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la repetía incesantemente, tal como si de este modo hubiera de convencerse de la certeza de ella En cier– ta ocasión decía con inefable contento "Estuvo a ver– me Luis López parecía afligido de mi situación Hablamos del tiempo en que le tuve en mi escuela, y

me dijo que

I ecordaba siempre con placer aquellos años, y que quisiera volver a ser niño, solamente por estar junto conmigo" -Tan pequeñas satisfacciones eran en sus últimos momentos, sus únicas recompen– sas

Entre tanto, la ten ible enfermedad iba cebándose en él Ni la ciencia, con sus supremos esfuerzos, ni los solícitos ciudados, ni el cariño de los seres queridos que lo rodeaban, nada bastaba a conjurar la catástrofe que se cernía siniestra sobre aquel humilde hogar . 1;:1 enfermo sucumbía, la ciencia desesperaba de un éxi– to lisonjero, no había salvación posible poro aquella preciosa existencia, hasta entonces apreciada en todo lo que valia, por 10 mismo que estaba próxima a per– derse para siempre

Sufría el maestro sus crueles padecimientos con resignación cristiana, y cuidaba de cumplir con las prácticas y preceptos que el culto religioso impone En dos ocasiones recibió entonces los Sagrados Sacra– mentos, de manos de su antiguo discípulo, el señor Presbítero don Félix Saravia, y otra, la liltima vez, con toda la imponente solemnidad del caso, en cuyo acto ofició el señal párroco don Pedro Abelardo .obregón, asistido por el mismo Presbítero Saravia, y el de igual iQvestidura don Antonio Durán El momento era so– lemne, la concurrencia numerosísima y formada en su mayor parte por antiguos discípulos del maestro, hom– bres de todas las procedencias sociales, mostraba la pesadumbre y el recogimiento conmovedor que imponía el más profundo respeto Llegó el instante supremo al recibir el pan ácimo de mano del sacerdote, el maes– tro, en horrible estado de postración, pálido, exánime, [adeanle, se incorpora penosamente en su lecho de agonía, y con tembloroso acento rezo en latín y en voz alto el acto de contrición; la emoción que le domina debilito su acento de tal modo, que sus últimas pala– bras se aperciben apenas confusamente entre los angustiosos sollozos que de pronto re sobrevienen, mientras corr en de sus ojos gruesas y abundantes lágrimas Ah! la muerte no es más que el senti– miento de lo que se abandona En la profunda y des– consoladora mirada que el maestro tenderí'CI entonces a su alrededor, vería pasar en silencioso hueste sus de– seos mue/tos al nacer, sus esperanzas olvidadas, sus luchas sin plemio, sus fatigas sin recompensa, sus ale– grías, sus penos, sus dolores, que en el lúgubre desfile, se alejan, huyen, desaparecen triste floto negra arrastrada hacia el olvido!

Al amanecer del 3 de Agosto, tras uno noche de alarmante gravedad, quiso el maestro consignar en de– bida forma su postrera voluntad, y así lo hizo ante el Notario y Escribano público, su antiguo discípulo, señor Líc don Juan Manuel Alce Extendido el documento respectivo, faltáronle las fuerzas 01 ilustre enfel mo en el momento de firmar, y hubo de llenar esta formali– dad, a ruego suyo, el señor Senador don José Dolores Rodríguez, su ahijado y también su antiguo discípulo, presente al acto. .• Tiene lo casualidad, o veces, ex-

trañas y asombrosas combinaciones en su modo de ma– nifestarse i Quién le habría dicho nunca al maestro,

que aquellos dos tiernos niños, cuya mano guió él por primera vez sobre la emborronado plana de la escuela, habían de llegar, años más tOl de, o su lecho de agonía, o autorizar con sus firmas el documento en que cons– taban sus últimas sagradas disposiciones! Nescia mens hominum fati sortisque futura.

Por último, el maestro don Gabriel Morales exhala su postrer aliento, al comenzar la tarde del 10 de Agos– to de 1888

. Lo fatal noticio cunde rápidamente por lo pobla– clan Desde los primeros momentos una multitud, visiblemente consternada, invade la casa mortuorio, como queriendo convencelse por sus propios ojos de la terrible verdad Los discípulos del maestro, aproxi– mados por la común desgracia, organizan en el acto un Comité, de cuyo seno salen comisionados los seño– res don Santos Chávez y don Esteban Escobar, poro significar o la familia del ilustre difunto, el deseo, por todos manifestado, de velar el cadáver por más tiempo del que previene la ley, previa autorización de lo auto– ridad respectiva obtenido el permiso correspondiente el 11, inÍ'Ciase una suscripción voluntaria entre los dis– cípulos, para sufragar los gastos que hasta el entierro del cadáver pudielan originarse. Acogido el pensa– miento con entusiasmo, invirtióse lo recaudado, en ad– quirir los listones que !levarían al brozo, en señal de justo duelo, los niños de todas las escuelas públicas de fa capital, en papeletas de invitación paro los funerales, y en cuantos gastos ocasionara la numerosa concurren– cia que quedó en la caso mortuorio, acompañando el sagrado y venerable cadáver En aquel concurso se veían confundidos en un solo pensamiento personajes de los diferentes partidos políticos, ministros del altar escritores distinguidos, médicos, abogados, comercian– tes, periodistas y funcionarios de todos los ramos de la Administración, escribanos públicos, procuradores ju– diciales, artesanos, agricultores, proletarios, todos uni– dos en íntimo y fraternal consorcio, como imagen elo– cuente de ro espontáneo de aquello manifestación. El

Comité de discípulos prometió entonces publicar una Corona Fúnebre en honor del maestro, ton pronto como pudieron allegarse los materiales necesarios, y erigirle más tarde un mausoleo que perpetuase materialmente su memoria, de todos modos imperecedera.

Dispuesto todo para el entierro, la procesión fú– nebre, siguiendo el orden fijado en er prospecto que se hizo circular anticipadamente, se puso en marcho ha– cia el lugar del eterno descanso. Un lujoso carro severamente enlutado, seguía tras el féretro, que era llevado en hombros por sus discípulos, alternándose éstos de trecho en trecho. El señor Presidente de la República, algunos de los señores Ministros de Estado

y otros altos personajes, Jlevaban los cabos de las cintas que pendían del sarcófago La Municipalidad, presi– dida por el Prefecto del Departamento, el Cuerpo Mi– litar, el Club Social, lo Sociedad Familiar, la Sociedad de Artesanos y lo Junta de Padres de Familia, concu– rrieron en cuerpo Los alumnos de las escuelas de la ciudad, con sus insignias de luto, imprimían un tinte conmovedor o aquel imponente cuadro El clero, en considerable número, y con todo el ceremonial que éra

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