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« Previous Page Table of Contents Next Page »se abre, quedándose el lom.o inm.óvil y sir– viendo de eje, se obtiene un plano inclinado hácia la cordillera sin que la posicion respec– fiva de las hojas haya cam.biado. Por el la– do de Occidenle, es decir, á la orilla del Pa– cífico, se pueden contar todas las hojas. La única observacion que se debe tener bien presente es que, aunque la superficie de la paríe levantada form.aba antes el fondo del mar, no dejaba por esto de presenfar al±uras y valles, y que por consecuencia lo que se alzó no se halla ian plano corno la cubierta del libro. La disposicion y la inclinacion de las capas dem.uesira peren±oriam.en±e lo que acabam.os de explicar. Hem.os dicho ya que la' fecha probable del alzam.ien±o del valle pertenece á las épocas geológicas m.as m.o– dernas, puesto que se encuentran en él la hulla y el ±rapp es±ratüorm.e.
La aparicio 11. del valle debe haber sido acom.pañada casi inm.edia±amen±e de la apa–
ricion de los volcanes, y de su entrada, fam.– bien inm.edialam.en±e, en un pelÍodo de ac– fividad espantosa.
Se prueba eso examinando las capas de lava, en ciertos puntos favorables, donde se puede ver el terreno que han cubierto, por ejem.plo, en los paredones del alveo del rio Ochom.ogo. La lava ocul±a allí un terreno se– dim.entario (y por consecuencia levantado; es un asperon de tercera form.acion), bajo sus capas perfeC±am.enfe planas, com.paC±as y sin ninguna interposicion de vestigios ve– getales. Si se hubiera pasado un tiempo un poco largo entre el alzamiento del terreno estratificado y la actividad de los volcanes, el prim.ero hubiera tenido el fiem.po de cubrir– se de vegetales, y por consecuencia, las ca– pas de lava, en lugar de ser planas y com.– pactas, se presen±arian bajo la form.a esco– riácea, así com.o se ha podido verlo en las erupciones recientes. En la "piedra quem.a– da" de Nindirí, por ejem.plo, no solam.enie el torrente de lava ha sido subdividido por los troncos de los árboles que encontraba en su cam.ino, sino que tam.bien, una vez sepul±a– dos aquellos en la m.asa incandescente, su com.busfion produjo gases que atravesaron el líquido espeso y acribillaron su superficie de burbujas que le han dado la forma esco"' riácea.
Si se quisiese pretender que la aparicion de los volcanes ha sido anierior á la del plan del valle, seria fácil refu±arlo¡ ¿cóm.o, en efec– lo, hubiera hecho las lavas para cubrir con capas planas y uniformes terrenos entonces ocultos bajo el agua, Se sabe muy bien, en efecto, que cuando las lavas Uegan hasta el agua se apagan en ella y no prosiguen su camino sino sobre un trecho muy corto.
4~ PASE.-PERIODO DE ACTIVIDAD
DE LOS VOLCANES
Aquí encontramos un campo muy vas–
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to, abierto á la hipótesis y á la discusion. Acabarnos de ver que; la época probable de la aparicio 11. de los volCanes y de su enfr,ada inmediat¡¡¡. en erupcion es al fin del período geológicd llamado secundario, y al principio del período geológico llamado terciario. To– dos han sido de una actividad asombrosa, todos se han apagado y se han vuelto á en– cender up. gran número de veces, se puede aun asegurar que esíe período de actividad no ha terminado todavía. Desgraciadamen– te, la croI}ología de las erupciones no se pue– de form.ar por falta de daíos, y ni la ±radi– cion, ni el exárn,en de los íerrenos eruptivos,
suminis±ra~ fechas que permitan establecer la antigüedad relativa de cada uno de ellos.
La ún.ica observacion general que se puede hacer, es que todas las grandes erup– ciones han tenido lugar en una época r;nuy con±em.po;ránea del alzamiento del valle.' En efecto, su's deyecciones, lavas ó cenizas, no presentan vestigios de vegetales quemapos, y, cuando Jos hay, son de yerbas ó arbU:s±os de menor tamaño. Las capas erupfivas, en las cuales se encuentran trazas de vegetales, son muy raras, y corresponden á los volca– nes que estaban fodl;l.vía en ac±ividad al tiempo de la conquista, ó se despertaron des– pues de esa época.
El período de actividad de los volcanes ha sido señalado por tres fenómenos de una importancia capital para la geografía de Ni– caragua. El primero es la prolongación del alzamiento determinado por los volcanes de Costa Rica, á lo largo de la cbs±a del Pacífico, en forma de una hilera de colinas que se jun– taron con la meseta de alzamiento del Ma– saya. El S'egundo es la formacíon de los¡ la– gos. La falda occidental de la cordil¡era de colinas de que acabarnos de hablar, y central por una parte, y, por olra, la hilera que limitaba al Occidente el plan del valle recientemente alzado, se encontraron for– mando una cuna én la cual se acumularon las aguas. Aquellas, elevándose poco á po– co, debian encontrar un desagüe en el pun–
±b mas bajo del recinto montañoso que las rodeaba. Era de esperar que este punto mas bajo se encon±raria no en la gran cor– dillera, sino en la pequeña; sin embargo, por la casualidad rnas exiraña, ha sucedido lo contrario, y este punto mas bajo se halló, no diré en la gran cordillera, sino en el valle que separa la gran cordillera nicaragüense de la costarricense, así como lo hemos visto ya en la Geografía física.
El tercer fenómeno interesante del pe– ríodo de actividad de los volcanes, es la mo– dificacion, en un gran número de luga,res, del suelo del valle, que, casi en ninguno de los puntos de su superficie, se quedó tal co– rno habia sido levantado. Hemos menciona– do ya el alzamiento parcial de una gran me– seta de .torm.a cl;lsi circ~ar, que se extiende desde el Moznbacho hasta la península de
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