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H o m e n a j e a I M a e s t 1''0 el

qf[ae6tro ':DO" ~abriel qf["rale"

<1819-1888>

D~SID~RIO FAJARDO ORTlZ

INTRODUCCION

Demos tregua, aunque corta, al incesante luchar,

y detengómonos respetuosamente ante la tumba, ha poco cerrada, del MAESTRO querido que partió ya po· ro el eterno destierro

La muerte, el gran médico, le libertó para siempre de esa enfermedad siniestra, cuyo nombre es la vida

Envidiemos su reposo!

Ya el apetito del misterio no turba su inteligen– cia, ya fa verdad, sin nubes ni oscuridades, briffa ante sus ojos, ya las causas oscuras de la existencia se reve– lan a su alma como una lsis sin velo, ya la ironía del azar no juega con su destino, ya no suspira aplastado por el ardor inmenso de su miserable individualidad, ya la suerte no le estrecha entre sus manos de bronce, ya ha pasado del sueño breve de la vida, al sueño eter–

no de la inmortalidad

Ah! la vida es un veneno lento que termina por la muerte

Cada hombre lleva en sí un cuadro sinóptico de todos los sufrimientos humanos La frase de San Agustín es siniestramente verdadera el género hu– mano es un gran enfermo

Cada uno de nosotros es un triste candidato a la miseria universal, en esta vida tan corta y, sin embar– go, tan largar

El tiempo, arrastrando pesadamente sus sanda– lias de plomo, arroja en la urna sin fondo de la eter– nidad, esas horas lentas, tenaces, que riman mon6to– namente la existencia humana Horas sombrías! To– das hieren, la última, mata! Es la clemente!

I

J

Abordemos cuanto antes el trabajo que el más

noble sentimiento nos impone, el sentimiento de la gratitud Trabajo dificilísimo, pero, por lo mismo, meritorio Exigencias premiosas de un deber que nos

abr uma, pero que al fin es un deber hay que aten– derlo

Biografiar la vida de uno de esos homb, es a quienes la humanidad opeffido genios, cualquiera que sea la magnitud colosal de su figura, tenemos para nosotros que es empresa mucho mós sencilla, que esta que acometemos ahora vacilantes e indecisos En aquel caso todo está pronto, todo estó dispuesto, todo está visible, ni el rasgo del espíritu, ni el pliegue del vestido, nada ha escapado a la observación atenta, no

hay que escudriñar la estatua que se muestra sin reser– vas bañada en haces de luz, el molde, que existe de

antemano, estó listo y preparado basta con arrojar en sus entrañas sin vida la dúctil arcilla de la encarna– ción, y el trabajo, bueno o molo ha terminada No, así cuando la vida modesta del hombre que queremos bosquejar trascurre en la oscuridad tranquila, que es la única atinósfera pura para la salud de los humildes, cuando hay que zabullir a la ventura en el mar pro– furidísimo de una existencia casi ignorada, paro sacar a luz, una a una, las perlas brillantes de meritorias ac– ciones, cuando el modelo, renuente, se oculto a nues– tras miradas, cuando hay que ir aportando sombras para llegar hasta él, y una vez en su presencial hay que rasgar a viva fuerzo y girón a girón el mantp del pudor ~n que se envuelve .

Entonces, es natural, la dificultad sube de punto Y en este caso precisamente nos encontrarnos nosotros, al pretender biografiar la vida asaz humild~, y cuanto mós humilde más meritoria, del querido mqestro Ga-briel Morales " .

Pero no es valla que detenga el ímpetu de nuestro entusiasmo, ni escudo dondé:"se quiebra nuestra volun– tad, el inconveniente que séñalamos TampQco entra

en nuestro propósito, -y e$ de d~ducirse así-=-, el re– señar punto por punto el curso de una existencig que, para aquel que la conoció qe c~rca! cualquier pintura, por exacta y minuciosa que fues~, hpbría de parecer descolorida, pólida, insuficiente ~mociones hay que no pueden reflejarse rrlQS que en el fondo del ol– mo Para los que fuesen éapaces· de canserv~H aún esas dulces emociones de los días que pasaron, no es– cribimos estas líneas Ellos saben q conciencia lo que fue y lo que valió el hombre humilde cuyo nombre pronunciamos todos con religioso respeto Compren– demos la ansiedad con que serán leídas estas páginas adivinamos el confusa atropellamiento de los recuer– dos que ellas habrán de despertar en las memorias

aletargadas por el sqpor de los años, las lógrimas de gratitud que asomarán a los ojos . y con esta favo– rable disposición de Jos ónimos contamos nosotros anti–

cipadamente, para que supla el sentimiento profundo cuanto calle, por inadvertencia, el defi<;iente relato Hagamos justicia al mérito Entre el ruido in-menso contempOl áneo, donde se aplaude y se sublima todo, es deber del cronista, del historiador, del poeta, destacar en una atmósfera más purCl que la que nos envuelve, esas figuras que, como la del maestro Gabriel Morales, fueron hechas para alzarse sobre el górrulo enjambre de esos hombrecillos ridículamente subidos sobre los zancos burlescos del reclamo Rindamos, pues, nuestros homenaje a la memoria del hombre eu-

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