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dejaría el riqUlSlmo Palomequc? El muy tacaño no dejó más que 1 500 pesos para misas, ¡él que los necesitaba tanto!

El Presbítero Niño Ladrón de Gucvara (uno de los apellidos mqs aristocráticos entre los que vinieron a Guatemala) no gozó mucho tiempo de la capellanía

que le dejó su pariente, pues mut ió tres años después

Se ignora si Palencia logró al fin que se hicieran c1éri· gas su hijo o su nieto, pero es probable que no le han de haber fallado los dos En todo caso la Providencia

p¡emió su celo con una mitra para uno de sus descen–

dientes, el Doctor Don Francisco José de Palencia, nombrado Obispó de Comayagua por los años de 1770

a 1773

En otra escritura autor izada por el Escribano Roxel, el 1 9 de Julio de 1692, aparece de nuevo el hermano del hábito descubierto, el piodoso Mathías,

vendiendo a los Padres Dominicos l/un mulato mi

esclavo I/omoelo Phelipe Catalán, que selá ele heeloel

ele 38 años, que hube y compré elel Copitán Don An·

tonio de Fuentes y Guzmán según escritura que a mi

favor otorgó onte Antonio ele Rosales, Escribano Real,

a los veintiuno elel mes ele Junio elel año pasaelo ele

679 y con este tituio lo he poseido y lo vendo por es· clavo sujeto a selvidumbre y por Iible ele empeño,

obligación e hipoteca, con todas sus tachas vicios y

enfermedades públicas y secretas" El precio con· venido es el de trescientos pesos de o ocho reales, lo que hace suponer que el mulato era de raza de Gui· neo y no de Angola, o que Mathlos, por tratarse de los frailes, lo dio muy borato Sin embargo, hoce

constar "que el esclavo no vale más del precio ajusfa– tado, pero que si lesultare que. valía más, renuncia a

la diferencia en favor de los RR PP" El Podre Pró· vinciol pagd lo olcobdla

Por humillonte que fuer," Para Phelipe Cotalán la declaración rotundo de que no volía mós de ti es– cientos pesos (¡ menos que uno mula de sillaD, ha da haber estado muy contento de este negocio, pues es fama que Ips frailes trataban muy bien o sus esclavos, al grado que muchos de nuestros libres jornaleros de hoy día, envidiarían la suerte de aquellos negros Mathías de Palencia no ha de haber sido un mal amo,

como no lo fueron en su mayoría los españoles, pues

el caso de Palomeque fue excepcional De no haber

sirio algo extraordinario, los indios de Mixco no ha–

brían conservado la tradición de sus crueldades! como

la conservan hasta lo fccha, señalando todavía el sitio donde Polomeque tenía su molino y donde azotaba a

sus esclavos Las mujeres negras eierdan sobte los

espuñoles singulOl atracción y las preferían a las in–

dias Eran mucho más frecuentes los casamientos de españoles con mulatas que con mestizas De esta suerte la sangre africono se mezcló a la española aún

más que la indígena, llegando sus salpicaduros hasta las más altas clases sociales, corno lo observa Don Mi–

guel GOIcíe Glanados en sus Memorias

l

quien dice¡ que entre algunas familias aristocráticas fila sangre

africana asomaba la punta de la Oteja/l

De la muerte de Mathías de Palencio, no hay constancia en los libros de la Ermita, solo se mencio-

na el fallecimiento de su esposa, ocurrido ella de Enero de 1668 Murió Costanza de 70 años de edad y fue enterrada en la propia iglesia parroquial Tam. poco se hCl encontrodo el testamento de Mathíos Por muchos que haya dejado, todo sería poco para tan numerosa familiCl, pues sólo Joseph de la Carrera la

aumentó con una docena de hijos Con semejante

prole, no se le puede culpar por haber malbaratado el sitio de Estancio "Todos los Santos", que le había re– galado su suegro y que vendió a los Dominicos por 100 pesos Sin embargo, todo hace suponer que el liber– tino de Joseph de la Carrera, una vez cClsodo se for– malizó, que fue un hombre de hogar y que ajustó sus costumb,es a las muy sanas de los moradores del Va– lle Por su moyor pobreza, se ha de haber relacio–

nado más con los principales de la clase media, como

eran los de Pinedo, de Avilo, de Zamalloa, de Olano,

de Rodl íguez, etc ( que con oquelfos que formaban el

círculo de su sueglo Se ve ésto pm los casamientos

de sus hijos Maria, se casó con Felipe Santiago, Ana con Salvador de Pineda, Elena con Francisco del Valle Hurtndo, Marcelino con Ignacio de Pineda, Pedro con JuanCl de Zamalloa, Manuel con Nicolasa de Olano y otro MCII ia con Bernabé de Pineda, viudo de Doña Isabel de Hincapié Corno padrinos de boda, figumn

siempre los aristócratas de primer a fila, pero éste era

un sel vicio que los más elevados nunca negaban a sus inferimes

La última vez que aparece el nombre de Joseph de la Carrera en los registros parroquiales es en forma

muy cristiana

Alio de 1697

Joseph. "En el Valle de las Vacas, con tles dios del

mes de Marzo de 1697, Joseph de la Carre–

ta, de edad de setenta años, v;udo, en unión y comuM

nión de Ntro Santa Madre Iglesia, habiendo recibido

los Santos Sacramentos, volvió su alma a D;os, fue su

cuerpo sepultado en la Iglesia Parroquial de dicho Va– lle y POlo que conste lo firmo Br Ramón GdrcÍa Bellez"

¿Por qué no se caso! ían los padres de este pobre Joseph) Por diferencia de clase no puede haber sido si el apellido del Licenciodo Sónchez de Miron–

da, es aristocrático, no lo es menos de la Carrera, y no

cabe duda de que Mariana era hija de hidolgos desde el momento que lIevcrba el título de "Doña" Qui–

zá no era Iibl e el Licenciado, tal vez estaría unido en matrimonio a otra mujer Todo hace pensar en uno de esos amores ilícitos cuyo fruto se enviaba a una

Estoncia de la familio, o a un pueblo inmediato, para que c¡eciera ignorando de la alta sociedad No es creíble que Joseph haya sido del todo abandonado co– mo se abandona a un expósito, puesto que pudo probar quienes eran sus padres, de otra suerte el Cura habría asentado en la partida "hijo de padres desconocI– dos" Lo que oí parece cierto es que no se le dio ninguna instrucción, pues su firma es como la de un analfabeto a quien se ha enseñado a firmar.

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