Page 33 - RC_1965_08_N59

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Si yo pudiese describir adecuadamente las costumbre!? de los viajeros norteamerica– nos podría dedicarme a la profesióh de psi– quiatra. Pero hay una cosa que todos ellos quieren, y esa cosa es el baño. El baño es un ídol-o que parece gozar de la adoración universal. A veces me pregunto cuántos de ellos llegan realmente- a usar la bañera o la ducha. De cualquier manera, algo es segu– ro, y es que nadie tendrá un sueño tranquilo a menos que tenga el baño pegado al dormi– torio. Lo que sí sé es que hay un gran nú– mero de personas que tienen deseo, tiempo y dinero para viajar. Nada más que como ejemplo, les diré que en nuestro Banco las secretarias ganan de $4.500,- en adelante, y unas cuantas secretarias de los más altos funcionarios ejecutivos llegan a ganar has– ia $10.000,-. Algunas de ellas viven con sus padres, de manera que pueden muy bien permitirse hacer un viaje de vacaciones.

Los que tienen mucho dinero quieren lo mejor en hoteles en bellos lugares con buen s$rvicio y buena comida y buenas facilida– des de recreo. Muchas van solamente a lu– gares que estén de moda. En cuanio a los airas, primero- habrá probablemente que atraerlos, y entonces se fijarán en las lisias de precios. En eslo es necesario que ustedes hagan frente a la competencia especialmen– te al principio.

Qué es lo que quieren? Posiblemente un servicio aéreo directo, el cual no existe ac– iualmen!e con las zonas densamente pobla– das del noreste y centro de los Estados Uni– dos. Que más'? Supongo que algo que les dé comodidad, placer, distracción y, para los jóvenes, romance.

No quiero de ninguna manera dejar de mencionar que fado lo que sea farjetas o vi– sas de turistas resultará en pérdida para el negocio turístico. A la genie en general no le gusta que se la molesie con estas fornla– lidádes, y la mayoría de las agencias de via– jes no se encargan de estos trámites. Los competidores de usiedes en las islas del Ca– ribe han,faciliiado las cosas en este respecto: no hay que preocuparse de pasaportes, ni visas, ni tarjetas de turistas, y en la mayoría de los casos ni siquiera hace falta vacuna– ción antivariólica. Para un viajero es de lo más irritante tener que pagar impuestos de enirada o de salida.

. Hay todavía un punto que no he men– CIonado, y es la cuestión de las compras. Las mujeres norteamericanas son compradoras natas. Ustedes deben estar prontos a hacer frente a esta demanda, que, desde luego, se. rá benéfica para la -economía de sus países.

Recuerdo iodavía que, hace algunos años, ful. en una excursión en ómnibus desde la ciudad de México hasta esa misteriosa pi– rámide que se yergue a corta distancia. El ómnibus paró cerca de la pirámide, junto a unos puestos de venta de mercancías. Mi esposa y yo, junto con otra pareja, fuimos subiendo la pirámide. De pronto me encon– tré con que los otros habían desaparecido, y comencé a mirar por todos lac;1.os. No vi a nadie, salvo a un muchacho que estaba tra– tando de bajar a saltos. Entonces mi esposa me mostró dóndfe estaban, comprando como locos sarapes y no sé qué cosas más. Así que tengan buen cuidado de estar prepara– dos para recibir a los compradores.

No debe olvidarse que al hombre de ne– gocios norteamericano que está en viaje a Sudamérica podría gustarle pasar un fin de semana en algún lugar interesante antes de continuar su viaje. Igualmente, a su regre– so podría querer descansar de sus arduas fa– reas. Muchos de los nliembros de las fuer– zas armadas norteamericanas asignados a alguna de las islas del Caribe en su viaje a los Estados Unidos en goce de licencia. No hay razón alguna por la cual no tuviesen que detenerse en América Central.

Asimismo, las personas que trabajan en los campos petrolíferos de Venezuela, o diga– mos en nuestra sucursal de Panamá, podrían querer pasar sus vacaciones o sus fines de semana en algún lugar maravilloso en las montañas para escapar al clima tórrido.

A todos, estoy seguro, nos gusta ver gen– te amigable y con una sonrisa en los labios,

y entiendo que la gente aquí es na±uralmen– te así. Abrigo la esperanza de que el turis– mo no vaya a cambiar este modo de ser.

Un gran ejemplo al respecto es lo que le pasó al turismo en Francia. En los ú1±i– mas años el número de turistas norteameri– canos en aquel país se ha reducido de tal manera que la economía francesa se ha re sentido seriamente. Ahora la Oficina de Turismo del Gobierno de Francia ofrece pre– mios a la más amplia sonrisa francesa.

Para los que han estado en Nueva York, les parecerá incongruente que yo venga a decir aquí que los visitantes deberían ser re– cibidos con una sonrisa, especialmente por parte de los choferes de taxi. Lo único que puedo decirles es que cuando la cosa empezó yo no estaba presente. De todos modos, puedo asegurarles que siempre se les recibi– rá con una sonrisa en el First Nafional Cí±y Bank. Vengan y visítennos.

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