Page 72 - RC_1965_05_N56

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firme resolución Antes del alba estaba en camino, atravesó el puente Mallol, echando la última mirada a su querida ciudad

Sin rumbo, tomó el camino que va al occidente, pasó arroyos, t~rrentos y ríos, entró en la. selva tropi– cal, aspiró el OIre embalsamado d.e los pmares, y,Ja–

deante agitado de su larga caminata, se recosto a

descan~ar a la vera del camino. El cansancio le dio un sueño profundo y reparador

De pronto, como fantasmas del averno, un grupo de unos 25 indios andrajosos, unos armados de fusiles

y otros de machetes curvos, de caballos hirsutos y semblantes patibularios lo levantaron brutalmente, lo registraron minuciosamente y lo despojaron de todo lo que llevaba Era una avanzadilla del enemigo que distaba de allí unas cinco leguas

Después de deliberar sobre la suerte del avanza– do, el jefe ordenó remitillo al campamento, custodiado por dos soldados

Lo que más sentía Tiburcio era su dulzaina que ensayaban con sus bocas sucias aquellas caricaturas humanas Rogó mucho que le dejaran su instrumen– to pero la soldadesca estaba encantada con el ha– IIdz go El jefe ordenó que lo devolvieran, diciendo a la tropa que allí no estaban para músicas El dueño respiró de satisfacción

Con los manos atadas a ra espalda y una cuerda que sostenía un indio, emprendió la marcha Ham– briento y cansado tenía que soportar el maltrato de sus custodios y la fraseología cínica e insolente que oia por primera vez

Entre burla y burla, denuestos y brutalidades, uno de los indios que lo conducían le dice Si nos tocas algo, te soltamos una mano Bueno, responde, pero me estoy muriendo de hambre, tengo dos días de no comer El otro sacó de una bolsa sucio un puñado de maíz tostado y una tira de tasajo que el prisionero devoró con avidez, pues no había probado alimento desde el día de la reprimenda, en los ranchos que pa– saba no encontraba ser viviente todos habían huído al aproximarse el enemigo Complaciendo a Sl/S custo– dios, cogió la dulzaina y procuró con su música ablan– dar el corazón de aquellos bárbaros y, en efecto, cam– biaron como por encanto

Preguntado sobre su peregrinación y encuentro en aquel lugar, les explicó que andaba huyendo por– que le atribuían un delito que no había cometido, dio algunos detalles ficticios de su vida y otros pormenores que interesaron a los indios, estableciéndose así, una especie de familiariadad compasiva

A poco andar, encontraron un grupo de caballería que andaba robando ganado caballar y vacuno y, des– pués, una patrulla que saqueaba las viviendas y lle– vaba el botín al campamento

El cautivo oia espantado de boca de sus verdugos la narración espeluznante de todas las criminales he– roicidades que habían cometido, tanto ellos como sus compañeros robos, asesinatos, violaciones, con todo el lujo de la barbarie inmisericorde, episodios que evo– caban entre horribles carcajadas

Por esos días el gobierno de Honduras estaba presidido por Don Celeo Arias, pariente político del Grol Vázquez El país estaba en la agitación y tarea

de sofocar levantamientos sediciosos 'y subievoclol1es por todos los ámbitos de la República, y al propio tiem– po se veía amenazado por intervenciones armadas desde Guatemala y El Salvador La dispersión de fuerza en tantos frentes obligaba al gobierno a dejar indefensa la plaza de Tegucigalpa

El General Barahona, llamado por sus crueldades "EL TIGRE DEL CERRO", sublevó a los curarenes, in– dios aguerridos y feroces, contra el Presidente Arias, dominó todo el territorio hasta el Pacífico y sus hordas cometieron los más horrendos crímenes, pese a la acti– va campaña del General gobiernista Ricardo Streber, a quien, por su audacia y valor, apellidaban "EL TIGRE DEL GOLFO"

Barahona organizó una horda de miles de indios, con escopetas, machetes y lanzas, y los hizo marchar hocia Tegucigalpa Acamparon a unas ocho leguas de la ciudad, con el objeto de completar la organiza– ción previa al ataque Establecido el campamento en ese sitio, el Coronel que lo mandaba se apresuró a re– quisar bestias y bastimento, con la intención de atacar dentro de tres o cuatro días

A este campamento llegó el infeliz Tiburcio casi desmayado, en momento en que el jefe, con ayuda de un amanuense, estaba en la tarea de dar órdenes a cada uno de los cabecillas Sometido a un minucioso interrogatorio, el Coronel pensó sacar partido del pri~

sionero, por los datos que pudiera suministrarle, y, como sabía escl ibir le puso a la mano pluma y papel y empezó a dictarle "Capitán Fulano, ataque la calle tal y, después de tomar lo que tenga más valor, remi– ta 01 campamento a todos sus ocupantes" Por este tenor eran las distintas órdenes, que eran entregadas personalmente a cada jefe

Cuando le dictó "calle de la Merced", donde estaba situada la cosa de la familia Vázquez, donde vivía Clorita, un estremecimiento de horror sacudió to– do su cuerpo, que no pasó inadvertido por el cquteloso Coronel, quien le preguntó Qué le pasa que está tan pálido? Señor contestó el atribulado mozo, tengo tres días de no comer y me siento mareado

Está bien, en cuanto concluya, ordenaré que le den de comer, agregó el militar

Terminada la tarea, llamó a un ordenanza para que le condujera a un cobertizo que servía de proveo duría y le diera alimentos.

La preocupación de Tiburcio era abrumadora Lo pI imero que se le ocurrió fue avisar a su patrona para que se pusiera a salvo Sacó el pedazo de lápiz que le diera el Coronel y en un pedacito de papel es– cribió algo que ocultó en el bolsillo. Pero, con quién mandarle? Uno de los indios que le trajeron entró a decirle adiós y le contó que su manta de la~ chapína la estaba usando el teniente

Al lado había unos indios devorando tasajo que masticaban con maíz crudo Otro indio que volvió a la avanzada, se reía del texiguat que comía maLz: crudo

Tiburcio regresó ante el Coronel para continuar la tarea Por las disposiciones que tomaba éste, se enteró de que el destacamento se pondría en marcha por la tarde para acampar a una legua de la ciudad, tomar posiciones y preparar el a.salto a la plaza

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