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« Previous Page Table of Contents Next Page »Una mañana lo~ t1axcaltecas -cuenta el cronista de la Conquista de México- vinieron a vel a Cortés trayéndole hasta 300 mujeres de las que guardaban pOlo el sacrificio como regalo para el ejército, y como
don especial cinco doncellas, /le para ser indias eran
de buen parecer", cada una de ellas con otra india
moza su selvicio Eran todas estas jóvenes hijas de
caciques Tomando a ellas de la mano, Xicontecatl, dijo a Cortés "'Malinche, ésta es mi hija, e no ha
sida casocia
l
que es doncella, e tomadla pOIa vos",
logándole además que diese las otras a sus capitanes Cortés, afirma Maradiaga, agradeció afable– mente el obsequio y declaró que recibía a las doncellas
indias como suyas¡ peto añadió l/que agora al presente
que las tuviesen en poder de sus padres" Des– concertados los caudillos tlaxcaltecas preguntaron a Cortés la causa de este aplazamiento, lo que al punto disparó al capitán español sobre su tema favorito era menester hacer primero lo que manda Dios, los tlax–
celteeas tendrípl1 que renunciar a sus ídolos, cesar sus sacrificios humanos y creer en un solo Dios verdadero
Tales exigencias debieron producir efectos devasta– dores en el ánimo de los pobres indios, uno de cuyos fines al ofrecer sus hijas a los capitanes blancos era obtener de ellos progenie tan invencible como la de su estirpe
Podemos it'Y'!aginar, añade el escritor hispano¡ las
ondas de incomprensión y de mala inteligencia que es– te súbito encuentro entre las dos civilizaciones ha lÍa
surgir de indios a europeos, y de europeos a indios
Quizás pensaron que los españoles habían sido engen– drados por obra y gracia de algún espilitu, lo que explicaría el pálido color de su piel y el oro de su ca– bello y el azul de sus ojos, tan a tono con los colores del sol y del cielo Recuérdese que habían dado a Alvarado el nombre de Tonatiuh, que significaba el Sol
y cuando fstos uniones se impusieron sobrepo. niéndose a los canones religiosos -que no raciales ni sociales-, los españoles dieron a sus compañeras indkls aun el título de doña, como en el caso de luisa Xicontecatl de quien el clonista dice "que ansí como se la dieron, toda la mayor parte de Tlaxcala la aca– taban y le daban presentes y la tenían por su señora, y della hobo el Pedro de Alvarado siendo soltero un hija que se dijo Don Pedro e una hija que se dice Doña Leonor, muger que agora es de Don Francisco de la Cueva, buen caballero, primo del Duque de Albuquer–
que ll
La conquista de Guatemala y El Salvador, donde
se asentaban los reinos indígenas centroamericanos de
mayor importancia, no fue empresa fácil
Entre los tantos encuentros sostenidos, es célebre el de Tonalá donde sometió a los habitantes de Soco– nusco, y en Quezaltenango a los quichés En otro en– cuentro las tropas de Alvarado mataron al caudillo indígena Tecum Umán, sembrando el desaliento en Utatlán, capital de los quichés La campaña la pro– longó avanzando sobre Guzcatlán en El Salvador ac– tual, ocupando la región, después de haber librado la batalla de Acajutla, en la que recibió un certero fle– hozo en el muslo izquierdo, que lo dejó cojo para toda la vida La campaña la prosiguió su hermano Jorge,
en tanto él regresó a Guatemala donde fundó en el hermoso valle de lximché la Villa de Santiago de los Caballeros, el 25 de Julio de 1524
Refiriéndose a este accidente que casi le costó la vida, Alvarado, en su carta dirigida a Hernán' Cor–
tés, le informa así "Aquí en Acaxual
t
en este
reencuentro (los indios) me hirielon muchos españoles y a mí con ellos, que me dieron un flechazo que me pasaron la pierna y entró la flecha por la silla, de la qual herida quedo lisiado, que me quedó la una pierna más corta que la otra, bien quatro dedos y en este pueblo me fue forzado estar cinco días por curarnos y
al cabo dellos partí para otro pueblo llamado Tacuz-
calco
f1
En siete meses y días había sometido a los qui– chés, cakchiqueles y zutujiles de Guatemala y a los no menos valientes pipiles de El Salvador, junto a cuya vieja capital, la célebre Cuzcatlán, Jorge Alvarado fundó la primera San Salvador que fue destruída por los cu?Caltecos indomeñables, lo que obligó a los his– panos a una segunda fundación poco después, obra que correspondió a otro miembro del clan, Diego de Alvarado
En pos de capitulaciones y otras concesiones Pe– di o de Alvarado marchó a España y obtuvo del monarca la designación de Adelantado de Guatemala y Gobernador de la Provincia, la cual abarcaba enton– ces territorios mucho más extensos que los que hoy corresponden a la República, ya que en ella estuvieron incluidos Chiapas, El Salvador y en la costa del Caribe parte' de Yucatán
Al temerario conquistador, convertido ya en po– deroso hombre de España, le fue sumamente fácil buscar esposa entre las damas linajudas de la Corte En efecto, casó con Doña Francisca de la Cueva, que– dando su hermana menor Doña Beatriz que se había enamorado en silencio del rubio y legendario capitán porfundamente sufrida y decepcionada, sin presentir que poco después reemplazaría en el tálano nupcial a su hermana, que murió en Veracruz víctima de las fie– bres del trópico, antes de llegar a la fabulosa Gober– nación concedida a su esposo por el Emperador Carlos
VI en cuya Corte, asentada entonces en Bwgos, eran
gente de gran valimento los Cobas, con quienes ella estaba emparentada
Junto a la marcial figUla de Alvarado aparecen, pues, las dos nobles hermanas, trasplantadas al Nue– vo Mundo bajo signos infaustos
A más de recabar del Emperador las capitulacio– nes y concesiones aludidas, otro de los propósitos que llevó a Alvarado a la Corte, fue el de desvanecer los car(1OS que motivaron el juicio de residencia que le si– guió Así por ejemplo, bajo el Número XXXIII del largo interrogatorio, consta la acusación de haber lle– vado a Castilla muchas joyas de oro, perlas y piedlas preciosas, sin pagar el quinto real Se murmuraba especialmente de una joya muy valiosa, avaluada en 5 000 pesos oro El procesado informó que esa alha– ja la había obsequiado con otras a Carlos V y que el Emperador había mandado devolvérsela después, con
ocasión de su moti imanio con Doña Francisca dé la
Cueva¡ ofreciéndola, en consecuencia, como un home-
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