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« Previous Page Table of Contents Next Page »caragua, en cuyas columnas (véase sobre io– dó en el año de 1867, números 12, 17, 20... 1
.-. ertconirarán críticas lT\ucho Il1.as anlargas
sepormenorizadas que las nuestras, sobre las Municipalidades, los Jueces, los PrefeC±os, la olicía y sobre una muHit~d d~ aC±os conira–
P, os al espíritu de la Conshtuclon, que se co–
~eten diariamente. Pero el pueblo en g~.
neral profesa un gran respeto por la auton– dad (1) aun en sus abusos.
'El mas grave de todos esios es el ~ue
hace olvidar, en los. m?mentos de r,:,vo~u~:aon!
ue la propiedad, lnvlolable en pnnClplO, Sl qo eS legalmente, Y por causa de utilidad pú–
~lica no puede ser violada, aun en el caso
en q~e la consBrv~cio.n del 6rden lo exi~e,
sin previa ind~m.nlzaC1C?n. Por el. contrarIO,
la indemnizaclOn en NlC~ragua, he pe lugar solo posteriormente al dano, reclamandola la
persona perjudicada, y se efectúa en "vales"
ó bonos, que son admtídos solamenie en pa– go de cierta parte de los derechos de adua– na. Estos vales, ~o~o lo ver~mos al tra~ar
de la hacienda pubhca, constituyen una in–
demnizacion ilusoria.
Puesto que hemos pronunciado la pala– bra revolucion, diremos algo sobre aquel rasgo distiniívo de las costumbres políticas de la América Española en general, y de Cen– tro América en pariícular.
Hemos intentado ya, en el capítulo his– tórico indicar el origen, la naturaleza y el rol a~tual de cada una de los dos pariídos que dividen la República. El Gobierno, na– turalmente, no puede pertenecer á ambos, y toda su politica interior no tiene otro objeto que mantener el equilibrió entre el partido que lo sosiiene y el que le hace oposición, impidiendo á esie último, en cuanio es posi– ble,- el suscitar irastornos.
- En airas tiempos, la verdadera lucha de las influencias locales tenia lugar en las elec– clones presidenciales; pero la iranquilidad con que la última tuvo lugar ha probado que se habia renunciado á aquella locura.
Una vez electo el nuevo Presidente, el ciudadano á quien se ha confiado esle car– go va á ocupar su puesto en la capital en medio de algunas demostraciones de regoci– jo público, y dirige su manifiesto al pueblo, exponiendo su programa y sus intenciones, las municipalidades contestan por actas de felicitacion. No es muy raro, desde algun tiempo, que la mayor parte de los emplea– dos públicos, inclusos los Ministros, presenten sus dimisiones para dejar al nuevo gober– nante la plena libertad de escoger los que le
~on vienen (2)
(1) En 1868 se han visto Indios, en Dhiomo, al momento
d~ pasal el Plesidentc, hincalse ant~ la bandela de la gualdía
de honor
.(2) Es una síngulalidad de las costumbles polílJcas de
Nlc~l'agua el Cl'eer que los pI incipios republicanos son incon¡. patIbles con la inamovilidad de los empleos públicos Este
~.l'l'or es -funesto soble todo en matelia de Hacienda pública.
El Gobierno vuelve luego á seguir su marcha. ordinaria que, hasta ahora, ha en– conirado siempre obstáculos por la exhaus– iez del erario y los vicios de la organizacion financiera. El Congreso se reune cada bie– nio, y es preciso confesar que se notan en es– te cuerpo un prurito excesivo en las discusio– nes, y tambien la facilidad deplorable con
que, en su seno, las opiniones individuales,
ó las prevenciones personales, influyen sobre
asuntos de interés nacional, y, en fin" es ex–
traño el poco celo de sus miembros para lle– gar á reunirse en el iiempo legal: muchos no
van á ocupar sus asientos en la Cámara, si–
no obligados por las autoridades y la fuerza.
No hay ninguna clase de corte, ni fies– tas oficiales regulares, ni gastos permanen– tes de representacion. El sistema de admi– nistracion es de una simplicidad bíblica. El palacio encierra únicamente los edificios del servicio central, y sirve de residencia al Pre– sidente. El Gobierno no iiene siquiera una biblioteca, y conoce las noticias del mundo civilizado solo por los periódicos del is±mo.
La mayor parte de los funcionarios mal retribuidos, y muchas veces pagados ca';' irre–
g~laridad, no pueden poner en el cumpli– mlento de sus deberes todo el celo deseable. Los Prefecios, por ejemplo, cuyas funciones son tan múHiples, y ian imporiantes en la organizacion política de Nicaragua, Son pa– gados con $ 70 al mes, Yi de esia suma, de– ben iomar para sus gasios de oficina. Es ver– dad que el Presidente recibe solo $ 300 al
~e~, sin e':Ilbargo, se necesita ian poco para
VIVir en Nlcaragua al estilo del país, y hay tal tendencia á vivir exenio de cuidados, aun– que de la manera mas modesta, que los em– pleos Son soliciiados, á pesar de lo reducido de los sueldos, y no se puede negar que la esperanza de obtenerlos es una de las palan– cas mas poderosas, para agrupar adherenies alrededor de un caudillo revol~cionario.
Pero esias revoluciones, sobre iodo las qUe tuvieron lugar en estos úHimos años, pa– recen iremendas solo desde lejos, vistas de cerca, tienen poca importancia, y su único la– do serio es el desórden que introducen por mas ó menos tiempo en la hacienda pública. Lo que piden los revolucionarios no es uh cambio de personas, y las batallas por las cuales se compra la vicioria de uno ú airo partido, difunden el luto en un número muy limitado de familias.
Las cosaS por lo regular se pasan como sigue: el partido que no está en el poder, resuelve derribar al que lo ocupa. Enionces las personas que se consideran como sus je– fes, fomentan una conspiracion, que general– mente iíene por resuHado la toma, por irai– cion ó asalto; del ciuartel de alguna cabecera dé departamento importante. Dueños enton– ces de la ciudad por solo este hecho, lo que no dejará dé parec"r extraño á iodos los mi– litares del mundo, lanzan un manifiesio al
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