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« Previous Page Table of Contents Next Page »A. pesar de lodo, la poblacion nicara– güense considerada en masa, eslá muy lejos de ser tan desmoralizada como muchos via– 'eroS se han empeñado en repetirlo. Los crí–
~enes son relativamente raros, y los cami– noS están exentos de ladrones. Un criado se– rá tal vez capaz de apropiarse algunos rea. leS ó algun objeto de poco valor, pero este
xni~mo mozo llevará fielmente varios miles de pesos á 30 ó 40 leguas, sin que le venga la idea de huir con ellos. Lo que hace que cierías faltas contra el honor comercial, con– tra las buenas costumbres ó contra la leallad en los pleifos, se cometan demasiado frecuen– temente, es la indulgencia inmensa é increí– ble que se tiene para esaS mismas faltas. La opinion públic;:a habla un momen~o y aun cri– tica, pero olVIda pronto, y por cIerto no es– tigmatiza. Se ve en Nicaragua circular en todas las calles, y ser recibidos en lodas las familias, individuos en cuyo pasado hay manchas indelebles, y que, en cualquier otro país, se hubieran visto obligados á desapare–
cer.
En materia política esta indulgencia es todavía mayor. cuando estalla una de las re– voluciones periódicas á las cuales eslá some– tido el país, se ve, una vez firmada la paz, á los que habian tomado las armas con los in– surreelos, y lienen su paríe de responsabili– dad en las exacciones cometidas, volver tran– quilamente á sus ocupaciones acostumbradas y estrechar afeeluosamente la mano á los que, algunos dias antes, hubieran malado gustosamente en el caso de encontrarlos. Ve– remos a\ln, al hablar de la Hacienda públi–
ca, que las exacciones están reconocidas co–
mo deudas del Estado.
Muchas veces hemos intentado averi– guar la causa de esta indulgencia excesiva,
y creemos que proviene de varias fuentes, pero, sobre todo, de lo reducido de la pobla– cion, y de la movilidad del sistema adminis– trativo. En efeelo, nadie quiere crearse un enemigo, aun de los mas hunúldes, porque lal vez el que habrá sido objeto del despre– cio, estará m.añana en posicion de perjudicar al que se lo hizo. Este lem.or especial tiene una influencia tan positiva, que hemos vislo el propio periódico oficial acusar á los jueces de dejarse á veces dirigir por él en sus sen– tencias.
. El extranjero es siempre bien acogido, sobre todo si se presenta decentem.ente vesti– do, de buenas m.aneras y de buena conduela. Es verdad que la acogida no pasará de la parie moral, y en ninguna casa encontrará la hospitalidad, sino por un período muy cor– t';l' Muchas fam.ilias sienten com.o una espe– CIe de vergüenza por la pobreza de su régi–
men interior; adenlas, siempre se figuran al
extranjero dispuesto á la crítica, y por esto DO
quieren hacerlo testigo de su vida íntim.a.
e modo que, cuando en una casa se tiene
á un huesped, todos se constriñen, se cam-
bian los hábilos, se modifican el ordinario de las comidas, y, por consecuencia, hay poca disposicion á prolongar durante mucho tiem– po esta situacion embarazosa. Tambien de– bemos decir, en honor del país, que pocos
han sido tanias veces víc±hnas, como Nica–
ragua, de los extranjeros, y algunos han abu– sado de una manera tan indiscreta de la be– nevolencia que se les m.anifesiaba, que una desconfianza casi legítima ha reemplazado á la hospitalidad tan completa de otros fiem.– pos, y que hacia una verdad de la frase
usual: "á la dísposicíon de V.", que ahora no
es mas que una fórm.ula de urbanidad.
Debo tam.bien decir á los extranjeros sol– teros que no gozarán aquí, en modo alguno, en las familias, del prestigio de que gozan en muchas otras paries de la Am.érica Espa– ñola. No quiero decir por esto que encon– trarán dificultad para casarse en el país, por el contrario será cosa fácil, y aun en condi– ciones bastante decentes, si se trata de un obrero que busque una com.pañera obrera como él. Mas si se trata de un hombre á quien su educacion impone el deber de bus– car una alianza entre las familias acomoda– das, aunque personalmente bien recibido, su dem,anda será rechazada si no cuenta con un regular caudal.
Estas reglas acostumbradas no impiden que la sociedad nicaragüense lenga rrlUcha
gracia y mucha coriesía en las maneras; sin
embargo, le faHa el atraelivo, la seduccion, porque está desprovista de "natural". En lu– gar de hacer francamente mala cara á sus enemigos y de recibir con frialdad á los indi– ferentes, para mostrarse, en cambio, lleno de
confianza con sus arrUgas, la mayoría se con–
tenta con ser afable con todos. Así es que, no pudiendo las visitas hacerse sin ceremo– nias y melindres, se vuelven una tarea fasti– diosa. Sucede frecuentemente que todas las personas presentes en un salan se quedan durante varios minutos hundidos en el mas profundo silencio. El extranjero que presen– cia esa situacion penosa se imagina que el motivo es debido á la inlimidacion que causa su presencia y hace rrlil esfuerzos para levan– iar la conversacion, que, desde luego, sostie– ne solo en su español incorrecto. Poco al co– rriente de las preferencias 6 antipatías de aquellos á quienes está hablando, se ve obli– gado á mantener su discurso en los lugares comunes, aglomera necedad sobre necedad, y, por la vergüenza que le ocasiona el papel que está representando, tartam.udea, farfulla, y se hace todavía mas ridículo. Las perso–
nas presentes se tniran enfre sí con un aire
de sorpresa, no pudiendo comprender que se dé uno tanta pena, para romper un silencio que no pesaba á nadie. Siguen, sin embar– go, todas las peripecias de este esfuerzo in– sensato, con un interés lleno de conmisera– cion, pero nadie se atreve á intentar el sal– var de este mal paso al desgraciado actor
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