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mampostería irregular que se elevan enchna del suelo á una pequeña altura en forma de basamenio. La armadu18 de los techos es de

una consfruccion viciosa, pero ligera. Hé

aquí su extraña disposicion: la cumbrera des– cansa sobre las paredes de las exiremidades, y como las paredes divisorias no llegan mas

q~e á la altura del ilranie, se acaba de sos– iener en el intervalo por medio de jambas y puniales; una solera espesa y ancha corona las paredes. Sobre la cumbrera y la solera se colocan fuertes cabríos (alfajillas), sepa– rados por media vara ó mas de intervalo, y manienidos por ensembladuras. Sobre los cabrios se pone, paralelamenie á la cumbre–

ra, una cubierta de grandes cañas nl.uy j~ll­

ias, y amarradas de dos en dos, con un beJU– co fino, á orra caña colocada debajo y para– lela á los cabrios; no hay riosila ni carriola alguna. El empuje de las paredes esiá rnan–

tenido únicamenle por firanles TI'"l.acizos, en–

semblados con la solera en cada exiremidad. Sobre las cañas se ponen las iejas; solo

se usan tejas cóncavas, aunque las planas se..,

dan mucho mas adecuadas á las peculiari– dades del país.

Esie sisiema curioso y económico ha da– do sin embargo pruebas de su resisiencia,

aun en casos de fuertes terremotos. Su inven–

cion y uso general proviene sobre iodo de la dificultad de los irasportes, que no permite que se obiengan á poca cosia piezas de ma– dera de 10 ó 12 varas de largo Tiene por inconvenienie capital el que obliga á dar á

todas las casas Inas Ó menos el n"\ismo ancho,

lo que se opone á que las ciudades lengan nunca un aspecto variado y monumental. Las aperturas de las puerías y ventanas

son anchas, COlTIO conviene en un país ca– liente; no son :mas que vanos, encima de los

cuales se coloca un alravesaño espeso de ma– dera, que sosliene la pared de arriba, y se

llama en el país lJumbral". Nunca las venia–

nas están guarnecidas con vidrieras, de mo–

do que, en los días de víenfo, se ve uno á ve–

ces seriamente hnpedido pala cierlos iraba– jos, sobre iodo los de oficina, por la necesi– dad de dejar entrar el vienlo si se quiel e que enire la luz. Parece que las vidlÍeras serian demasiado calienles, sobre iodo en el caso en que el vienio obligase á cerrarlas; es el úni– co motivo plausible que pueda darse para explicar esa falla, ahora que el vidrio no es

tan raro en Am.érica con'lO lo era antelior–

mente. Por fuera las venianas están siempre

~erradas con una reja de hierro, que avanza

a veces en forma de balcon.

Es raro ver galerías al exterior de las ca– sas, si no es sobre las plazas públicas. En las calles exisie de cada lado una acera ele-

glos ~ntes de la Conquista, y los Españo)es no tuvielon el

~'ab}qo de intIoduciLlo; no hiciclOll mas que cnconhm en

d iel~cn un mntelial ya conocido de eUos, y seguir empleán–

o o Junto con los indigenas.

vada y estrecha, a.brigada por el alero del recho; su elevacion tiene por objeto evitar que sean inundadas, en el momento en que

los aguaceros del invierno calUbian momen–

ianeamenie las calles en arroyos. Cada gofe– ra cae aisladmnenle sobre la via pública. El declive del fejado es considerable, así como

conviene en un país en que llueve mucho á

la vez en cienas estaciones. No se acostUlTI–

bran las azoteas; no hay canales ni tubos pa– ra conducir el agua, y solo la que cae en los paiios inleliores sale á la calle por medio de albañales.

Esios ,palios esián siempre cercados por una galena, llamada corredor, que se exlien. de enire el patio y la casa propiamenie di– cha. No es lnas que un alero mas ancho que el de la calle, y á ial grado, que es preciso

soslenerlo, por medio de pilares de madera

mas ó menos bien labrados. Una solera que

corona todos esos pilates, recibe en una en–

ialladura las punlas de las alfajillas prolon– gadas.

. Cada patio esiá convertido, ora en jar– d.'n, ora en c5'rral de gallinas, segun Ja posi– Clon del dueno de la casa. En el primer ca– so, carecIendo de agua el jardín en el vera– no, es difícil converlirlo en uno de esos deli–

ciosos oasis, al esfilo de los que se encuen–

tran en Méjico, San Salvador y ianias airas

ciudades americanas.

El sueJo de los cuarios es genela1menie embaldosado con grandes ladlinos cuadra–

dos; esios son casi siempre demasiado blan–

dos, y por consecuencia quebradizos, y pro– ducen mucho pollTo.

A veces las paredes de las casas se ha–

cen con horcones, sobre los cuales se clavan

caña~, que despues se eniliarran con arga–

masa.

La disposicion de las casas es casi siem– pIe la misma. Hay dos eniradas: un zaguan p?-ra el serv icio y las bestias, y una enirada

dlrec~a p~ra las visitas y laG negocios. Si el

prOpIetarIO es un cOlnercíanfe, que es lo mas

comun, hay por lo regular una iercera en– irada especial para su comercio. Cuando la casa ocupa el ángulo de dos calles, esie se

encuenira recortado, ó si no, se hacen dos aperturas gemelas, una sobre cada frente y

cerradas ambas con una puerta, que se apli– ca con1ra un pilar que sostiene el ángulo en–

tero.

En cuanto á la disiribucion interior, com– prende grandes aposentos disiribuidos alre–

d~dor de la galería. Las paredes de separa–

Clon son regulannenfe algo menos gruesas

que las demas, y, por una disposicion exira–

ordinaria, no se elevan hasta la cumbrera, y

solo terminan á la altura del iÍlanie, lo que permite oir en un cuario iodo lo que se ha– bla en otro. A veces la separacion no es mas que de iablas ó de género, y se eleva solo á una pequeña altura; eso se llama un "biom–

bo".

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