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« Previous Page Table of Contents Next Page »(1) Muchas mujcles fuman tanto como los hombJCS
En la clase pobre, el hombre sale de ma– ñana, ora á cultivar su pequerm huerta, ora á ganar su jornal ejerciendo su oficio, y la mujer, que se queda en la casa, se ocupa to– do el dia en los cuidados de su interior, y en la penosa fabricacion de las lodillas. Los ni–
ños, por fiernos que sean, no dejan de ayu–
dar á su madre en proporcion de sus fuerzas. Casi todos son de una precocidad muy nota– ble, y, en las ciudades, se ve frecuentemente á algunos, que no nenen siquiera la eHure del mostradoI donde van á comprar, cum– plir sin embargo perfectamente con los man– dados que se les ha encargado, sin equivo– carse en la cuenta.
Se acostumbra lener muchos criados; sin embargo, es muy difícil obtener un servicio interior tormal. Una cocinera no quiere ha– cer ofra cosa que la cocina. Es menester otra ú ohas clÍadas para el servicio de los apo– sentos y el de la mesa. Los criados varones se emplean solamente en cuidar los caballos ó en trabajos de fuerza. Los niños necesitan
una criada especial que se llama "china" sin
contar la nodriza (chichiguaJ en el caso que estén criando.
El pueblo tiene la costumbre de cargar– lo lodo sobre la cabeza Si los objetos son pequeños se llevan en un gran arteson de n1a– dera llamado "balea". Los niños de lierna edad no se cargan en los hrazos, sino abier– tos de piés en el cuadril, y sostenidos por el brazo.
Es en bateas mas grandes que se acos– tumbran bañarse en casa Salvo los casos de enfern1edad, estos baños son siempre frios; ademas son corios y por lo regular colidia–
nos.
Las ocupaciones, entre la gente cómoda, están muy lejos de ser confínuas: una espe– cie de negligencia, originada sin duda por el
clima y la educacion, existe, no solamente en
el traje y los hábitos, sino tambien en los ne–
gocios, y no soy lnas que un eco al repetir
que, en Nicaragua, es demasiado frecuente diferirlo todo hasta "mañana" Los mCInen– tos desocupados se consagran casi siempre á
la conversacion, ó a otro modo cualquiera de perder el tiempo; la hamaca y el cigarro (1)
ahsorben demasiado las horas que pudieran
consagrarse útilmente á distraerse por el es~
ludio ó a adquirir conocimientos útiles. Ade– mas, los libros Inismos faltan, y el autor de este ha encontrado mil dificuHades en reu– nir algunas de las numerosas obras en que Se irata de Nicaragua, y que, sin embargo, habria conseguido tan fácilmente en Europa.
La educacion de la juventud, y sobre todo la de las niñas, ha sido objeto de las repetidas censuras de todos los periódicos del país, y
no es avanzar cosa nueva ni afrevida el decir
que, bajo este concepto, todo es:lá todavía por
hacerse. En cambio, los niños Son rnuy in-
geniosos para inven:larse juguetes ínteresan_ tes; pero cuando faHan en alguna manera,
Se suele castigarlos con golpes, y á veces con una brutalidad repugnante, sobre todo en el pueblo.
Por lo general las costumbres de Nicara_ gua tienen un carácter patriarcal; sin embar_ go, se debe reconocer que este patriarcalis_ mo :liende á desaparecer todos los días mas y mas. La juventud actual, sobre todo la que ha viajado fuera del país, visi:lando á los Es– :lados Unidos y á Europa, ha vuelto con ideas de progreso ma:lerial, cuya nocion propaga en su circulo y las cuales son incompa:libles con la simplicidad de los hábi:los de sus pa– dres.
aSerá eso un bien ó un mal? La contesta– cion no es dudosa: es un bien. El pafriarca– lismo nicaragüense es:laba desgraciadamen– te acompañado de ideas estrechas y rutina– ras, de un espíritu mezquino de detalle que se opone al espíritu de empresa, ahoga el es– píritu de asociacion, y pone obs:láculos á las ideas genel ales de progreso, cuya aplicacion impide tanto mas que, hasta ahora, la adIni– nisiracion pública se ha visto siempre con– fiada á los que, por su edad y la posicion ad– quirida al cabo de largos años, inspiraban una confianza por decirlo así ma:lerial, y pre–
sentaban, en apariencia, mas garantías.
Hubiéramos podido parfir de es:lo para hablar de las cos:lumbres políticas; sin em– bargo, las reservaremos para el capí:lulo si– guiente. Mien:lras tanto añadiremos que, por perjudicial que sea la influencia de la simplicidad relativa, pero re:lr6grada, de es– tas costumbres, para el estado social y ma– lerial del país, aquella tiene un carácter muy no:lable á los ojos del éx:lranjero recien llega– do. Los funcionarios son lo mas accesibles que pueda imaginarSe, y la etiqueta es des– conocida. En cambio, gracias á esta misma simplicidad patriarcal, que cree poder vivir siempre como vivian sus anlepasados, el ba– rrido de las calles se hace por los vientos y las lluvias, la limpia de las inmundicias es– tá a cargo de los zopiló:les y de los cerdos; el alumbrado público Se hace por medio de un pequeño farol q«e cada uno cuelga á su pueda hasta las nueve; los caIninos se entre–
tienen por sí solos; los arrireros acampan e;n
la plaza pública y los ganados vagan libres.
He aquí el pafriarcalismo: eso ha podi– do ser muy bueno en el :liempo de la edad de oro; pero ahora I"S la edad del hierro y del carbon, la del vápor y del telégrafo; no está plohibido ser vir:luoso y benévolo, mas
es preciso ser iambien enérgico, y caminar
con el progreso, no solamen:le en el Inismo senndo que él, sino tambien con la misma ra– pidez vediginosa. Si se quiere subir en sen– tido opuesto á es:la corriente irresistible, ó aun si se quiere simplemente quedar estacio– nario en medio, es:lá uno, individuo ó pue– blo, inevitablemente des:lrozado, aniquilado.
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