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exquisita moralidad. El no tenía, como yo hemos di· cho, tesoros científicos que trasmitir, y su misión, por lo tonto, estaba limitada a inculcar los rudimentos com– prendidos en la instrucción puramente elemental El se contentaba con echar las bases, otlOS eran los 110– modos a edificar Pero es lo cierto que la eficacia de sus esfuerzos, mós que a la inteligencia, se dirigía 0\

corazón El vigilaba el carácter y la voluntad, ende– rezándolos por rumbos de rectitud y firmeza Nado escapaba en esta delicada observación a su rara pers– picacia Sus lecciones abrazaban, en esta foz de la educación moral, desde las más sencillas reglas de compostura y urbanidad, hasta las más sagradas obli– gaciones del hombre para con Dios, con la patria y la familia Aquellas sus claras explicaciones de "Dele– cho Público", y sus sencillas y bjen meditadas "Leccio– nes de Moral Práctico", puestas al alcance de la más limitada comprensión, no podrán olvidarse en mucho tiempo (1) El maestro se había encargado, pues, de la parte más delicada de la educación del hombrSl la educación del corazón El comprendía que infundien– do sentimientos capaces de asegurar la conciencia del deber y 10 justicia del triunfo, jamás faltarían a su pa– tria héroes en el campo de las luces o en el campo de batalla, ni lidiadores, en fin, en todo lo que fuera lu– c:har por una noble idea o por una sOllta causa

Allí, a su lado, se incubaron espíritu~ viriles y luminosos, de allí salieron jóvenes distinguidos, prepa– rados ya para obtener en Institutos y Universidades, titulas que acreditasen más amplios conocimientos, allí hubieran podido rec!utarse héroes para la fe y mártires para el cadalso, de a\lí; salieron, en fin, hombres de to– das los clases sociales, con el corazón templado para la lucha de la vida Volvamos los ojos en torno nuestro, y en esa vigorosa juventud que brilla hoy en la Cátedra Sagrada, en el foro, en las Cámaras legisla– tivas, en la medicina, en la Administración pública, en la política, en el comercio, en la milicia, en las artes, en las industrias, en todos los órdenes de la actividad social, apenas encontrar.emos quienes, al recordar los días de su niñez, no guarden en el corazón gratitud por el maestro

Aplausos que lo alentaran, si nunCQ (os solicitó, no le faltaron tampoco Yero que al conocer de cerca la espinosa labor en que vivía empeñado aquel hombre extraordinario, había que reconocer sus méritos o amor– dazar fa justicia.

El año de 1866, el señor don Indalecio Bravo, siendo a la sazón Subprefecto del entonces distrito de Managua, visitó oficialmente Ja escuela de:' maestro

Nadié como el señor Bravo, -que ya habla luchado

brazo a brazo por la causa redentora de la enseñan– za-, para juzgar con acierto del estado del plantel los términos de su informe, que corre impresos en la "Gaceta Oficial" de dicho año, no pueden ser mós jus– tos ni más satisfactorios para el humilde preceptor

ldé~ticos fueron los informes emitidos en varias ocasio– nes por los honorables e ilustrados señores don José

(1) La comigi6n enc~lgada de la publico.ción de esta~ p~gínn.9. ha creí– do opOltunQ inl3erhll al fm rlc ellas. a la. manera de apend.lcc. algunas de esos lecciones a que nos referimos, de las pocas Que han llodtdo conserval'se. La lectura de eHas dará idea del espÍl itu que animaba en .sU misión al

maestro; y con esta inselci6n (luedarán Ubres, al mismo tiempo, de »erecer en el olvido que parece amenazarlas.

Antonio Mejía y don Manuel García, y el distinguido ciudadano hondureño don Francisco Cáceres, en el desempeño de la Inspección que ejercían, como dele– gados de la Dirección de Estudios y del Supremo Go– bierno, I espectivomente T ras prolongada visita que en Octubre del año de 1873 hiciera voluntariamente el ilustre Dr y General don Máximo Jerez, a la escuela del maestro, dirigióle a éste, dominado por una impre– sión profunda, sentidas y alentadoras palabras, en las cuales le encarecía la necesidad de continuar en su di– fícil empresa, consagrada a preparar el porvenir de la patria Las mismas halagadoras expresiones oyó el

maestro repetidas veces, de muchas autorizadas per– sonas, entre las cuales podríamos hacer especia!ísima mención del señor Lic don Jerónimo Pérez, -uno de Jos hombres más entusiastas por la instrucción de lo juventud-, y del eximio ciudadano, presque indiscu– tible, nuestro venerable don Vicente Quadra, encarna– ción del alma sin mancha de la patria, de esta alma tormentosa que el trueno agita, que el rayo quema y la tempestad del dolor consume y purifica Ocupaba el señor Quadla la pi imera Magistratura de [a República cuando conoció al maestro, y, admirador sincero de las virtudes que le adornaban, re dio Su mano de amigo} prefiriéndole desde luego para encomendarle la ense– ñanza elemental de dos de sus peqLleños hijos, fomentó con él relaciones intimas y, cordiales, que se hicieron extensivas a las familias de ambos, lo distinguió con su afecto y lo alentó con su aplauso Había muchos puntos de contacto entre aquellos dos corazones que se comprendieron pronto, que latían 01 unísono, el uno arriba y el otro abajo, elan sus relaciones las del méri– to encumbrado que desciende de su altura, para buscar en la sombra a la virtud ignorada El humilde maes–

tro, que jamás creyó merecer tan honrosas distinciones, levantaba en su conciencia un templo de admiración al señor Quadra, en cuyo altar, de seguro, habría podido colocarse él mismo.

Sin grandes esfuerzos de nuestra pOI te, podría– mos

I ecordar, así', como otros tantos hechos análogos, el solemne acto de la distribución de premios entre 105

alumnos de las escuelas pLlblicas de la capital, efectua– do en los salones de la Municipalidad en el mes de Ju– nio del año de 1883 Las encomiásticas frases que en aquel memorable ocIo dirigió al maestro, allí presente, el señor Alcalde 1 9 , Lic don Pascual Fonseca, obtu–

vieron la sanción de la inmensa concurrencia, en un aplauso estruendoso, y CLlenta que aquellas frases eran más que merecidas, eran apenas una pálida demostra– ción de lo mucho que se debía al humilde ciudadano a quien iban dirigidas. Porque, como dijo "El Porvenir", redactado entonces por don Fobia Carnevalini, refirién– dose o aquel acto _"Gabriel Morales vivía desde ha– CÍ'a muchos años dedicado al magisterio, con una abnegación verdaderamente rara, y uno retribución tan escasa, que en aquella misma fecha no pasaba de 20

pesos, no obstante de que el número de sus alumnos ascendía a más de 200!"- "Esto sucede, -agrega– ba el mismo periódico-, porque los padres de familia le prefieren a todos, por su honorabilidad, aptitudes y bondad para con los niños, y porque inocula en el áni– mo de éstos, con el ejemplo y las palabras, la moral y

la virtud".

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