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« Previous Page Table of Contents Next Page »contra indios son causados por la miseria y la deses-ración de estas desgraciadas gentes, no se puede pe noS que deplorar profundamente semejante estado
me .. t d . d ' d cosas y hacer volos para que es e esgracla o pOlS ecuentre al fin al hombre que lo debe salvar de la en di'" guerra civil y e a anarqUla
Ese hombre existía ya pero se hallaba ausente,
n el Estado de Chiapas, por haber preferido la expa–
~riación a la Presidencia de la República, que habia edido a Don Juan Antonio Martinez En cuanto a cue fuesen hijos de caciques los habitantes de oque-
q . . l' -
Has aldeas, es muy CJ€,rt,o, pues.o ?S primeros, espano-
les que vinieron a Amenca, los mdlos los conslderoban
como a nuevos caciques, que habían venido a sustituir
a los de su propia raza, y de ese rango siguieron go– zando sus desceridientes durante todo el período colo– nial Mr Valois, extraviado por los informes que le daban los propios guatemaltecos, se mantuvo en la
creencia que esos habitantes casi blancos eran indios,
tuvo con eltos varias conversaciones que transcribe en
su libro, muy admirado de la sensatez de aquellas gen– tes y hasta de la profundidad de sus juicios Y más se admira todavía el lector guatemalteco de que los indios de su país estuviesen en aquella época tan ade– lantados intelectualmente, y de que fuesen de ojos azules y de cabellos rubios
El descubrimiento que hemos hecho de la verda– dera raza de los injuriados cachurecos, descifra la clave de un misterio que po recia absolutamente indes– cifrable ¿cómo explicarse, en efecto, que los indios, que tan flojamente defendieron su territorio y su inde– pendencia durante la guerra de la Conquista, después de tres siglas de servidumbre, súbitamente se convir– tieran en unos leones y emprendieran una lucha he– roica, no ya por su patria ni por su religión, sino por
la religión que les impusieron los españoles y que aúh no habían asimilado del todo? Porque la causa inicial de la sublevación de la Montaña en 1837, fue la exasperación que produjeron en los pueblos las con– tinuas vejaciones a la Iglesia Católica, por parte del Gobierno del Doctor Gálvez La bandera de la rebe– lión era la libertad de lo Iglesia, se peleaba por el re– greso del Arzobispo y de los frailes, por la abolición de todas las leyes antirreligiosas y por el restableci–
miento de la contribución del diezmo para sostenimien–
to del culto ¡Yeso iban a defender los indios, que
vieron destruir sus antiguos dioses sin lo menor pro–
testa! ¡Y a defenderlo con tanto valor! ¡Y con tanta constancia! Los españoles, sí, ellos han de– fendida siempre a la Iglesia Católica con la máxima
energía cuando no han sido suficientes Jas armas de
la razón, han acudido a las de fuego Ya lo decía Don Próxedes Mateo Sagasta, el jefe del liberalismo
español, cuando interrumpió en el Parlamento a un
diputac'." radical, que exponía un plan para acabar con la influencia del clero cotólico "Eso no se puede ha– cer óquí -dijo Sagasta- porque la Iglesia Católica
cuenta en España con hombres muy hábiles para de– fenderla con la palabra y con la pluma, y con masas
de creyentes que tiran tilOs" Por ignorar la calidad de su propio pueblo, los liberales guatemaltecos que presidía el Dr Gálvez, creyeron que con la espada de Morazán se podían hacer toda clase de experimentos, en cuenta el de obligar a sus súbditos a dejar las creencias católicas por las jacobinas que ellos profesa– ban, y el intenta les costó el poder, porque les salieron al paso las "masas de creyentes que tiran tiros" y los
barrieron junto con Morazán Eso sí" los cachurecos pqgaron su osadía con un siglo de injurias/ sin más
descanso que el tiempo que estuvieron reñidos con Can era, haciéndole la guerra por instigación de esos mismos liberales Sólo en ese breve período no fueron
indios ni salvajes/ sino l/patriotas de la montañal/
V
UN VIUDO ENAMORADIZO
Felipe Turcios habra perdido a su esposa, Juana Catarina Ortiz, a mediados del año 1784, de moda que en la primavera del año siguiente aún estaba de riguroso luto En aquellos tiempos un luto era algo muy serio y muy largo Un viudo o una viuda debía
sentir
f
o aparentar que sentía/ que ya nada te intere–
saba de las cosas del mundo, que únicamente vivía de sus recuerdos y no deseaba conservar la vida más que para rogar a Dios por el alma de la difunta o del di– funto Sólo pasados algunos años se excusaba que los viudos comenzaran a interesarse de nuevo en los asuntos terrenales y hasta que contrajesen nuevo ma–
trimonio/ pero en las viudas una repetición era signo
generalmente de frivolidad de sentimientos
El inconsolable Felipe Turcios no se permitía otra distracción, desde la muerte de su esposa, que la de concurrir los domingos a la Misa conventual, en vez de asistir a una Misa tempranera para no ver a la gen– te conocida ni ser visto de ella, como lo acostumbra-
ban hacer todas las personas durante el primer período de un duelo En uno de los últimos domingos de Marzo de 1785, cuando terminó el Santo Sacrificio, Felipe se detuvo en el atrio, no para ver salir a las mu–
jeres como lo hacían los otros hombres/ sino para
encender un cigarrillo, operación bastante laboriosa porque no siempre la mecha prendía a los primeros golpes del pedernal contra el eslabón, y, una vez en– cendido el cigarro, había que guardar con mucho cui– dado los utensilios y asegurarse que la mecha estuviera bien apagada En tanto como duró esta operación, salió de la iglesia una garrida moza disparando mira– das como tiros sobre los que estacionaban en el atrio Una de esas miradas le cayó a Felipe Turcios destro– zándole el corazón Al sentir que toda la sangre se re convertía en vapor y le subía a la cabeza, abrió la válvula de los suspiros y dejó escapar uno tan hondo y tan tierno, que instantáneamente lo recogió la dama
y lo correspondió con una sonrisa y con una nueva
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