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« Previous Page Table of Contents Next Page »nos de los cuales, incluso, llevaran a sus familias, re– sueltos a establecerse en el Perú
Entre las que aparecen en la Historia de la
conquista de Quito, los ecuatorianos recuerdan algunos
nombres -desafortunadamente no todos, siendo la más lamentable que del millar o más de indios guate– maltecos que forzadamente IIegOlon con [a expedicián,
de ninguno registlaron sus nombres Jos cronistas
Muchos españoles dejOlon el calcio de sus huesos en la ardiente manigua tropical o en las gélidas sel ranias de los Andes, como Juan Vásquez a quien mataran los indios de Manobi, el ensayador Pedro Gámez que ul CI uzar los páramos nevados del Chimborazo se que– dó he [oda con su caballo, el desventurado soldado Hué[ono a quien acompañaban su mujer y sus dos hi– jos, habiendo perecido todos ateridos de fria López de Gómara escribe que se he[aran en las alturas 60 hombres y que entonces mataban el hambre los des– venturados comiéndose a sus caballos ¡Y qué habría sido de los pobres indios!
Entre los que se convirtieron en los primeras ve– cinos de Quito, habiendo llegado muchos de ellos a desempeñar brillante papel en la administración de la
recién fundada ciudad, se recuerdan estos nombres
Pedro de Añasco, Regidor de S Francisco de Quito, Juan de Ampudia, sanguinario capitán que inspiró pa–
vor a las huestes indígenas que resistieron a los con–
quistadores en el norte de Quito, Juan Enríquez de Guzmán, Martín Estete, Melchol de Valdez, Pedro de Puelles, Teniente de Gobernador, quien tuvo trágico final por haberse puesto de parte de Gonzalo Pizarra en la sangrienta rebelión de los primeras encomende–
ras, Sancho de la Carrera, Rodrigo de Chavet y algunos más
La mayoria de los expedicionarios del Goberna– dor de Guatemala pasaron al Perú y muchos se con–
virtieron en los primelos vecinos de Lima, como
Gómez de A[varado, hermano del Adelantado y el Capitán Garcilazo de la Vega
Especial mención, entre los compañeros de Alva–
rado, melece Fray Marcos de Niza, quien si bien
regresó a Guatemala con el Adelantado, parece que escribió algunos relatos sobre sus observaciones du– rante su breve estaía en tierras del Perú, pues el Padre Juan de Ve[asco en su Historia del Reino de Quito, le atribuye manuscritos que ignol amos si en realidad los escribió.
La duda surge del hecho de que ningún otra his– toriador los menciona, habiendo sido, por otra lado, muy COitO el tiempo que permaneció en el Sur Lo que sí ha quedado de é[ es la información que enviá sobre la expedición de Alvarado al P Las Casas, que aparece en su obra La Destrucción de las Indias El P Niza fue el afiebrado visionario de los fabulosas ciudades de Cíbolo
Según un escritor moderno, esta expedición de Alvarado fue "la fuerza más formidable y más bien equipada que hasta entonces se habia presentado en
los mares del Sur"
Como prudente medida, antes de ZOI par, había enviado a Panamó un navío en busca de muchos ele– mentos que necesitaba para la expedición, y como los tripulantes contalon las maravillas que habían oído en
aquel puerto sobre la riqueza de las tierras de los Incas, ratificando osi los informes del piloto Juan Fer– nández, se encendió aún más la codicia del Adelan– tado y sus acompañantes
Abandonado el puerteci[lo de Iztapa, la OImada descansó en Acajut[a, en El Salvador, donde se rea–
provisionó
La siguiente escala del largo periplo iniciado fue en el golfo de Fonseca y luego en el puerto de La Po– sesión (Corinto actuaD donde se apoderó de dos barcos que un vecino de León, Gabriel de Rojas, tenia listos para llevarlos al Perú con refuerzos paro Pizarra Es– te acto de verdadera piratería motivó el célebre juicio contra el Gobernador de Nicaragua, Francisco de Cas– tañeda, por haberla permitido, sin tomar pravidencias contra los abusos de Alvarado Este, aún más, pe– netró hacia el interior de la bahía de Corinto y en uno de sus amplios esteras, cegado hoy por los sedimentos y los manglares, fundó El Rea[ejo -dimínutivo de Real- única fundación no efectuada en tierras de Nicaragua por sus gobelnadores, que llegó a tener gran importancia por la abundancia de buenas made–
ras de constnJCción que había en sus contornos¡ lo
que facilitó [o ínstalación de buenos astilleras, supe– ,ados sólo por los de Guayaquil en la costa del Pacífico hispano
Interesantes detalles sobre su actuación en Nica– ragua, constan en el largo y fatigoso juicio de resi– dencio incoado en la pravincia de Tesuatega, en el puerto de Lo Posesión, puerto de la ciudad de León de Nicaragua, el 5 de Octubre de 1533, en contra del Licenciado Francisco de Castañedo, que se hizo cargo de la Gobernación a la muerte de Pedro Arias Dávila, en el que, entre otras cargos consta el de haber per– mitido [o entrado al Puerto de la Posesión "con mano y gente armada y con navíos, barcas y artillería y for– ciblemente y contra lo voluntad de toda lo tierra sacó y llevó dos navíos que en el dicho puerto estaban sur– tos, que se llaman el uno La Victoria que es del bachi– ller Pedro Bravo, provisor en esta provincia y de Cristóbal de Burgos su compañera, y el otro La Con– cepción, que es de los capitanes Fernán Ponce de León y Hernando de Soto, e los admovió e contra voluntad de sus dueños llevó al puerto de Fonseca donde tiene su armada e no las ha querido dar ni restituir e inten– tó e provocó allevar los otros navíos que én el puerto estaban e yo que sacor no los pudo, les ha llevado los nodos, cables y velas sin [os querer dar ni restituir, después de lo cual ha dicho e publicado que había de panel su armada en lo boca de este puerto de La Po–
sesión pata que estos otros navíos que en el puerto están, no puedan salir a socorrer al gobernador Fran– cisco Pizarro, gobet nadar por su magestad en los rei–
nos del Perú, que llaman la Nueva Costilla, con gente y caballos, teniendo como dello tienen muy grad ne-
cesidad
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Se le acusaba también de que en la expedición estaba, asimismo, recibiendo gente de la Gobernación de Nicaragua, que huye sin licencia, en perjuicio de ello, y que muchos personas, ademós, teniendo deu– dos con el Emperador, dejarían de pagarlas
A[varado y sus soldados que sirvieran de testi– gos, como Hernán Ponce de León, Juan de Ampudia,
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