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Al referítse a los españoles que VlnlelOn a la onquisto de Amél ico, dice Fuentes y Guzmón, "que
~anto c.uanlo I!enoron a su patria. fspaña de i!'1marce-
°ble glolia, tolmm on
(J las naCiOnes extranjeras de si,o/chita enviJia ll [sto envidia se manifestó en una
11 l' b copioso literatUlo, en a que se plllta a a esos COI1-
listadol es con los rnás lIeDlU5 tintes, lo que menos
~ les deda elo Clv¡:;nturcIOS úesalmados, gentes igno–
"'~ntes Clueles, ávidos de 1iquzzas, cuando no fOloji–
dos e~(.upodos <.18 presidio De tudl..l esta literatura
hicieron uso lus intelectlloles hispano-americanos que luchobon por indep~ndizOl nos de EsparlO, pues se ha cío necesario eiinrdecer a [os pueblos, que se mostro–
ban hCll ta indif€tentE)$
(J la causu de su elnancipación
I CInto se mochGcÓ en los cerEbt os la idea de que los
conquistadores fuerol1 UtlaS trlalísimas pelsonClS, que
hasta aquellos qU2 los leconoGÍan COll1Q sus lenlatas progenitores, lIeQOIon a maldecir de ellos y de Sil obra
Sin emuargo, basta meditar un poco sobre este cun–
cepio de conquisiC1(1a1 es-maIClnrirines, poro conven–
cerse de que es absurdo j Locos :eildr Hin que haber
osleldo los Reyes de España pOlo confiar la conquista
de los tierras I ecién descubiertas a gentes tan peligro– sas! y ¿pOlo qué echOl mano de esa gente cuando soola(.. JCln solicitudes de enganche en lo flor de la caballería española? Clara está que na de ri– cos ni de gellt~s prudentes, éstas ~ó!o hocen las cosas
pluucntes, los emplesas arriesgadas y azarosas se quedan raro aquellos o quielJes los 1" udentes llaman locos felices se considelOlotl los hijos de los hidal– gos pobres ele provincia y los peq\!eños bnrgueses, de
que se les JltcSentarCl una opat tlll1idlld ton propicio,
para ganar gloria y di"ero, como la 'lue ofrecia Amé– rica De modo que si villiet on también malandrines hu de h(!ber sido por su propia cuenta, suposición aún
mós extraíía puesto que los viajes trasatlánticos cos–
taban una for;unu No menos absUlúa nos parece
la afirmación dogmótic.o de un sociólogo OIgentino,
que los hispanoomeric.C1nos somos el pi oducl0 de dos
razas degencrclrlas, la española y la indígena i lla– mar degenerada la I ala de aquellos supel hombres que lealizarotl la gigantesca empresa de la Conquis– ta!
La verdad es qlle las conquistadOles ps.lenedan
Q honradas familas, castellanas y andoluzas en su ma– yoría, familias de cristianos viejos, más ávidos de hon–
ra que de dineto Ciertametlt8 fueron crueles, como lo han sido los conquistCldores de todos los tiempos, par cálculo y por miedo Se I,allaban a miles de le– guos de su patria, con un océano de por medio y ante
Un mundo de enemigos, en la proporción de uno con–
tra mil, y cleyelon indispensable semblOl el terror
Pero nunca fueron tan songuinnrios como otros con– quistadOl es mellas cristianos Oigamos lo que dice Ludwig en su biografía de Napoleón, cllando refiere la conquista del Asia Menor "Con ocasión de la caída de Joffo, se le rinden 3,000 turcos ¿Qué hacer de ellos? ¿Guardarlos? Sus pI opios soldados no tienen que comer, adernás, necesitaría un millar de hombres
poro vigilarlas ¿Enviarlas a Francia? No tiene bat– eos ¿Dejarlos e/1 libertad? 1, ían a aumentar las
fuerzas de San Juan do Acre ¿Qué hacer? Bona-
parte reúne el Consejo Todos opinan por la matan–
2a de los prisioneros El otro día mIsmo, sin ir más
lejos, decapitO/on los enemigos a uno de nuestros par– lan1entarios Las tlopas se indignarían si viesen su
,oción disminuida en benefic;o de esos hombres.
Bonaparte vacila DUlante tles días reflexiona, y por (¡Itimo consiente en la matanza Los prisioneros son conducidos al mar y pasados a cuchillo Numerosos clÍticos militares, en especial o/emanes, han optobado más tOlde esta medida, juzgándola inevitable". Si
un crimen ton monstl uoso, que, dígase lo que se quie– ro, no fue más que un acto de miedo, encuentra nu~
merasos justificadores, ¿cómo no vamos a justificar a
los conquistadores españoles, los herederos de su san– gre y de sus glorias? Porque todos los guatemaltecos, con excepción Je los que seon de pura laza indígena, llevarnos en nuestras venas sangre de aquellos héroes. Conociendo la psicologia de los españoles que vinieron a la conquista d~ Américo, fielmente reflejada en la obra de Bemol Díaz del Castillo, na se concibe que hombres ton temorosos de Dios y tan constantemente
preowpados de la salvación de su alma, pudieran ser tan crueles como los lJinta la leyenda En todo caso, los hombres de nuestlo siglo no tienen derecho a con– denar su CI ueldad, porque durante la guerra europea, ;Jueneros de todas las razas y de todos los Continen– tes, cometieron actas de verdadera salvajismo
En cuanto o la pi etendida ignorancia y tosquedad de ios conquistadores, veamos la que dice Jorge Gar– cia Granados en el prologo que escribió para el "Libra Viejo de la Fundoción de Guotemola".
"EI tamo de la "Oibloteca Goathemala" que hoy
ve /0 lu?, tiene importando extraordinaria, no ton sólo para los escuc¡' iñadores de nuestra historio, sino para
cuaqios se intel ese.. n por Iq vicfo ql,J!? los 90.r~qtJist~dores
hocícm en las recién ocu,oQda~ tierras ainei'icano$,- y
por les procedimientos administrativos que se qpr~st,J
1010/1 a implantw en las ciudades fundadas tod6yío en medio- del 'ardor de lo gue"a Las mismas personas de aquellos soldados, a quienes tantas ve,es quísase piritar cual barbaros IUdos y analfabetos; aparecen
nuevas
(J la luz de las documentos, y la leyenda de la ignorancia de lo conquista en su conjunto, se desva·
nete, como se desvanecieron antes tantas otras calumnias propaladas aun por nosotros hispanoqmeri.
ca/10S, que hemos aceptado sin examen las delezna– bles teo, ías elaboradas con ánimo de empañar la
epopeya española del siglQ XVI"
y luego agrega "Afirmé que los conquistadores
/10 fueroll torpes iletrados y ello es fácil de probar Por un Almagro, un Pizarlo y un Benalcázar analfabe– tas-y conste que estos tres nombres son los únicos
<¡lle siempJ e se - citan en interminable ml.!letilla-exis· tielon docenas de jefes ilustradas y cultos y millares de hombres de segundo fila bastante instruídos, como los hidalgos que con Alvarado fundaron Guatemala, cu–
yos dotes de buenos repúblicos, observadores de la ley, campean e/1 el "Libro Vieja de la Fundación de Gua–
temala"
"Recórranse las aetas del Cabíldo y se verá que
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