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eográficos mas esparcidos, la navegacion

g as cómoda y segura, son causa de que la

~ea de patria no sea tan tenaz corno anlesl

~ ha llegado á comprender que la l1erdade–

~e patria na es tanio aquella donde la suerie ra s hizo nacer, sino aquella donde uno vive

re~iz en medio de los SLlYOS.

A medida que se desarrolla mas la ilus-

t C

ion los sislelnas rnonárquicos y centrali-

ra,. ' • 1 bl dores llegan él ser lnas y lnas Hl ...O era e?

~ malestar jnterior y sordo se hace se.ll:hr

ar todas partes, y, de cuando en cuando, sa–

Pude estrepitosamente el viejo mundo. Peto

~as monarquías, apoyadas, sobre pO,der~x1os

'érci±os permanentes, plDvlstas de maqulnas de guerra perfecciou8;das, luch;an ±odav:ía con éxito cOD;±ra. f~er~as lnsurreCClonales, Impro–

visadas, ln,hsClplmadas Y mal ,annadas. De aquí el desaliento del proletano, que, en su oca esperanza de loyrar algo por la fuerza,

~refiere desertar la 1uch:=t, y buscar en olras

partes instituciones políhcas m.as clemen.les Empero los gobiernos lT\Íliiares sufren ellos mism.os los n:conveníentes que c?~es­

ponden á sus ventajas. Una vez com.pnmlda por el temor la insurreccion del prolelario,

queda11: num~r~sos ejércifos ociosos, cllelpos

de ofiCIales aVldos de adelantar en UDa ca–

rrera que se ha vuelfo un verdadero oficio, y,

si la paz llegase á ser duradera, la soldades–

ca se cambiaría á su vez en un foco de des– contento, Así es que las guelras se buscan,

eslallan, las guetras tnas absurdas en su ori– gen, rnas horrol'osa~ en sus estra¡:¡os. El pro–

letario, arrancado a su hogar, a su huerlo, á su :taller, pal'a ir á hacerse matar en algun

campo de batalla, peleando contra gente que ha aprendido á estimar mas bien que á odiar, acaba por huir, tan pronto como lo

puede, aquellas comarcas donde por ciertas

necedades políticas ó diplomáticas, sin utili– dad económica direcfa, se lanza á Jos ciuda–

danos á lan inhumanas carnicerías.

A iodos esos moiivos, que cleciclen la sa– lida de los emigranles, ha venido reciente– mente á añadirse una llueVa causa no me–

nos poderosa que las que acabarnos de enu– merar. El lrabajador ha querido luchar con– tra la :tiranía del capital centralizado, y lu–

char, no por la rebelion, en que salía siem– pre vencido, sino por la resistencia pasiva,

"las huelgas" y los ensayos de asociacion, tendiendo así á delener la clase media, de–

masiado enriquecida, en un cam.ino que, in–

dudabletnenie, amenaza llevarla á ocupar socialmente el rango, y gozar de la influen– cia, de la anligua nobleza. Desgraciadamen–

ie, esas sanas feorías socialistas, destinadas,

no á igualar las clases de la sociedad, sino á

impedir que la desigualctad sea demasiado chocante entt'e ellas, destinadas, no á nivelar las riquezas y á repartirlas enlre los ciuda– dallos, sino á obligarlas á repartirse natural–

mente y mas en proporcjol'l con el concurso

útil que cada ciudadano presia á la indusiria nacional; esas ieorías, digo, no podian ensa-

yarse sino por hombres mas ilustrados de lo que son la ,mayor. parie de los trabajadores. Estos necesüaban Jefes, y los que han escogi– do ,en lugar de buscar el adelanto de la cues– tion por los procedimientos en verdad lentos,

pero seguros, de la persuasion, de la impren– la, de la palabra y del ejemplo, Se han deja–

do arrasirar por una ilTlpaciencia inexcusa...

ble, y han querido imponer brutalmente á la sociedad un régimen nuevo, fomentando re– voluciones intempestivas. Minoría, han que– rido en vano obligar á la, tnayoría á seguir–

les en un camino todavía muy oscuro, y 11e"

no de novedades, de 4ue, hasta ahora, se han hecho temibles fantasmas, proletarios de las ciudades, no han podido enconlrar apo– yo alguno en el proletario de los campos, po–

<':0 atnigo de los excesos, y, desde luego, con–

vencidos de su impotencia, irriiados por el

poco entusiasrno que suscitaban, furiosos á la

sola idea de una derrala segura, han estalla–

do en violencias inauditas en la historia, y que solo violencias casi iguales han podido apagar. Es evidente que las víctimas de se– lnejalltes desaslres son otros tantos reclutas para la emigracion europea.

II

Es bueno consignar aquí, antes de pasar mas adelante, los raciocinios por Inedia de los cuales los economistas contestan á las obje–

ciones que la ignorancia, la rutina y las preo..

cupaciones populares oponen á la inmigra–

cíon

Nadie se ha atrevido todavía á negar que la poblacion sea la primera de todas las riquezas públicas, y que el aun~ento de las

J."entas de una nacian sigue inmediata y fa–

talmente el aumento natural de su pobla–

cion; pero 110 sucede 10 mismo cuando se tra ~a de su a umenfo artificial, es decir, de su

aumenio por la in±roduccion de extranjeros. Ciedas gentes, sobre todo el pueblo poco ilus– trado, creen que aquellos son mas bien per– judiciales que útiles á la industria nacional. Es evidente que, por ejemplo, en un país don– de se hacen bastantes obras de calpinlería, y

en que solo se encuentran diez carpinferos malos, sl negasen diez extranjeros que sean

carpinteros hábiles, las personas que hacen trabajar la madera se apresurarán á emplear– los, y que los diez carpinteros indígenas que– darán sin trabajo. Pero ¿querrá decir esto que la industria nacional habrá sufrido al– gun perjuicio? Al contrario, habrá mejorado.

Por una especie de movimiento econónUco,

análogo al de la expropiacion por causa de utilidad pública, la nacion entera habrá aprovechado, causando á diez de sus indivi–

duos un perjuicio, pero un perjuicio ligero,

puesto que pueden estos, ó perfeccionarse en su oficio, por el ejemplo de los diez recien lle– gados, ó ir á aumentar las filas de airas pro– fesiones obreras que carecen de brazos. En Nicaragua se ha podido ver, en 1870, un se-

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