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« Previous Page Table of Contents Next Page »carece de religión no sela Jamás un h0mbre honrado podrá llegar o hacerse rico, avaro, poderoso, porque los riquezas, donde hoy vicios, son palancas formida– bles Pero, ¿en dónde hollará un freno contra el po– der de sus pasiones? ¿En dónde hallara un impulso para hacer buen uso de sus riquezas? ¿En dónde esa voz divina que excite al rico a socorrer al pobre? ¿En dónde aquello que le arrastre a decir, como Fenelón, "mi familia antes que yo, pero mi patria antes que ella, y el género humano antes que todo"? -¿Qué ins– trucción muy provechosa, qué educación muy produc– tiva, qué castigo reformador podrían emplearse contra el ateo?
Las lecciones amorosas del que toma a su cargo
Id educación del hombre, se graban y se recuel dan con placer hasta el último día de la existencia, pero si el institutor es espíritu fuerte, si rinde culto a la diosa Razón, si es despreocupado y libre-pensador, ¿qué sen– timientos podrá inspirar al niño, germen del hombre, que confiadamente se le abandonara? ¿Qué doclrinas podrá infundirle que estén en armonía con su felicidad futura? ¿Qué ciudadanos podrá formar, de utilidad positiva para la patria, que imiten a Bolívar en la ha– cienda de "San Pedro", recibiendo de Esteves el pan de la gracia, y exhortando a la paz para la salvación de los principios, a Washington y a Franklin, en sus últi– mos instantes, confiando al Ser Supremo la libertad de su nación, y 01 desgraciado Carlos 1, en presencia del sacerdote, recomendando a sus hijos el perdón sincero de sus verdugos?
Es ésta, a nuestro modo de vel, la más importante faz de la obra inapreciable que llevó a cabo aquel hombre, dotado de una voluntad de hierro, de una lora idiosincracia, de un espíritu verdaderamente excepcio– nal ¿Quién será capaz de fOar la trascendental in– fluencia que en nuestra suerte de hoy haya tenido aquella labor de cincuenta años, no apreciada todavía
como en justicia merece? Qué voz secre1a animaba a oquel apóstol, vigorizando su espíritu, robusteciendo su brazo e infundiéndole valor para seguir adelante? No era el interés mezquino, ni lo ruín satisfacción del momento, lo que pudiera habelle impulsado hasla ha– cer el sacrificio de su propia vida, en aras de lo santa causa pOI la que luchó sin tregua A la muerte de su hermano don Félix Morales, ocurrida en 1885, el moes;;
tra quedó en posesión de un no escaso capital Si ero lo necesidad la que inspiraba su anhelo, si era un mó– vil mezquino lo que lo impulsaba, pudo entonces ha– berse letirado tranquilamente al fondo humildísimo de su hogar, a disfrutar de calma y comodidades que jamás gozó en la vida Muchos, que creyeron esto posible, y tras de posible, lógico, aventuraton la especie de que así resultarío, pero pronto habían de salir del el ror en que incurrieron El maestro no abandonaba su escuela porque ni el golpe terrible que en su espí– ritu enfermo descargó la fatalidad en aquel trance tristísimo, ni las múltiples ocupaciones que venían a solicitOl su atención, ni los acontecimientos políticos que por aquella época mantenían en continua zozobla el corazón del patriota, le hicieron volver atrás ni pa– lalse en su comino El maestro dejó a otros el encar– go de administrar los intereses que a él y a sus hel– monas menores pertenecían, miró desde un principio
este cuidado con marc.ada asomo de indiferencia, y
continuó en su labor de todos los días, con lo misma asiduidad, con el mismo tesón inquebrantable, con las mismas fatigas y las mismas privaciones que le acom– pañaron siempre! Y haciendo, de esta manero, abs– tracción completa de su propia vida, sacrificando su existencia en Olas de un pOI venir, cuyos espléndidos destinos, preparados por él mismo, otras habrían de disfrutarlo, dando tesoros inmensos a cambio de un trozo de pan, sosteniendo con su mano e impulsando con su voz así continuó en su abra, hasta sus últi–
mos momentos, aquel ser extraordinario, de quien ape– nas se hizo caso en mucho tiempo paciente sufrido mártir, héroe, que vivió oscurecido y
murió co'n la son~
risa del justo y ICI frente oureolada por la gratitud de un pueblo
La historia de los hombres excepcionales es siem– pre la misma Sus trillnfos se cuentan por sus amar– guras, y llevan la mOl ca de los desengañas La vida de esos hambres, en su peregl inación por el mundo está llena de episadias en que la miseria, el afán, I~
injusticia y el dolor predominan La posteridad se en– carga de hacer justicia al mérito, pero justicia póstu– ma, jLlsticia tardía Las flores que recoge, las coronas que forma, los laureles que teje, llegan mOl chitos al pie de un sepulcro, donde sirven de brillante adorno y
de amarga ironía a la vez.
VI
Larga y penosa fue la enfel medad, preCLIrsora de la muerte, que postró en el lecho del dolor la vigorosa naturaleza del maestro Pero ni el fin cercano que presentía él, ni sus terribles padecimientos, le hicieron nuncd perder su habitual tranquilidad y lo dulce y afa– ble de su carácter en el troto 01 dinario de la vida Te– nía expresiones halagadoras pOi a cuantos llegaban a visitarle en aquel trance supremo Convencido de que su enfermedad no tenía más origen que la vida seden– taria a que su consagración le había obligado, acon– sejábale flecueniemente a sus colaboradores en el magisterio, y especialmente al señor Chávez su inse– parable compañero de tantos años, "que busc.ase la manera de ocupal se en otra cosa, porque la escuela, decía, ya ves en el estado en que me ha puesto" Pe– ro no había en esta su perenne fiase, ni un asomo de amOlgura parecía eslar salisfecho de su labor, aún en las más tristes consecuencias de ella misma Y si después de semejantes exclamaciones, llegaban, como de costumbre, junto a su lecho, las niños afligidos de la escuela, que venían a entel arse del estado de salud en que seguía el maestro, los hacía acel carse a él hasta acariciarlos con sus propias manos, y, engañándose a sabiendas, les aseguraba que estaba en vísperas de una curación completa, y que planto volvería, POI lo tanto, a su abandonada escuela Muchos y sen– tidos episodios pudiéramos relatar de estas conmove– doras enlrevistas, capaces ellos, por sí solos, de dar acertada idea eJel carácter bondadoso y sencillo del maestro Conmovía lo de tal modo, en aquella triste situa<.ión, una expresión o una frase cualquiera que le revelara glatilud o siquiera leconocimiento de sus va– liosísimos servicios, que si llegaba a oírla alguna vez,
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