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· y pronto llega el día en que eS positiva-

JO, . 1

¡nente esclavo, porque en prnner ugar se ex-

lota sus pasiones, de tal modo que nunca

~ueda librarse, y, por olra parle, una lel" fe– roz de agr.icul±ura lo suje±,;" par,; ,~iempre á

la finca mientras deba un medIo.

Tal es el peonaje, mucho mas inmoral y repugnante que la e~clavi±ud, p,:,ro que llen,;, perfeC±amen±e su objeto; es deCIr, asegura a

cada .planlacion el n;í.lnero de"oper?-rios ;;-8–

cesarlOS, para que eSoLe sea un luaXlmUn"l.

El peonaje no deja por esto de ser inex– cusable; pero ha sido inevitable Despues de la supresion de las enconliendas y del tra–

bajo forzoso, de los .tribu±os~ etc ..

1

siendo ca·

roS y raros los esclavos afrIcanos, y en pre–

sencia de la espa.n±o:,a despoJ:>1acion que ~a­

bian sufrido los IndIos, era SIn embargo In–

dispensable vivir y producir alguna ma±erla exporiable! puesto qu,:, no se fabric,;,ba né;da

en el iufenar, y que, SIn eITlbargo, CIertas Im–

portaciones eran obligalorias. Fué entonces que se inventó el peonaje, V, si alguna cir–

cunstancia se hubiese opuesto á su estableci– miento, se hubiere inventado oira cosa igual,

porque nada puede oponerse á la implaca– ble necesidad. Opresiones adnlinistrafivas pueden disrninuir en parie las necesidades

de una sociedad, pero no pueden supdmir–

las, y basta para probarlo, examinar lo que

pasa en Nicaragua.

Aquí nada de peones, nada de plopiela– rios privilegiados; iodo ciudadano, cualquie–

ra que sea su raza y su color, puede insta–

larse en un monte baldío, levantar allí en un día un fecho de palma sobre cuatro horcones, y cultivar alrededor los plálanos y el maíz

que necesita para vivir y para COITlprar algu–

nos objetos indispensables. Nin¡:¡una ley le

prohibe ir casi desnudo; no necesita mas que

un machete, y su mujer de una piedra de moler con algunas ollas de barro. Sus hijos nada tienen que temer del frío y nada tie– nen que aprender á mas de lo que ven hacer

á su padre. De modo que este sistema es perfeC±o corno institución política y respeC±o

á la libertad individual: pero veamos los re– suliados.

En una poblacion de 200,000 almas, el

número de los que no tienen ni profesion

especial, ni es±ablecinlien±o suyo, de los en

una palabra, que se ven obligados, ó a vivir

aislados, como lo acabamos de decir, ó si no

á alquilar sus servicios á los demás, es ex–

cesivamente disnlinuido. El terreno, los ob– jetos de primera necesidad no tienen todavía bastante valor y, para que un indígena se haga mozo, es menester darle en dinero la compensacion de la independencia á que re– nuncia Así es que Nicaragua presenta este

fenómeno de un país en que los víveres son

abundantes y baratos y el jornal relativa–

mente caro; ial vez es el único país en que el operario recibe en dinero !nas de cuairo

veces el valor de su manutencion. Mien±ras

mas aumenten los víveres, lTIUS aumentará el

jornal; en prÍlner lugar p01l1ue se dá la rna–

nuiencion á los jornaleros, y en segundo por–

que el número de los pequeños produC±ores

irá aurnen±ando en Tazan de las veniajas que

esperan y del aumen10 de los cereales. Es– ±o durará hasla que haya ruplura de equili– brio, ya sea pOl un aumento violento de la

poblacion, v. gr., en caso de inmigracion, ya

sea por el precio excesivo de los objetos de

consun1.O usual, el cual hace caer un gran nú–

mero de pequeños produC±ores al rango de

jornaleros Esa úl±i1na solucion es fecunda en parjiculal idades funesias, y demasiado di–

latada por la rapidez del desarrollo económi–

co en la época aclual, de :modo que se debe pensar solamente en la primera, en la "in–

nlÍgración", in1eresante objeto de estudio, y

á lo cual consagraremos el capítulo siguien– le.

Mienlras tanto el productor nicaragüen–

se se ve an1.enazado de varios azotes. En pli–

mer lugar, y fal±ándole los brazos, aumenló

los precIos para atraerlos; pero enionces sus

produC±os le costaban tan caros, que no po– dian reporlarle un beneficio regular. Fué ne– cesm-ia buscar o±ro remedio. Se hizo halago

á las pequeñas pasiones de los n1.0Z0S, se les

adelantó sumas exhorbilan±es, ora en dinero, ora en efectos, y, en can1.bio, para fener al–

guna garantía se promulgó una ley de agri– cultura, que obligaba al operalÍo á pagar lo que debía en días de trabajo. Se vé, pues, que es±amos muy cerca del peonaje. Sin em–

bargo, este proceder no es .tan inrt1oral, y so–

bre iodo, no ha sido elevado á la aliura de

una institu.ción fundalnenial de la sociedad;

pero ±ambien este sisiema no produce los efeC±os útiles del o±ro. El mozo evita muchas veces las persecuciones del juez de agricul–

tura, y es preciso confesar que, si muchos

hacendados han abusado de los jornaleros, estos por otra parie se han llevado, y se lle–

van lodos 108 años, cantidades que parecie–

ran enormes, si f.elizmen±e no se compusiesen

en su mayor parte de efectos vendidos á pre-

cios exorbitantes (1). .

Tal es el esiado actual de la cuestion: to– dos Jos hacendados y empresarios se quejan amargamenle de los inconvenientes de este

sisiema, pero nadie encuentra el remedio y se

sigue adelantando dinero. El mozo objeto de

ian±as solicitudes se rie de su acreedor, que

le suplica de cumplir: sin ofrecer garantía

alguna, se empeña en cantidades que nunca

podrá pagm-, y sin embargo, se han visto

empresarios escasos de dinero, y á quienes

un jornalero pedía algun adelanto, dar á eS– te los úliimos reales que les quedaban en ca–

ja, por ±e:rnor de que se fuese á empeñar á

olra parte. Se ha propuesl0 promulgar una ley que castigmla con una mul1a á los que

adelantarían dinero, pero esíe relYledio es

inadmisible por ser a±enla±orio á la libertad

(1) La costumbre de pagal palte en efectos va desapare–

ciendo voco á poco

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