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de Cicalpa, hecha por Almagro, cabalmente para ale– gar derecho a la posesión de la tierra, sólo se efectuó el 28 de Agosto de 1534, y la definitiva, sobre el asiento de la vieja ciudad indigena, en las faldas del Pichincha, efectuada por Benalcózar, se realizó unos meses después, el 6 de Diciembre del mismo año Y la de San Gregario de Puerto Viejo, que debía guardar la entrado a los legendarias tienas del Reino de Quito, tuvo lugar el 12 de Marzo de 1535, es decir al año jListo del an iba de Alvarado Esta fundación la or– denó Almagro, p,ecisamente, cuando regresaba al Perú en compañía de Alvarado, pOla que éste cum–

pfiera su deseo de entrevistarse con Francisco Pizarra,

por la re loción que oyó de cuanto llevaron a cabo los soldados de Alvarado en Puerto Viejo

En tanto el Adelantado de Guatemola no aban– donara las tierras de Quito, Almagro no dejó de temer

que su antagonista aún pudiera envior desde la Sierra a algunos de sus soldados a dicha población del lita– ,al, donde existia la posibilidad qLie recibiera auxilios de la gente rezagada que pudiere llegar por mar, o de los probobles ouxilios que pudiera haber solicitado el Adelantado a Centroamérica Es interesante recor– oor, pues, que la primera fundaciÓn de Quito y la de

Portoviejo se realizaron en el Ecuador, con el exclusivo

propósito de contrarrestar la inte,vención de D Pedro de Alvarado, demostróndole los derechos qLie sobre ellas asisHan ya al Mariscal Almag, o que representaba

a Pizarra

En las lorgas negociaciones entre Alvarado y Almagro en Santiago de Quito, en la lIanUl a de Ria– bamba, gracias en parte a la hóbil intervención de Flay Marcos de Niza, del licenciada Caldera, de Lope de ldióquez, de Luis Mascaso, sobrino de Alvarado, y

de otlOS comisionados, firmaron las capitulaciones, en

virtud de las cuales el Adelantado debia dejar su gente y los novios a favor de Pizarra, en tanto él de– bía volver a su Gobernación de Guatemala, después de recibir la indemnización convenida, para lo CLi91 se decidió marchOl' a Jauja, donde le esperaba el Con–

quistaqor del Perú

Con profundo desencanto informa así SObl e Su malhadada negociación en su carta dirigida a Carlos V, desde Guatemala, el 12 de Mayo de 1535

"Hasta que sin poder hacer otra cosa, yo le vendí todos mis navíos con todo lo que en ellos traía; y mis esclavos y caballos, e aderezos de mi persona y

casa, en cien mil pesos¡ que según el valor de las co..;.

sos, allí valían aún par penas me pagó lo demós de los navíos que le dí, y esto lo hice, por no quedar del todo perdido, y porque con este dinero pudiese venir

a rehacerme para tornar a armar en cumplimiento de

lo que con V M capitulé" (Libro Viejo de la Fundación de Guatemala)

Pizarra, quien ya nada podíCl temer de su peli–

groso rival, ante cuya prestancia social acaso se sentía

agobiado de algún recóndito complejo -no hay que olvidar que fue hijo natural de un noble caballero, de qLiien tomó apenas el apellido, seguramente sin su

conocimiento ni aprobación, y que en su infancia llena

de privaciones ni siquiera tuvo oportunidad de apren– der a leer y escribir-, se aprestó a recibirlo haciendo

derroche de gentilFas y larguezas, para no sentirse humillado ante su presencia

Fiestas a la antigua usanza española, cacerías y opípalos banquetes se sucedieron durante algunas

semanas en el valle de Pachocámoc¡- cerCano a Jbujo,

en las tieras del Curaca Choquechombi, de quien era huésped a su vez

l/Fiestas ostentosamente principescas, con las

que el Gobernador del PerLI pretende, acaso, aturdir a su colega, el de Guatemala -anota Rosa Arciniega en su Biogl afía de Francisco Pizarro- para desqui– tarse en parte de aqLiella su manifiesta inferioridad social frente al hombre que, aun de, rotado y burlado

en su tan aventurera como heroica empresa

l

sabe

moverse con el apresto y la gentileza de su cortesano caído aqui por casualidad

Por eso/ acaso, Francisco Pizarra siente una

alegtÍa sin limites cuando, al llegar pocos días des– pLiés, Hel nando de Soto desde el lejano Cuzco con los

cien mil pesos oro del contrato, puede, al fin/ entre–

r,órselos a este entromelido rival y despedirlo después hacia el Norte como se despide a un huésped odioso,

al que incluso, tiene que pI estal un navío de su pro~

piedad para el viaje de regreso"

Alvarado volvió, pues, a su gobernación centro–

amel icono luego de entrevistorse con Pizarro, y/ Como

observa Prescott, debieron haberse contemplado con mucho intelés, "pues ambos habian llegado a mucha

altura en materia de arriesgadas empl esas En la

campal oción, añade el mismo autor, Alvarado tenía alguna ventaja sobre Pizarra, pues éste, aunque de presencia majestuosa, no tenía el exteriOI bl ilfante, las

maneras francas y joviales que, no menos que su fresca tez y dorados cabellos, habían granjeado al conquistador de Guatemala en sus campañas contra los azteCas, el sobrenombre de Tonatiuh (el Sol)"

En virtud de los arreglos indicados, muchos sol–

dados de AlvOlado se sumaron a los fundadores de Quito y Lima, en tanto otros dejaron sus huesos en las selvas de Manabí o en los agrestes declives o frígidos lomos de los Andes, como el desafortunado Pedro Gómez que iba cargado de oro y esmelaldas, o el des– dichado soldado Huélano, que llevaba a su mujer y

dos hijas solteras, con quienes pereció en inútil afán

de salvarlas

Pero también de las huestes de Pizarra, muchos obtuvieran permiso de este capitón para acompañOl a Alvarado para ir Cl establecerse en GLiatemala, huyen– do de los embrollados problemas del Perú, cuyas tie–

rras¡ de Quito al Cuzco¡ se vieron ensangrentadas

poco después con las guerras civiles de los conqLiista– dores

En una de las cartas que contiene el "Libro Viejo

de la fundación de Guatemala" -similar al "Libro Verde" del Cabildo de Quito-, Alvarado informó así al Ayuntamiento sobre SLi desastrosa aventura

l/Topé la tierra más áspera de sierras, e ríos e cié– negas e malezas e espesuras de montañas, que hay en

estas pOi tes, ni creo que hay en el mundo, por donde

seguí mi viaje abriendo los caminos a espada e a ma–

nos, por espacio de más de 160 leguas en que tardé siete meses, adoleciendo tanta gente de enfermedades

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