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Físicamente, el mestizo francamente tie– ne el cutis color amarillo anaranjad?, el ca– bello lacio y negro, aunque mas flexIble que el del indio. En el hombre, el carie del sem– blante Y los perfiles generales del cuerpo se asemejan casi inmediatamente al tipo blan– co: en la mujer, las indias subsisten mucho mas tiempo, y prestan armoniosas líneas ?

sus contornos, ensanchados y engrandecI– dos por la influencia del tipo blanco. Des– graciadamente, la ladma Ílene, en propor– cion la misma naturaleza moral que el ladi– no. 'Por lo demas, las propiedades físicas de este tipo son semejantes, pero muy inferio– res, á las del blslncO y del indio que le han dado la existencia.

En cuanto al ladino nacido de padre in– tIio y de madre blanca, puede decirse con mucha probabilidad que debe haber sido muy raro. Las mujeres blancas fueron siem– pre tan esca,;as en el país, que deben haber sido muy solicitadas, y que tal vez nunca se vieron obligadas á buscar un esposo en una clase reputada inferior. Estas preocupacio– nes de razas no han desaparecido todavía completamente de la poblacion, y esl0 tiene el inconveniente grave de todas las repug–

nancias conyugales, es decir, de aumentar en

proporciones graves el número de los hijos ilegítimos; este incon ven~enie es tanto ;mas serio, cuanto que los meshzos producen sle,:,– pre muchas mas hembras que varones. FelIz– mente la sociedad nicaragüense tiene por los hijos naturales las disposiciones mas indul– gentes y caritativas, y de este modo el nú– mero de los "déclassés" es menor de lo que deberia ser.

Por lo demas, en el ladino corno en to– dos los demas mestizos, la longevidad es ra– ra; la mujer participa todavía de la fecundi– dad de la india. Se ha notado que la mor– tandad es mayor entre los niños que entre las niñas.

Las diferencias entre ladinos ptovenien– tes de las varias especies de indios que he– mos enumerado, Se reducen á algunos mati– ces cuyo exámen nos llevaria demasiado le– jos. Sin en1bargo, no se puede negar que existe una desemejanza física que sobresale

Él. la vista, sobre todo en las mujeres, por ejemplo entre las ladinas de Rivas (base: in– dio niquiranol, las de Managua (base: indio chorotegano), y las de Matagalpa (base: in– dio Chontal) ; pero repito que ahora todo es– to se encuentra casi borrado por el cruza– miento lateral mas espantoso que pueda ima– ginarse. He escrito de intento "espantoso", p,orque nadie parece ocuparse del asunto, ni siquiera sospechar el peligro que corre en

~so la nacionalidad. La dOIninacion espa– nola tenia esto de bueno, que, con ella, preo–

cupaciones de casta, muy enraizadas y muy

fueries, restringian este estado de cosas á jus– tos imites. Pero que Nicaragua tenga cuida– do Cuenta apenas 50 años de existencia po-

litica independiente, y de libertad, igualdad, etc... , eS decir de desaparicion de las castas, y ya se puede nolar que la salud general de los nativos no es tan buena como la de los exlranjeros; los ejemplos de longevidad, an– tes tan comunes, como lo prueban muchos

documentos, van haciéndose mucho mas ra–

ros, la proporción de los nacimientos con los fallecimientos ha disminuido, y por ventajo– sa que sea todavía, es muy diferente de la que se encontraba en el tiempo pasado; el número de los casamientos no se ha elevado en proporcion con el aumento natural de la poblacion, y sin embargo, en los nacimien– ios, el nútnero de los hijos nalurales Se ha mantenido, si tal vez no ha aumentado. Son estas causas de decadencia segura, que exi– gen prontamente ó la promulgacion de leyes reguladoras, cuya imposibilidad es manifies– ta, ó bien, lo que eS pradicable y racional,

unf\ inmigtacion. compeiente.

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Lo que acabamos de decir del ladino puede en gran parte aplicarse al mulato. An– tiguamenle, en Centro-América, se llamaba "pardo" y se habia observado que era mu– cho mas humilde que el primero. Tal vez

era porque conservaba el recuerdo de la es–

clavitud de sus padres, recuerdo rnucho me– nos glorioso que el de los caciques indios. Sea lo que fuere, el mulato, aunque tenga poca aficion á los trabajos de la agricultura, no ha dejado por esto de prestar grandes ser– vicios á la sociedad, apoderándose de toda la pequeña industria de que los Españoles trajeron á la vez la nocion y la necesidad. Quiero decir con esto los oficios de zapatero,

de saslre, carpiniero, herrero, y en fin cual–

quiera otro que no conocian los indios antes de la conquista No pretendo decir que esta regla sea absolula, sobre todo en la época actual; pero quieto que Se entienda que don– de hay un mulato verdadero del primer gra– do, es el hombre de los pequeños oficios y de las pequeñas industrias, que no exigen gimnás1ica violenla ejercida en el calor del sol.

Físicamente, el mulato es un tipo bien

e.:onocido: el cabello se conserva crespo, pero

crece mas que en el negro; el ángulo facial Se acerca muy pronto al ángulo recio, sin e111bargo el carie general del semblante, las extremidades y los perfiles generales del cuerpo quedan por mucho tiempo fieles al tipo llegto. El color Se aclara á medida que se efectúa el cruzamiento de retorno. El olor particular que exhala la raza negra es un signo indeleble que nunca lo abandona, aun cuando el cruzamiento de tetorno hubiese hecho del mulato un hombre rubio y de ojos azules. Las nodrizaS mulatas ó zambas, por claras que puedan ser, y (en caso de que fue-

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