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« Previous Page Table of Contents Next Page »de lucha de gim:tástica ó d<; destreza, ~de
mas tienen desahos, ya sea a brazo parildo, ya sea de pugilato. Los mnchachos se di– vierten á correr ó a buscar y sacar objelos pequeños del fondo del agua. Todos se ejer– citan tambien en tirar la flecha, ya sea so–
bre un punto fijo, que sucesivamente Se po–
ne mas y mas lejos, ya sea sobre un objeto móvil, por ejemplo un plátano, que uno de los asistentes arrroja en adelante. Los resul– tados que obtienen en cuanto á la precision del tiro son sorprendentes. Otro juego con–
siste: en volar al aire una mazorca de tnaíz
que todos apunlan á la vez, y la experiencia es satisfactoria cuando la dejan sin un solo gratl0' Un juego bárbaro es el el1 que dos lidiadores se dan recíprocamenie, pero, uno en pos de otro, un gran puñetazo en el pe– cho, el que renuncia el primero á seguir la lucna es declarado vencido, y paga al vence– dor una mulla ó prernio convenido antes de
comenzar.
En :todas las fieslas y reuniones las
TI"lU–
jeres forman siempre un grupo aparte de los hombres; se sientan en el suelo en uno ó va–
rios círculos, conversan :l:ranquilamenle, be– ben mucho, y se estiran en el suelo para dor– mir cuando están ebrias. En la oira exlre–
midad de Ja casa, los hornbres, por el contra– rio, están casi sentados sobre algun trozo de piedra ó banco, ó si no van y vienen Am.– bas grupos pareoen complelarnente extraños unQ al otro, y hacen cada uno exactanlente
como si fuesen solos. La dueña de la casa es
el único vínculo enlre ambos, y pasa el tienl– po yendo del uno al otro, con el inagotable huacal de "ulung". Al principio todo tiene un l;\specto baslante lucido: las pÍl11uras es–
±án . fr~scasr las conversaciones calmes, los
semblantes risueños y sosegados, en el suelo
~stán lendidos con él mayor aseo y sobre ho– jas, ~os pescados, plátanos y bollos de maíz. Pero luego las fisonomias se eJT\brutecen y el d<¡ls6rden es compleio; se pisotean las prp– visiones del banquete con los piés llenos de lodo, lo que no impide volverlas á probar de cuando en cuando, y, por todos lados, se ven gentes ir á vomitar, y volver a beber otra vez. A pesar de aquellos excesos las riñas son poco frecuentes. . . Los cantos.. aun los mas alegres, son slempre sobre una música monótona y apa– gada, corno la del tambor de' bambú que Jos acompaña inevilablemente. Entre las muje– res son simple versículos, caniados en coro y acorde, y 'con un compás lento. Entre los hombres es mas interesanle. Cada uno á su
forno se erige en canfor; y se levanta en n1e~
dio del circulo, se le pasli el iambor, que se pone debajo del brazo izquierdo, y que :loca COn los dedos de la mana derecha. Si no tie– ne charreleáls, ni gorra de plumas, se los
pr~st"!1')." porque parece que son indispensa–
b~es." El cantor empieza entonces una espe– Cle de declamacion sorda, cuyos versículos,
repiten los asistentes en coro. La originali– dad consiste en que los y,ersículos aumentan de largo en cada copla, porque se repiten siempre las anteriores. Ejemplo"
"El Canior".-.¡Ouién ha dicho que el sol era alegre"
"Asistentes".-.¡Ouién ha dicho que el sol era alegre?
"El Cantor".-El que ha dicho que el sol era
alegre no ha mentido.
"Asistentes".-El que ha dicho etc...
"El Cantor".-El que ha dicho que el sol era alegre no ha mentido, porque sin el sol, es la noche, y la noche es triste. "Asistentes".-El que ha dicho efc.:.
"El Cantor" .-El que ha dicho que el sol era
alegre no ha mentido, porque sin el sol, es la noche, y la noche es triste, puesto que á favor de su sombra, iodos los seres malignos se deslizan hasia sus víciimas. "Asistentes".-El que ha dicho e1c...
3e sigue así hasla que iodos Se enredan
y no pueden acompañar mas. La pieza an–
terior, que yo mismo he recogido, está llena do una poesía extraña, se termina por una invocacion á la luna, que, por su sola apari–
don, disipa todos aquellos horrores.
Esos cantos están acompañados sin inte– rrupcion por pitos, flautas y flajoteles de ca– ña ó carrizo, de á uno 6 de á dos iubos, y en
los cuales el :músico sopla sin saber que, ora
con la boca, ora con las narices. A veces los lnúsicos iocan y bailan á la vez, y, cuando
están cansados, pasan su insirulTIento á un
individuo cualquiera, el que inmediatamen– te se pone á tocar, con tant", seriedad y em–
peño COlno si fuese su profesion. Las muje–
res bailan áparte, y Jos hombres tambien. A veces las primeras bailan toda la noche, y los otros todo el dia. El baile de los hom– bres es una especie de pantornina, ejecutada por dos 6 cualro de ellos, los cuales, á ese efecio, se disfrazan, U1')OS en muchachas, otros
en ancia.nos. Se comprende que quieren re~
presenlar un episodio amoroso: pero lo acom– pañan de los gestos mas indecentes y de las posturas mas significativas. El baile de las mujeres es mas gracioso: despues de haberse formado en circulo, y ieniéndose por las ma–
nos, empiezan á dar vuelias cantando, y, á
una cierta señal, se separan bruscamente,
empiezan á saUar aisladamente sobre uno y otro pié, golpeando al compás un huacal que tienen en la mano y que antes tenian en la cabeza. Poco á poco se juntan dos por dos, y luego cuatro por cuairo, y en fin, iodas vuelven á formar el circulo del principio.
Lo que los caribes prefieren á todo es el iabaco, la sal, los instrumentos cortantes de hierro, las armas de fuego con sus respecti–
vas m.uniciones, los bujerías de vidrio, los
pequeños espejos y las campanillas, los an– .zuelos, los tejidos de colores chillantes, las
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