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maño mayor, ataca a.

los ganados, y deter– mina en el cuero de los animales la forma– cion de un gusano, cuyo desarrollo pone á veces en peligro la vida de las bestias. Las garra.patas tambien pueden acabar con una res á fuerza de chuparle la sangre; en el ve– rano se hallan, escondidas por millones, de– bajo de fodas las hojas, y es imposible salir al campo sin llenarse de ellas.

Añadiremos á. esfos dos inseCÍos el con– junfo ordinario de los parásitas del hombre (Pediculus, Pulex, Cimex, efe.), que no son ni mas ni 1'nenos numerosos que en ofra par– te del mundo: nos dispensaremos de nom– brarlos por respefo al lecfor. Uno de ellos, la Nigua (Pulex penerans), es particular de los países cálidos: se introduce en la piel de los piés, y pradica allí una excavacion para de– positar sus huevos.

CAPITULO IV

POBLACION

SUl\IARIO: Aborígenes - Introduccíon sucesiva de las la zas humanas que se mezclalou cou ellos - Poblacion nctual

con~ideiatla auh opológi camente. - Estadistica.

No siendo la lÍqlleza lllas que el lesultado de la agencia del homble, lIO jmede tlatmse de los medios de III odlleh la, sin tlataise, al mismo tiempo, de la leplOdueeion de la espe– cie humana, eonsidelado el hombl e como jnstlll1lIel1to Índis– pellsable de toda empl esa índustlÍal, como plOdllctOl dé toda liqueza

(A F ESTRADA -Curso de Economía Política)

Antes de examinar, bajo el punto de vis– fa físico y moral, la poblacion nicaragüense, debo prevenir que no tengo ofra intendion que la de aplicar las leyes y reglas de la an– tropología cOn una precision puramenfe cien– tífica; y, á pesar de que una invesligacion de esta naturaleza es uJ,1,a materia muy delica– da en los países d0P-ele personas de color han llegado á o<;:upar posiciones (;llevadas en la sociedad, me atrevo, sin embargo, á esperar que no se dudará de mi imparcialidad y bue– na fé, il,o' obstanfe lo que, en, mis observacio– nes, pudiera herir ciertas susceptibilidades mas va.nidosas que concienzudas.

La poblacion ac!t,Ial de Nicaragua "es esencialmente mestiza". Se compone de los descendientes de razas muy diferentes, las cuales han aparecido sucesivamente en su ferritorio, y se' han fijado en él, mezclándose estrechamente, ora con sus vecinos, ora con sus anfecesores.

Hemos visto en el capítulo histórico que, al momento de la conquisfa, se encontraban en Nicaragua los pueblos siguientes:

1 9 Los "Aborígenes" propiam,ente dichos, ó "Caribisi", que ocupaban iodo el declive oriental de la cordillera;

2 9 Los "Chorofeganos", que ocupaban el valle de los lagos y parie de la meseta de a l– zamienio del Masaya;

3 9 Los "Niquiranos", que ocupaban toda la banda del Pacífico, el istmo de Rivas, las islas de O:mefepe y Zapatera, el Guanacasfe y la península de Nicoya;

4 9 Los "Chonfales", establecidos en las pendienfes occidenfales inmediafas á la cor– dillera.

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A pesar del origen Fenicio-Cartaginés de los Choroteganos, Niquiranos y Choniales (véase capítulo I) no hay duda que, fisioló– gicamente, debian en esia época parecerse mucho á los aborígenes americanos, aunque .I:uviesen con aquellos cierías diferencias físi– cas y morales profundas. Es en efedo una ley de antropología bien conocida que, cuan– do dos razas esfán en coniado, si una de ellas se ve consfanfemenfe obligada á emparen– tarse con la ofra por fa1±a de mujeres, el re– su1±ado es la entera absorcion. de la primera pqr la segunda. Ese era el caso de los Feni– cios ó Cartagineses, los cuales, como lo he– mos visto, deben haber llegado hasfa las An– tillas á consecuencia de una ·témpestad. Pe– ro, aun en la suposicion que hubiesen llega– do despues de una navegacion regular, es casi cierío que no pudieron traer mujeres consigo, por causa de los pelibros que pre– sentaba semejante navegacion, con los cono– cimientos náuticos informes de aquella épo– ca. Debemos nofar, ademas, que los Feni– cios, raza asiática, Ó los Car.l:igineses, prime– ra mezcla de Fenicio y de Africano, esfaban muy lejos de ser blancos, y, aun en nues.l:ros dias, en las márgenes del Mediterráneo, sé encuentran muchas veces ejemplos ele esfa mezcla de Asiático y de Arabe, cuyo color es rojizo. De modo que este tipo debía absor– berse más rápidamente que cualquier afro, en el de los aborígenes americanos.

Las diferencias que habia enfre esos cua– tro pueblos e:xistian, pues, no tanio en lo físi– co como en lo moral, y debian notarse sobre todo en las costumbres y el idioma, como tambien en el desarrollo mas ó rnenos com– plefo de su civilizacion. No dejaban por es–

:1:0 de ser profundas, y la topografía, así como

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