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« Previous Page Table of Contents Next Page »Representada la abolici6n, de una plumada, de la
institución de los esclavos¡ un gran. paso de avance,
pues el mismo Dr José Marío Alvárez, nombrado dipu– tado a las Cortes de Cádiz y que era un "sabio" en materia de Derecho Real de Castillas e Indias había consignado en el librito que le dio fama (y que sirvió de texto oficial en España y Argentina) sostenía las siguientes tesis sobre la esclavitud "La servidumbre no repugna ni a la razón ni al derecho natural, puesto que se halla aprobada por la sagrada escritura
Nacen los siervos de nuestras esclavas y así una sier–
va o esclava por un hijo o hija de cualquiera que sea, queda reducida a la condición servil La razán es
clara hemos dicho que los siervos son cosas se sigue,
pues que sus fetos o producciones deban ser de la mis–
ma condición Porque así como el feto de una vaca está en dominio¡ por derecho de accesión de la misma
manera el feto de la esclava que sirve, también ha de
servir Jl
y estas doctrinas se sostenían en el mismo año
que se publicaba El Editor Constitucional Y el que reprodujo este iibra en España explica que lo reproduce
porque no existe otra obra que pueda l/servir mejor a
estudiantes y abogados"
Por tales comentarios puede deducir el lector el gran mérito de las ideologías que proclamaba a todo los vientos El Editor Constitucional, y que hallaron eco en la avanzadísima propuesta que al Congreso de Cen– tro-América hiciera en 1823 el Presbítero Simeón Ca– ñas, salvadoreño que había estudiado y sido Rector de nuestra Universidad de San Carlos de Borromeo Tampoco la doctrina de la esclavitud merece las simpatías de José Cecilia del Valle, y sin duda por eso, cuando en los tiempos anteriores, (26 de Febrero de 1818), se ve compelido a escribir el prólago de la obra de Alvarez, se muestra un tanto displicente y poco en– tusiasmado
En Centro América el golpe de muerte a la liber– tad de los esclavos viene a descargarlo, i:l mediados del siglo, el filibustero norteamericano William Walker Pero su decreto restituyendo la esclavitud fue una de
las principales razones que tuvieron los cinco países de
la América Central para echársele encima hasta que
lograron su expulsión del territorio nicaragüense, que
los centroamericanos tuvieron el hermoso gesto, en tan
señalada ocasión, de considerar como parte integrante
de todo el territorio de la antigua Patria Centroame–
ricana
EL PROBLEMA DE LA IGUALDAD DEL INDIO
He aquí', al acaso, un artículo en que se debate el asunto de la igualdad de derechos del indio Como se ve, la labor de La Gaceta, que había discutido en todos sus aspectos y casi agotado el tema, daba todos sus frutos La evolución operada durante los últimos años del régimen colonial había planteado el problema del indio, tratando de destruir los prejuicios y traer ei problema a un plano de ecuanimidad y justicia La revolución enfrentaba ahora el problema de su igual– dad
"Sentado el justa y sabido principio de que los
indios, por su calidad, por la pureza de su origen y lu– gar de su nacimietno, deben ser ciudadanos iguales a los españoles, según lo han declarado las Cortes, ¿po– drá con buena o mediana lógica inferirse que por virtud de aquella declaración han obtenido de hecho toda la
instrucción, que de derecho se requiere, y basta para
defender su persona y bienes? Y si las Cortes no pu– dieron darles la civilización que es obra del tiempo y de las disposiciones que dicta el gobierno para su ense– ñanza, y por esta causa se hallan todavía en estado de
no poder deducir sus más claras acciones, C0l110 que no los conocen e ignoran hasta el idioma castellano,
¿deberán ser abandonados o expuestos a la malicia y
sagacidad de las otras castas, o a la injusticia de un juez, que por capricho o por interés falle en SU contra,
satisfecho de que no pueden ,eclamar porque no sa–
ben, ni tienen ideas de los trámites más sencillos de ningún juicio? Y en tal caso, conforme a las máxi–
mas de una sólida, prudente y liberal legislación, ¿no deberá proveerse de guardador o defensor al indio, así como se le da al que desciende de ilustres españoles
cuando es pródigo, habitualmente enfermo, o no tiene el conocimiento, prudencia e ideas necesarias para go– bernarse y administrar sus bienes?
A presencia de la sesión de las Cortes extraordi–
narias, en que se comenzó a ventilar el grave punto de
si los indios, por el decreto de su absoluta igualdad de derechos con los españoles de la Península, deberian
considerar también iguales para todos los actos civiles, criminales y económicos y si habiendo la comisión de ultramar manifestado su dictamen, reducido o que se
entendiese la igualdad en todo lo que no se opusiera a
los privilegios concedidos al indio por causas justísimas que aun subsistían, no se deberá estimar infundada o
poco meditada la proposición, que ataca la política de nuest'as leyes municipales, queriendo establecer que los privilegios del indio son incompatibles con el siste– rra de su libertad y sancionada igualdad~ Y si todos las diputados de aquel sabio congreso que hablaron
en el mismo acto o sesión, fundados en la naturaleza política de los indios agraciados, en su incultura, en su falta de malicia y en otros motivos superiores y razones de no menor peso y solidez, convinieron y estuvieron
unánimes en la opinión de que la proclamada y reco– nocida igualdad de los indios no podía ni debía alterar
cosa alguna en razón de sus privilegios, y que antes
bien deberían aumentarse y sostenerse los que de an– temano les habían acordado las leyes, contemplándolos
como menores, ¿podrá sin nota de temeridad, afirmar–
se que aquellas leyes ya no gobiernan que la conser– vación de aquellos privilegios los despoja de los derechos
que les da la Constitutción que priva a la América de millones de ciudadanos que usurpa la jurisdicción de los jueces de partido, y que derriba el edificio constitu– cional por sus cimientos? Y puesto en la balanza de una fiel crítica el juicio de tales afirmaciones con el de ios referidos diputados, ton ilustrados como verdaderos
amantes de la Constitución de la monarquía y de los indios, ¿no resultará superficial e incapaz de contrape–
sar las juiciosas razones que apuntaron en sus respec–
tivos discursos estos políticos letrados? ¿Acaso la presuntuosa ignorancia la ha concebido o se lisonjea de que a la sombra de mal entendidos y equivocados ar-15
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