Page 74 - RC_1965_06_N57

This is a SEO version of RC_1965_06_N57. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

doble objeio de satisfacer sus apetiios y granjearse una buena doie".

Todo esto muy ocasionado á la más viva sorpresa en gente tan de suyo salvaje. Aho–

rl;l pennitiréme hacer, COITlO 10 ofrecí, el de–

ialle á según me alcance el entendimiento, una descripci6n de las sierras.

De las más asombrosas obras que el Criador haya presentado á la mirada del hombre son aquellas inmensas sierras pro– longándose infinita, fabulosamente, por io– das las vastas posesiones de más allá del mar Océano.

Hacer su descripción de un modo que dé cabal idea sería vago miraje á las trans– parencias del habla, siendo adificio de que el entendimiento se vale.

EX±ensi6n asombrosa, porque nada hay en el orbe más imponente que estas eleva– das montañas, comparadlas con el Océano enfurecido por las más horrorosas tormen– tas, con las cataratas de la Nueva España, con el cielo en una de esas noches en que parece una hopalanda fantástica regada de encajes fugaces, y veréis que todo eso es me–

nos severo, menos majestuoso, menos ilnpe–

rioso ante el espírifu lleno de estupor que las contempla.

"Los Andes sobrenaiurales", dtce Amé–

rica V€spucio en uno de sus memoriales, y,

en realidad, es corno ha dicho el sabio nauta, sobrenaturales, porque tienen una majestad abruxnadora.

Sus picachos, que se elevan al infinito

como tesias en desafio; sus contornos grises,

ó rojos, ó violáceos, que se muestran ya en–

melenados de árboles seculares, ó erizados de peñascos leviatánicos; sus valles, sus ca– ñadas profundas, sus aHiplanicies, sus cres– ierías grietadas de la suprema blancura que mienten las nieves perpetuas.

El espectáculo arrebatador de la apari– ción del rubio Febo cuando le va iendiendo una como sábana de encajes amarillos en esos días en que está el cielo puro y limpio.

La suprema hermosura de la pereza con que las nieblas se van elevando de lo pro– fundo de sus desgarrones y ascienden hasta las cimas para tornarse voladoras y desga–

rarae en las más suaves ondulaciones.

Los mil ríos que le tejen una como divi– na ielaraña, divina porque sólo la mano del Supremo Hacedor puede hilar en el alma de las más preciosas platas un adificio que es una realidad inconmensurable.

La palabra escrita no será jamás el pin– cel que pueda reflejar lo grandioso de esta grande obra de la Naturaleza.

En mis largos viajes he visto muchas co– sas sorprendentes con que la mano de mi Dios ha asombrado mi humilde espíritu; pe– ro ninguna corno la emoción que me produ– jo un huracán en los arenales del Sahara y

una noche de iormenta en el mar Océano, contemplando no lejos c6mo si iluminaban las cumbres de los Andes bajo el ala enso– berbecida del turbión.

Las eminencias de la gran cordillera son en aquellas latiiudes las más altas. Frente con frenie al istmo que divide el mar del Sur del mar de las Indias propiamente dicho.

Ya esta parte del sistema viene á ser la que sigue á los Andes de los Araucanos, ó de Chile, ó que nacen en las vastas soleda– des del Grande Plata, después continúa has– ta hundirse bruscamente su formidable espo– lón en el mar de las Perlas.

En esta pade, ó sea desde los veniisque– ros de Nueva España, al Sur del isimo, pa– sando por la región de los táchiras, de los táribas, de los mucutuyes, chachíes, hasta el Tocuyo, ó país de los tuicas, en esia pade

Í1unensa que abarca más de seiscientas le–

guas castellanas fué donde guerreó por las armas de Su Majestad y por la Cruz el ín– eliJo caballero Don Diego Garda de Paredes.

Después de una penosísima ascensi6n de cumbres, desfiladeros, sal±ando grandes des– garrones de la selva inmensa que forma á aquellos salvajes cerrajones una como gi– gantesca pelambre, pudo llegar el ejército mandado por Nicuesa Alvarez á ponerse en contacto con los indios.

Fué una batalla terrible; tanto más, cuando que Nicaroguán se disponía á em– prender el golpe que él llamaba final con– ira los invasores.

"-Si esta vez nQ acabo con los extran–

jeros y los traidores, me quito la vida". El ejército de Nicaroguán pasaba de se– tenia mil hombres.

La baialla duró poco más de medio día, Y el ejército indio fué puesto en la derrota más fiera que hasta entonces Se le hubiese dado.

Cuando el feroz caudillo nicaraguateca se vió vencido y rodeado de los enemigos, que ya lo iban á hacer cautivo, corrió hacia un farallón que había cerca del sitio en don– de se encontraba, Y montándose en él corno sobre un pedestal, gritó,

"-No me habéis vencido, infames! No lograréis ni siquiera el cadáver de este hom– bre que os ha infundido pavor muchas veces aun con vuestras armas infernales! No to–

m.aréis ni sIquiera :mi cadáver, porque aho– ra mismo me voy á precipifar á una madri–

guera de tigres para que me devoren, an– tes que pase por la vergüenza de ser vues– tro prisionero".

y diciendo esias inflamadas palabras se arrojó al abismo, un profundo precipicio cu– biedo de espeso bosque.

Su cuerpo se vió en el aire, al descender hacia el fondo del abismo corno un objetó que se arroja desde lo alto de una torre.

-52-

Page 74 - RC_1965_06_N57

This is a SEO version of RC_1965_06_N57. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »