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dura de las culebras y uniarse de zumos qUe alejan los insectos. Si por casualidad llegan

á perderse, saben fabricar en un rnoznento

un abrigo contra el viento y la lluvia, con ra– madas y bejucos, hacen fuego donde quiera frotando dos pedazos de palo seco, y encuen–

iran frutas, raices, y aun animales para co–

mer. Todos conocen varias clases de silba– tos ó reclanlOs para llamar á las aves Y otros animales, saben tambien disponer, para co– gerlos, los lazos y trampas mas ingeniosos y

variados.

Las muchachas, hasta los diez años de edad, participan á iodas las aveniuras y ex– pediciones de los muchachos, y sucede á me– nudo que grupos de ocho á diez niños que– dan ausentes, Ó perdidos en los bosques, du– ranie muchos dias, sin que la familia se in– quiete por ellos.

Los casamientos se hacen de una mane– ra muy original. El marido y la mujer están desposados sin saberlo, cuando están todavía

criaturas, por sus respectivos parientes. Uno

y oiro crecen llamándose: "mi marido, mi

mujer". Cuando ha llegado la época de su desarrollo físico, ámbos declaran á sus pa– rientes que quieren ser completamente casa– dos. Entonces las dos familias se reunen pa– ra fabricarles una casa, les dan todos los utensilios indispensables, y despues los aban– donan.

A la muerte de un jefe de familia, el mayor de los hijos varones no casados le su– cede en la autoridad, y manda, aun á sus abuelas. Las mujeres no gozan jamas de autoridad alguna y no poseen nada suyo pro– pio Las cosechas en pié; los botes, etc... son propiedad del sucesor. Los hijos ya casados no tienen derecho á nada: son considerados como h ...biendo recibido su parte de la heren– cia de antemano, cuando se casaron. Los hi– jos menores de edad y no casados ~ienen de– recho á reclamar á su hern~ano mayor una cierta parte, el dia en que se casan.

Los funerales Se hacen con acompaña– miepto de cantos lúgubres y de gritos airo– ces. Las mujeres de la familia del difunto Se arrancan los cabellos, y, de cuando en cuando, alzan los brazos lanzando un grito agudo, y se dejan caer de bruces, algunas se hacen mucho daño: sus pechos pendientes en sus troncos desnudos hacen de esla cos– tumbre un espectáculo tan cruel que su vis– ta es insoportable. El cuerpo del difunto, pintado de lo mas exquisito, se lleva en el bosque, donde lo entierran al pié de algun árbol. La ceremonia se iermina por abun– dantes libaciones de "ulung".

Durante estas fiestas de que he hablado al principio y que no tienen otro pretexto que el embriagarse juntos, no tardan, cuando las cabezas están un poco calentadas, á abando– narse á los pasatiempos, juegos, cantos y danzas.

Los juegos son casi siempre una especie

LOS NIROS MOSQUITOS

Cuando nace un niño, no se le hace otra práctica que marcarlo en el vértice de la ca– beza con una piedra aguda y candente. Se cree así preservarlo de toda brujería. La mortalidad es muy grande entre las criatu– ras, pero las mujeres son fecundas.

Apenas los muchachos son capaces de andar, ya se mantienen constantemente en

"cayucos" proporcionados á sus fuerzas, y

se ejercitan en tirar el pescado con pequeñas flecha,? Estos niños de los indios caribes son incontestablemente lo que sorprende mas al obs'i'rvador. En una edad en que los nues– tros s'i' consideran todavía como irraciona– les, lo,? jóvenes caribes saben hacer ya ellos mismos sus arcos y sus flechas, y aprovisio. nan lEl familia entera con pescados, caraco– les, ca¡-lgrejos, camarones y frutas silvestres. Saben perfectamente salir de apuro en todos los accidentes que pueden sucederles. Na– dan y bucean como patos, trepan á los mas elevados árboles y saben evitar los insectos y animales peligrosos. Su oido percibe, en medio de las selvas, el menor ruido y adivi– na cual es la causa que lo produjo, conocen el nombre, las propiedades y el empleo de un sinnúmero de plantas, así como en que época se puede recoger la parte útil, en que luna y como se debe proceder, se avanzan si temor, y penetran á lo lejos, en las mas tenebrosas selvas, se deslizan en los mas en– redados bejucales, sin ruido, casi sin quebrar nada, y sin embargo dejando á cada paso se– ñales imperceptibles, por medio de las cuales pueden volver á encontrar su camino, ya de dia ya de noche. Observan en el suelo los rastros mas leves, casi invisibles, y suputan inmediatamente cuál es el animal á que per– tenecen, el número de instantes que han co– rrido desde que pasó, donde iba, de donde

venia, su edad, su sexo, si eslaba herido, en

qué parte del cuerpo y si la herida era gra– ve, eic... Saben iambien aliviarse de la pica-

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gusto y simetría, por medio de un hilo de pita.

En el cuello llevan collares de bujerías de la misma clase que los brazalete~, pero las mas veces lo hacen con dientes de pecari ó de tigre, cosidas en un cordon de algodon teñido de varios colores. Esos collares de dienles son á veces tan largos, que se pasa el brazo en ellos y que caen hasta las cade– ras, cruzándose sobre el pecho cuando son

varios.

En los dias de fiesta se añade á esos ata– víos unas especies de charreteras de plumas brillantes, y gorras formadas de una corona espesa de algodon torcido, teñido de varios colores, y en que se plantan ó cosen las plu– mas largas, coloradas y azules que forman la cola de la lapa (ara).

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