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pa, y allá, por el cu1±ivo, han logrado produ– cirlas de un tamaño enorme y crear varieda– des, 6. tal grado, que ahora en América, si se quieren tener hermosos tomates, es preciso mandar traer la semilla de Europa (1).

Otro error viene de que las personas, que' quieren introducir planlas nuevas en CenIro América, se fijan siempre en las de Europa. La repu±acion y el sabor de esias se deben únicamente al esmero en su cu1±ivo,

é introducirlas sin proponerse darJes el mis– mo cuido, es cometer un contrasentido; así es que las coles, por ejemplo, degeneran con una rapidez espantosa y no se ob±ienen sino con semilla siempre renovada (2). Mieniras no se sepa cu1±ivar y cuidar un jardin en Ni.· caragua, no diré tan bien como en Europa, sino con todas las modifica ciones exigidas por el clima, es preciso soñar únicamente en la naiuralizacion de las plantas de América, Asia, Africa ú Oceanía in.±ertropicales, es de– cir plantas que encontrarian aquí condicio– nes climatéricas mas ó menos semejantes á

las de su país natal. Es verdad que son me– nos conocidas, pero producirian el efecto de– seado, y lo producirian con seguridad. Men– cionaremos en seguida, en sus párrafos res– pectivos, algunas plantas originarias de aquellas regiones y que sería fácil introdu– cir; empero desde luego pondremos algunos ejemplos: los que trajeron la viña á Améri– ca han ienido cuidado de s!'tcar los planlíos de las Canarias, que es un país caliente; se– ría tal vez difícil hacer fn.ltar en Nicaragua al nogal del Norte; peYo el éxito sería mucho mas seguro trayendo el nogal de Abisinia; el trigo de Egipio sería sin duda el mas ade– cuado para este país, y, en fin, el desarrollo que toma en Centro América el ñame, planta originaria del Africa ecuatorial, comprueba todo lo que hemos avanzado sobre la cues– fían de la naturalizacion de los vegetales úfiles.

En cuanto á las ventajas que se pueden sacar de las frutas aC±ualmente exisIentes, fuera del consumo local, nadie parece fijarse en ellas, y muchos se sorprendieran si tuvie– sen conocimiento de los capitales que se han podido formar en otras parles do América con v. g., la esencia de liman (de 3 á 4 $ li– bra), la de limas (de 18 á 20 $ libra), la de naranja, con las flores y las hojas secas del mismo árbol, la corteza de naranja agria, el zumo de liman para teñidores (9 $ quintal), el ácido agallico contenido en la semilla de mango, y la serie innumerable de las frutas conservadas en aceite, vinagre, aguardiente, azúcar ó miel. Hay ±ambien que notar las bebidas fermentadas, los jarabes, confites y

(1) Pelrotet: Observaciones sobre los ensayos de cultivo hechos en el Senegal Palis; 1831

(2) Sagot (Paul): Estudios sobre la vegetacion de las plantas hortalizas de Europa en III Guayana francesa. París

1866.

almíbares, y, en fin, el alcohol, que puede sacarse de las frutas.

IX

Despues de los árboles útiles vienen las plantas herbáceas, que describiremos con el rnísm.o método.

1~ SERIE.-PLANTAS ECONOMICAS

E INDUSTRIALES

El Jiquelí±e (1ndogofera disporma ó 1.

añil L.), que produce la materia fintorial, azul y feculenta, llamada Añil ó Indigo, se está cu1±i.vando con ardor en este mornento en varios puntos de la República, á causa de la rapidez con que se recogen los beneficios del trabajo. El destavor del cacao viene del liempo demasiado largo durante el cual es preciso esperar la primera cosecha. El pre– cio del caÍé no es muy remunerador. El añil, por el contraYio, exige en verdad la creacion de obrajes y aparatos cos±osos¡ pero al cabo del año se HEme el produC±o en dinero de la cosecha y á precios hasla ahora alenfadores. Sin embargo, este culiivo tiene graves incon~

venientes, de los cuales hablaremos en su lu– gar, y se puede sentar este principio que el añil de Nicaragua (casi iodo el añil de Cen– tro América es conocido en el comercio con el nombre de añil de Guatemala), justifica– rá la preferencia que le dan los hacendados, solamente cuando aquellos habrán adquiri– do los conocimien!os técnicos, botánicos, quí– micos y aun mecánicos, etc., que les falian, y cuando se haya modificado la preparacion de esle produC±o, desde la siembra hasta el empaque inclusivemente. En las circunstan– cias aduales, los capifales invertidos en obra– jes están á la merced de cualquier aconteci– miento, que hiciera subir el precio del jornal en Nicaragua. El único m.odo de explicarse el eniusiasmo de los empresarios para el añil, en las condiciones de inferioridad en que se encuenlra Nicaragua, es por la abundancia de la demanda, que mantiene á un precio regular las calidades de Centro América, siempre inferiores (a igualdad de número) á las de la India. Pero eso es una fluC±ua– cion del mercado y una venfaja ilusoria: una mayor produccion en la India, y.aun en _l~

América CenIral, puede hacer baJar el an11 de Nicaragua, á un precio ínfimo, y tempra– no ó farde llegará el momento en que los productores nicaragüenses se verán obliga– dos, ó a adquirir los conocimientos necesa– rios para hacer del añil nicaragüense un ri– val del asiático (1), ó a volver al cultivo de las plantas que, corno el cacao ó la caña dul-

(1) Delanoye, corredor de comercio: Tlatado de las plO– ducciones comerciales naturales, indígenas y exóticas. Paris,

1858.

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