Page 107 - RC_1965_09_N60

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Chil±epe, en seguida se levan±6 la vasta pla– nicie que sirve de base á la sierra de los Marrabios; sabemos además, que entre la primera meseta y el Orosí se levant6 lo que hemos designado con el nombre de pequeña cordillera. Muchas otras par– tes del valle fueron sepultadas bajo las aguas 6 cubiertas de cenizas, lavas, eic... En fin, en varios puntos hubo pequeños movi– mienios parciales, hundimientos 6 alzamien– tos, En San José, cerca de San Ubaldo, ó en las sierras de Managua, por ejemplo, se encuentran sedimentos lacustres que indican que el lecho de los lagos ha sido muy dife– rente del de hoy. En cuanto á los hundi– mientos, son todavía visibles y numerosos, se han llenado de agua y forman las lagu– nas sin desagüe de que vamos á tratar luego. Aun se puede decir que el lecho de los lagos no ha cambiado una, sino varias veces; por– que al Sur de Zapatera se ven pequeñas is– las en las cuales se notan capas de cenizas que llevan señales indudables (v. g. con– chas) de haber sido hundidas bajo las aguas, lo que indica al menos dos movimientos: el uno que hundió esa parte del suelo ya cu– bieria de cenizas, y el otro que alzó, á la al– tura donde se encuentran ahora, estas ceni– zas modificadas por su larga perma7;lencia debajo de las aguas. La naturaleza de las conchas prueba ademas que el agua era dul– ce.

Pero la mayor modificacion comunicada al suelo del valle por los volcanes, es la for– macion de una segunda línea volcánica á lo largo de la cordillera (véase Geografía físi– ca) . Esia segunda línea, mal caracíeriza<;la, inacabada, compuesta de cerros diseminados é incompletos, es muy difícil de estudiar. Ella ha modificado completamente la fisono– mía primitiva de la pendiente occidental de la cordillera, empero es muy fácil averiguar que su formacion es posterior á la de los vol– canes. En varios de sus vértices, en el Cerro de Platotepe (cerca de Acoyapa), por ejem– plo, se encuentran sedimentos lacustres, y, sin embargo, hemos demostrado que los la– gos se formaron despues de la línea princi– pal de volcanes.

IV

Si se supone una nube de cenizas sus– pendida en el aire, es fácil imaginarse inme– dia±amente que las partes mas pesadas son las primeras que obedecen á la' afraccion de la gravedad,. y que las mas ligeras son las úHimas que llegan al suelo. Ademas, si las paries mas pesadas están formadas de una maferia blanda 6 en un estado de semi– fusion, se sabe que se redondearán antes de llegar á tierra (1). Se dá, en Nicaragua, el

(1) Este plincipio sirve de base á la iabricacion de la municiono

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nombre de "Talpe±a±e 6 Talpuja" á las capas de cenizas. Es una especie de conglomera. do de grano fino y fonTIado de pequeñas bo. litas redondas y deleznables, ligadas entre sí por una puzolana pulverulenta. En ciertos puntos, las cenizas no con±enian materias blandas, y entonces están simplemente cl,epo– sHadas en órden de densidad creciente, sin contener bolitas y sin cohesion. El Talpe±a– fe, ó las cenizas, son esfériles, pero no son nocivos á la vegetacion de una manera ab– soluta. Cuando esa clase de ferreno está de– masiado cerca de la superficie, y cubierta solo con una ligera capa de humus, impide á las raices de los vegetales penetrar á basfan– ie profundidad, y enfonces los bosques son bajos y los árboles débiles. En ciertas oca– siones el hUIUUS falfa comple±an'len±e, y des– de luego, no crece mas que un montecillo ó un zacafe raso que se extiende en vastas praderas naiurales sembradas de uno que otro árbol. Si, por el contrario, el Talpe±ate no existe sino á una gran profundidad, la ca– pa de humus que lo cubre es mas espesa, y cria entonces selvas frondosas que pueden ser transformadas, por el desmonte, en pro– ductivas plantaciones.

Hay una circunstancia en la cual el Tal– petate favorece á la agriculfura: es cuando se extiende sobre un fondo de lava cUYa su– perficie tiene la inclinacion suficiente para un desagüe regular y cuyo orígen se encuen– ira en una montaña fresca ó en la cumbre de un cerro cubierto de nubes en iodo fiem– po, como por ejemplo, en la isla de Ome±epe. El agua corre entonces entre la lava Y el Tal– peia±e, de suerie que, en el verano, esos ±e~

rrenos se mantienen siempre frescos, gracias á la: humedad que sube en la masa del Tal– petate, en virtud de su capilaridad.

Esto nos sirve de iransicion natural para señalar la rareza del agua potable en la ma– yor parle de la cuenca de los lagos Y de la banda del Pacífico. El agua no faHa en el

s~n;tido riguros<? de la palabra, pero no hay nInguna comodIdad para traerla en medio de los centros de poblacion. En el invierno, ca– si todo el mundo bebe agua de lluvia, reco– gida en vasijas de toda clase Y ±amaño¡ en el verano, es preciso ir á buscarla al hom– bro en vasos incómodos, Y á distancias con. siderables, ó por caminos escarpados. Ade– mas, casi todas las haciendas carecen de rie– go. Sin embargo, los manantiales no faHan: la cumJ:>re de los volcanes, por ejemplo, está converhda por las nubes en un verdadero pan±ano, pero todas esas aguas corren entre la lava y las capas superiores Y pasan así desapercibidas por debajo del suelo (1). En Nicaragua, se da á la lava el nombre

(1) No se debe deducir de eso la fácil placticabilidad de pozos al tesianos. Seria preciso, pala eso, que las capas fue–

s~n homog~ll~a;s é im~el~n~ables, y por el cQntlalio, el agua tiene que dlvldu'se al mfullto entIe los peñascos del subsuelo

ó ser absol bida por las cenizas.

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