos de penetrar, y aunque les hice ofertas
tentadoras, siempre rehusaron.
Al llegar al Embarcadero, nos encontra–
rnos con nuevo escenario, grandes peñascos
en los bancos de arena, en los cuales Se da– ba la caoba y otros árboles de gran tamaño, mientras el lecho del río estaba cubierto de piedras bajo la superficie del agua, de ma– nera que Se necesitaba mucho cuidado para
evitar que nuestros pipantes dieran contra ellas al pasar remando en la superficie o
impulsándonos con varas. Al avanzar cier–
ta distancia, llegarnos a un riachuelo que conducía al camino que llevaba al airo lado de la montaña hasla la Aldea India; debido a que el agua era poco profunda, nuestros pipanles fueron iransporiados a lo largo del sinuoso río, hasia llegar a un banco pedre– goso, donde acampamos para pasar la noche,
completamente libres de los molestos insec–
tos de cualquier clase; los únicos pertenecien_ tes a la familia de los insectos que hicieron
su aparición fueron unas diminutas hormi–
guitas y la incansable abeja que no tiene aguijón. Nueslra situación eslaba llena de interés, acampados corno estábamos en Un alto peñazco, con la veloz corrienle por de– bajo, y por encirna el esférico rostro de la luna contemplándonos.
En silencio permanecimos escuchando el murmullo de las aguas y los roncos cantos de los nativos, inierrumpidos frecuentemente por el alarido de un "gato-ligre", el rudo ta– ñido del cinocéfalo (mono grande), y el ex· 1raiio llamado de la gallina nocfUlna. Nos acostarnos hasta ya bien noche, saboreando
y guslando de nuestros puros yagua limpia
y crisialina. Al amanecer nos diriginl.os a la
Aldea India, y después de tres horas de via·
je por es.trechos caminos, escalando IOlTlas, y
cruzando ríos con el agua hasía las caderas,
finalmente Hegamos. En el camino nos en– conil-amos cOn árboles de caoba alios y grue–
sos; cedros, caucho, y otros de gran tamaño
que habían en abundancia, lo mismo que flores parásiias y bellas planlas, completa–
mente desconocidas para nosotros.
La Aldea India, para sorpresa mia, esta– ba comprendida deniro de una gran casa en forma ovalada, corno de 85 pies de largo y 35 de ancho, en la que todos los nativos vi– vían en verdadero estilo patriarcal. Se ha–
bían construido "crickeries" (una especie de
compartirnienlo), en el inlerior de la casa
HIUY cerca unos de otros y separados por ta– blas de madera de lepollo; cada familia tenía uno de esos compartimientos. A un lado de la casa había un sitio separado, como de 16 por 10 pies, y aislado de la visla por hojas
verdes, que eran sustiiuidas por nuevas he·
jas frescas apenas se tnarchitaban. En este lugar se ponen las mujeres durante el parlo y después hasta que están en condiciones de volver a sus .múltiples labores.
Al entrar, vimos que las mujeres estaban muy ocupadas, algunas machacando y mez–
clando cazabe con maíz Indio, cociéndolo,
y convirtiéndolo en una bebida llamada "oulung"; otras preparando cazabe para ha·
cer pan en la lnañana, oiras haciendo "lour– nous", y aún airas exprimiendo caña de azú–
car y raspando cacao; a decir verdad, el gru– po entero parecía estar bien ocupado, bajo la dirección de la esposa del jefe; este, que eS llamado por los Ingleses con nombre de ofi-
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