Page 93 - RC_1965_08_N59

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de rigOl en este caso, entonaba los cantos funerales y las preces religiosas del ritual Y a los acordes triste– mente conmovedores de una marcho fúnebre, que de– jaba oir la banda de los Supremos Poderes, caminaba lenta y silenciosamente el triste y melancólico convoy. No hay memoria en Managua de OtlO entierro se– mejante Aquello era la manifestación espontánea del dolor que conmovía a todo un pueblo Marchaba el cortejo fúnebre en número que no bajaba de tres mil almas A manera de batidores, nombrados por la

Junta de Discípulos, caminaban algunos ciudadanos a la cabeza de la procesión, abriendo calle y suplicando el silencio a la multitud que se agrupaba en las aceras y avenidas de la larga y siempre concul rida carrera que siguió el entierro Por cada boca-calle del tránsito afluía en oleadas la muchedumbre Y no llevaba allí seguramente la simple curiosidad del espectáculo, cu– ya majestad se presentía, sino el deseo vehemente de tomar parte en la manifestación del duelo tan gneral– mente sentido En todos los tostros se veía retratada,

01 par que LinO espectación ansiosa del que espera algo grande y severo, las señales de una consternación y de una angustia verdadera

El imponente espectáculo tenía en su misma gran–

deza mucho de consolador

La muerte del maestro, más que muerte, semeja– ba resurrección gloriosa Ero algo así como acaso del sol, que si bien produce momentáneamente las som– bras de la noche, ha de alzarse majestuoso y resplan– deciente en el levante de un nuevo día

Todas las hipérboles y las metáforas de la Retó– rica, ceden ante la realidad de los hechos. Traducir

en estas líneas el sentimiento universal, la trascenden– cia y solemnidad de la manifestación unánime y espon– tánea, con que todo un pueblo tributó entonces a uno de sus hijos predilectos, el último y más elocuente de sus homenajes, sería, sobre pretensioso, imposible Concluyamos, pues, esto pálida reseña De tre-cho en trecho, y en medio de ese pavoroso a la vez que imponente silencio, con que la multitud asiste a las catástrofes consumadas, se detenía el cortejo, y eran leídos por sus autores los diversos discursos, preparados de antemano con el objeto de aumentar, a ser posible, con la voz viva del sentimiento, la solem– nidad del acto Los cariñosas expresiones y las frases justicieras en que esos discursos abundan, caían sobre el sagrado cadáver como coronas tejidas con suspiros

y ungidas con besos y lágl imas en el adiós de la eterna despedida !

y acompañado siempre por la concurrencia se– lecta y tristemente silenciosa, que ela engrosada a cada paso en las calles del tránsito, por el confuso tropel de la muchedumbre del pueblo, en aglomeración inmensa, abigarrada, heterogénea, de personas de todas clases y sexos, como demostración inconclusa de la excep– cional popularidad de que gozaba el apóstol de la en– señanza, llegó por fin el imponente entierro al término de su jornada, tres horas después de haber franqueado lo puerta del triste y desolado hogar

Las venerandas reliquias del maestro volvieron en en aquel momento al seno de la madre tier ra. Su dis– cípulo don Esteban Escobar, dirigióle el último conmo– vedor adiós. Y en la misma fosa se unieron entonces,

paro no separarse nunca jamás, los dos hermanos que– ridos -Gabriel y Félix Mora[es- que juntos vivieron en comunión misteriosa de trabajos y de anhelos, de nobleza y de bondad dos hombres honrados, dos ciu– dadanos útiles, dos modelos que imitar, en estos cala– mitosos tiempos en que el valor civil decae, las pasiones espúrias crecen y la dignidad se esconde. E[ uno, con sus recursos, enjugando ajenas lágrimas, dulcificando amarguras y haciendo irradiar el sol de la caridad en los antros del dolor, el atto, con su abengoción, luchan– do por la humanidad en una batalla de cincuenta años, y llevando la luz de la inteligencia a los oscuros domi– nios de la ignorancia Los dos, columnas firmísimas de su hogar, joyos modestas de la sociedad, servidores humildes de [a patria Sob, e la piedra que cubre el común sepulcro donde la gratitud de un pueblo ha de levantar maííana dos hermosos monumentos, hoy se alza majestuoso el ángel de la justicia, con los ojos cu– biertos por la impenetrable venda, y la balanza al fiel en una mano

Oh! ino[vidables hermanos, dormid ya y descan– sad! Que si luchando en la buena lid, solo conseguis– teis quebrantar vuestro espíritu gastado y deshecho antes que vuestro pecho robusto exhalara e[ último aliento, no habeis luchado en vano para vuestra patria, a quien legáis nobilísimo ejemplo y dechado de consa– gración generosa, ni sin gloria para vuestro nombre! Los que conocieron todo vuestro valor, y aprecia– Ion vuestros esfuerzos por la causa a que sevíais, la tierra que os contaba entre sus hijos más queridos, nunca os negarán premio que no obstuvísteis viviendo!

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VII

Gabriel Morales, pues, no fue más que un maestro de escuela, es decir, un mártir sin circo

Después de 69 años de una vida consagrada toda al bien, envió su tarjeta a lo posteridad, sencilla y mo– destamente, sin alardes febriles ni inquietantes son– rojos

La popular idad que a su nombre se aune, lo dorará con una luz de idilio, pura e inmarcesible Mientras llega, somos justos con él, dándole una sepul– tura literaria, escogida, delicada, lIIna brevis, una ur– nito elegante, adecuada a su modestia, y en [a cual pueda grabOl se, como emblema, un libro abierto. Hoy que venimos de rodillas a deshojar flores so– bre su tumba, no necesitarnos agitar el incensario ni remover la tierra La materia inerte pertenece a la materia en actividad Los que ya no existen, tienen derecho a ser venerados, nada aleja más a los que mue– ren, que la muerte, nada los acerca tanto corno la in– mOltalidad

La vida es un organismo que se destruye' el nombre es una cifra que permanece, que se trasmite, yo sea girando en el recinto del hogar, ya en las esferas dilatadas de la Historia

Para los científicos -que es una de las formas del materia[ismo- el mós allá corporal es simplemente una modificación del molde pi imitivo, la cesación de la vida es el aniquilamiento del espíritu El individuo quedo reducido o un sencillo caso de observación el anató– mico estudia las vísceras y pretende sorprender los fe-

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