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y así era, efectivamente El maestro vivía casi abandonado a sus propias fuerzas Los que podían ayudarle, pasaban por su lado, como (a indiferencia oficial, erguidos y sin fijar la atención en aquel mo– desto obrero que trabajaba silenciosa y humildemente en una de ras obras más grandes y meritorias Veinti– cinco duros devengaba mensualmente cuando estuvo mejor retribuído (1), pero durante los once años en que su escuela corrió a cargo de la Municipalidad, su sueldo no pasó nunca de 20 pesos sencillos diez que le fueron asignados en esta ciudad, y diez que le señaló la Dirección de Estudios, que funcionaba en Granada De esta exigua cantidad le abonaba el maestro ocho pesos mensuales a su asiduo colaborador el señor Chá– vez, por la hora diaria que dedicaba a la escuela, con el resto había de atender a las premiosas necesidades de la vida i Y si al menos hubiera podido contar siempre con el pago oportuno de este miserable sueldo! Pero escasísimos debieron ser, sin duda, los fondos con que cantara la mencionada Dirección de Estudios, por– que cada vez se hacía más dificultoso enterarle al

maestro los diez pesos asignados i Cuántas veces, espoliado por las estrecheses en que vivía, se vio él en el duro caso de tener que escribir cartas suplicantes a personas respetables, como don José Mercedes Zeloya y otras que residían en Granada, para que interpusie– ran sus influencias, a fin de que se le abonara puntual– mente su mezquina asignación! De este modo se pa– gaban los esfuerzos de aquel hombre excepcional, que había servido a su escuela gratuitamente durante 28 años consecutivos! Pero no por eso flaqueaba su vo– luntad Qué importan miserias y privaciones! Para encontrar fuerza en la adversidad, el maestro seguiría imperturbable en su puesto la satisfacción del deber cumplido era el mejor alimento para su espíritu, para tener un pan que llevarse a la boca, ágiles se sentían aún sus brazos, y listo estaba el telar! No era aquella ruda faena, en verdad, la más a propósito para restau– rar sus fuerzas, aniquiladas por la constante fatiga, pero asaeteándolo la necesidad con Sus' implacables exigencias, se sometía sin vacilar a la dura prueba, tan extraña a los espacios donde vagaba su espíritu. El maestro, pues, tejía telas, por lo mismo que el poeta cubano Plácido hacía peinetas, para vivir!

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Ni los pequeños ambiciosos le contaron nunca entre sus filas, ni el Carnaval de Venecia de los que se llaman grandes, le vieron nunca entre las suyas Le– jos de las miserias de los unos y de las vanidades de los otros, Gabriel Morales permanecía apartado y solitario, con sus hábitos humildes, con sus costumbres sencillas, sin quimeras ni ambiciones, trabajando sin descanso en la inmensa labor que se había impuesto Su órbita de acción estaba circunscrita al recinto de su escuela' fuera de ella se habría agitado impaciente como un pez en las arenas, o como el pójaro, palpitante de terror, bajo la campana neumática que lo ahoga

El hogar de sus padres fue siempre el suyo No

(1) Ya pat'a cntral' en prensa esta página. hemos visto un acueldo,

feeha 31 de Marzo de 1887, por el cual se aumentaba

C3ta asignación

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contrajo matrimono, porque al acercarse esa ¡edad penoso, en que el hombre necesita la mano amiga de una compañera que enjugue el sudor de los fatigas y refresque los heridas recibidos en la batalla del mundo, ya él estaba empeñado en la labor redentora q que vivía consagrado, y puede decirse que hasta le faItaba tiempo para pensar en sí mismo Sus cariñosos' her– manos, -humildes y modestos como él-, y unq hija única que hubo en los años de su juventud, fueron los seres queridos que compartieron con el maestro pesa– dumbres y alegrí'as En medio de aquella honrada y

reducida familia, él era el representante de la a\Jtori– dad paterna, su carácter, sus años, sus virtudes, pusie– ron sobre su frente lo corona venerable que, der;tro y fuera de su hOgOl, le hizo siempre acreedor a estima– ción y respeto

Su característica humildad le hacía traición. El manto de la modestia en que tenazmente se envolvía, lejos de ocultarlo, como él pensaba, a las miradl'ls de todos, le servía de fondo oscuro sobre el cual resplan– decían, con mucha más intensidad, sus méritos y virtu– des Con la sencillez de un niño se le encontraóa de ordinario dedicado a las más humildes faenas de

su hogar Y esto a nadie sorprendía Porque ora !atra– vesase los calles, -como tantas veces le vimos-+, lle– vando sobre sus hombros el cántaro de agua que en su casa era necesaria para el consumo del día; qra se le viera, con tardo y silencioso poso, en medio de) cor– tejo fúnebre que seguía el ataúd de algún amigo, '-en semejante acto, bien (o recordamos, siempre wave, condolido, silencioso, con la cabeza descubierta en se– ñal de religiosa veneración-, en uno como en otro caso, el maestro Gabriel era siempre el mismo' para cuantos encontraba en su c<;Jmino, el padre de, todo una generación, a quien iban dirigidos los universales respetos

Su alma generosa, incapaz de dolo, rehuía toda complicidad con el escándalo, por eso el maestré) Ga–

briel logró mantener cerrados sus oídos a las pérfidas sugestiones de la política, que todo lo malea

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que, todo lo destruye, que todo lo esteriliza. En los primeros años de su juventud, cuando en la patria parecí'O no haber otra atmósfera de vida que la que envolvía, a los agitadores políticos, tia sentirse arrastrado por Id ava– lancha fatal, era ya una prueba evidente de sensatez y

cordura Cierto es que desde el año de 1858 se le co– noció afiliado al partido cqnservador, con cuyos doctri– nas pareció simpatizar, pero en ningún caso ese p6rtido pudo contar más que con el concurso leal y espontáneo de su voto, en la lucha pacífica de las urnas. , No quiere decir esto que el maestro figurará, por carácter, al lado de los débiles de espíritu o de los indiferentes, que forman en todas partes y en todos los tiempos la masa plástica de los que consienten, por el contrario había en él temperamento de patripta y exaltación de república Nadie más pronto que él, para celebrar desde el fondo de su corazón, cualquier acontecimiento que denunciara una conquista adquiri– da en el campo del derecho, o un paso dado ad~lante

en el camino escabroso de las libertades públicas.' Los que le conocimos de cerca sabemos perfectamentl? has– ta dónde alcanzaban los amplios horizontes de sus principios políticos; bajo su bandera de armiño cabían

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