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« Previous Page Table of Contents Next Page »ya fuera en Saint-Cloud a en Saint-G'ermain a en el propio París
La polémica sobre la música italiana y la francesa estaba en su apogeo, y las conciertos eran alabados de acuerdo con la inclinación musical de los oyentes. Además de las colaciones, serenatas y conciertos, habían los ballets
Estos ballets eran usualmente presentados por la Corte, usando todos los recursos mecánicos posibles para poder representar las grandes escenas de la na– turaleza, tales como, Les Saisons, Les Muses, La Nujt, Les Plaisirs de I'/Ie enchanté, Les Arts, Psyché ou la Puissance de I'Amour, etc Poco a poco, al calor del entusiasmo de la representación, los actores y las ac– trices iban siendo substituídos por las grandes damas y caballeros de Jo Corte o de la Villa, quienes se aventu– raban sobre el escenario para ganarse el premio de
la bonne grace
Durante el reinado de Luis XIV los ballets eran verdaderas fiestas del espíritu y la belleza
El Rey mismo, alto, hermoso, fuerte y elegante, con "une taille de héros", de mejillas redondeadas ba– jo las olas de una exuberante cabellera, con uno noble nariz sobre labios desdeñosos, de ojos castaños y francos, con uno figura que estaba na tUi al mente im– pregnada de lo más imponente majestad, lo que él daba o todos sus gestos y modales, aun los más comu– nes, sin un aire de orgullo sino de simple dignldad, con un tono de voz que correspondí'a a su gallarda figura, siempre mesurado, siempre genUI, siempre distinguida, era la más perfecta imagen de rey que sus súbditos hubieran podido soñar, Luis XIV era también un ma– ravilloso bailadn En 1662, la Grande Mademoiselle, Louise La Valliére, se enfermó de fatiga de bailar con él, el ballet Hércule amoureux (l)
También entonces, como ahora, los baños estaban de moda Se iban a ellos, en busca de salud, o en busco de placer Constituían uno de los grandes acontecimientos sociales de la alegre sociedad france– sa, que en grupos partían para los baños termales de Amelie-Ies-Bains, le Vernet, la Preste, en los Pirineos Orientales, o a innume. ables lugares en las costas del mar.
y los lagos y los ríos fueron los escenarios ro– mánticos, durante las noches de luna, de alegres y encantadoras fiestas
Pero sería un error creer que el mundo social del gran siglo francés, gastara su tiempo sólo en distrac– ciones de los sentidos. Lejos de eso Se desarrolla– ron un gusto por el sentido artístico de las cosas que ha dejado una imperecedera impresión en el tradicio– nal buen gusto del puebla francés
Los trajes
Hubo un señalado mejoramiento en los vestídos
(1) .:J"llenuC1S Bou]en¡er, Op cit p 180
de los damas, y en el siglo XVII, -llamado a veces el siglo del encaje, las cintas y botones-, la falda medio llena, el talle ajustado, el escote bajo, las mangas hasta el codo, los vuelos de encaje, hicieron los trajes mós graciosos y elegantes La crinolina fue eliminada después de 1630 Zapatillas de satín y terciopelo, con tacones de tres pulgadas de alto, se hícíeron de moda, lo mismo que pequeñas gorras redondas y los
caperuzas.
El sombrera de ancha ala de los caballeros, la capa forrada con pieles, el crispado cuello blanco de seda sobre el cuello alto del jubón, eran indicaciones de la influencia de España.
El traje típico de un caballero incluía un jubón
COI to, con muchos botones, calzones cortos
l
bomba– chos -bouffant-, medias largos de seda, y zapatos bajos.
A mediados del siglo los calzones llegaban un poco mós abajo de la ,adilla y eran ajustados y las botas eran altas y suaves
Les cabinet de curiosités
Estos hombres y mujeres, tan elegantemente vestídos, amaban las artes
El Cardenal de Richelieu hizo construir el Palais Royale y lo llenó de tesoros artísticos
Mansiones y hoteles de París estaban llenos de obras de arte esculturas, pinturas, mueblería, graba~
dos, joyas, libros preciosamente encuadernados Se encontraban en jardines, salones, y eiegantes gabine– tes Ninguna persona de calidad dejaba de tener
un cabinet de curiosiiés.
Georges de Scudéry fue un bien conocido colec– cionador El Abate de Marolles fue también famoso Su rica colección de grabados sirvió de base para el Gabinet des estampes de la Bibliothéque Impériale
Pero las colecciones que eran consideradas como las mejores eran las de Lambert y Bretonvilliers en sus magníficas mansiones de L'i1e de Saint-Louis La de
labac en la Rue Neuve-Saint-Merry. La de Gaigniéres en De Guise La de Chantelou en el faubourg Saint– Antaine y la de Tréville cerca de la Sorbana
Las grandes damas siguieron la costumbre, enton– ces en boga. En una obra raro titulada. Livre com–
mode, escrita por Nicolás de Blégny, un curandero, bajo el suedónimo de Abraham du Pradel, hay una lista de domes curieuses, entre las que aparecen La Duquesa de Lude, la Duquesa de Sully, la Duquesa D'Orvol, la MOl iscala D'Humiéres, la Mariscala D'Es–
tr ée, la Princesa de Meklebourg, la vieja Duquesa de Chatillon, la Duquesa de Bouillon, sobrina del Carde– nal Mazarín y protectora de De la Fontaine, cada una de las cuales tenía un cabinet de curiosités
Fue durante el Siglo XVII que Francia llegó a alcanzar la elegancía social por la que, el país en ge– neral y París en particular, ha obtenido renombre universal.
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