Page 73 - RC_1965_05_N56

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Al amanecer, Jo campana del cabildo, echada a vuelo, llenó de pavor a los habitantes de la ciudad -mujeres, ancianos y niños, porque los hombres de armas estaban en los diversos frentes Era el aviso de que la plaza estaba en peligro y el llamamiento a defenderla De impreviso se oyó el grito de "LOS

INDIOS" Y viejos, mujeres y adolescentes corrieron al cabildo, donde el Alcalde, don Miguel Lardizábal, dis– tribuía las pocas y casi inservibles armas de que dispo– nía y ordenaba improvisar trincheras en el cerro de la Mancada, que dominaba la vega del río desde donde ya comenzaban el ataque los indics Era de ver a esas pobres gentes amontonando piedras y palos, tras los cuales se guarnecían, fusil en mano, muchachos y mujeres jóvenes, mientras sus podres les distribuían el parque.

El pánico cundió y el éxodo de ro gente acobar– daba a las haciendas vecinas, buscando refugio, pro– ducía una confusión espantosa, pintándose en los rostros la consternación y el pavor

Lo casa de Doña Juana se vio invadida por la multitud de mujeres, unas le rogaban acompañarlas en la huída, otras le pedían amparo Con la entereza que les habló hizo que todas se quedaran Les infundió ánimo y fes dijo que, si aumentaba el peligro, se irían al vecino templo de la Merced donde la Divina Providencia las lil;>raría del oprobio de caer en las garras de los sa(– vajes Todas llanas de sublime fe, se arrotilillaron en oración, tal vez sin oír el estruendo de fa lucha. Cuan– do ésta arreció, se fueron a la iglesia, donde podían socorrer a los heridos pues allí se había improvisado un Hospital de sangre y se había hecho provisión de vÍ!veres para muchos días

Una de las haciendas próximas a fa ciudad per– tenecía a don Cornelio Moneada Este tenía a la sazón unos 30 años, de prócef a presencia, atlética con– textura, rubio el cabello y la barba, y el refinamiento de hombre acaudalado y de esmerada educación, im– ponía respeto y simpatía Era reputado intrépido y vqreroso y con su marcial continente, era la personifi~

cación del caballero cruzado, hermoso, imponente y dominador Era, por decirlo OSI, el prototipo de la raza conquistadora, con todas sus virtudes y vicios Los Mancadas formaban tronco de un linaje de origen español, con ramificaciones tanto en Honduras como en Nicaragua Las principales familias del Ocotal son Mancada y hasta hubo un Presidente, el Gral Don José María, hijo de don Nemesio Mancada, quien emigró de Masatepe a Honduras y se casó en León de Nicaragua

Cuando le llegó, a revienta cinchas, un mensajero con la nueva del inminente peligro de Tegucigalpa, re– cogió todas las armas de fas haciendas vecinas, de fuego y blancas, que distribuyó entre su peonada y otros que iban presentándose

Pudo reunir y armar un contingente de hombres resueltos, acostumbrados a obedecrle, y con ellos correr en socorro de la desesperada ciudad

Ensilló su blanco COI cel, con silla mejicana relu– ciente de plata labrada y vistosas riendas con artísti– cos adornos del mismo metal

Había amainado el asedio, porque los indios se entregabqn al saqueo y asesinato de los moradores de

los suburbios Para juntarlos las trompetas no cesa– ban de tocar llamadas Esto y la estentórea gritería de aquellos energúmenos, verdaderos aullidos de demo. nios encarnados, se oía claramente en el poblado Para amedrentar a los defensores, el cabecilla hizo qvanzar un pelotón haciendo descal gas, y así ganar tiempo para recoger y organizar la dispersa chusma Tiburcio, machete al cinto, también gritaba, a fin de infundir confianza, pues su propósito era desertar para ir a defender los seres que le eran tan queridos Por fin llegó el momento del ataque decisivo y fiero Era un día luminoso, de sol radiante y cielo in– tensamente azul La diafanidad de la atmósfera realzaba el cambiante verdor de las pintorescas coli– nas Quién diría que dentro de pocos momentos lo tierra se teñÍ! ío de intenso rojo, contrastante~ Rojo abajo, azul an iba En el cielo, el arco iris con toda la policromía del espectro solar Pero no el arco iris de la paz, sino el arco que lanza las flechas siniestras de (a muelte

Avanzan impetuosamente como poseídos de furia infernal Los defensores se mantienen firmes hacien– do brechas con certeros disparos, pero era abrumador el número de los asaltantes

Llegado el momento crítico, atruena montes y valles una nota marcial Era que don Cornelio para anunciar que llegaba auxilio tocó la corneta con que llamaba a sus peones Los claros ecos del clarín gue– rrero volaron a las filas de los buenos como palomas mensajeras de triunfo y, a la guarida de los réprebes, como aves negras mensajeras de muerte

Ambos bandos esperaron la inmediata llegada de refuerzos, presentimiento que se cambió en certeza al ver aparecer sobre el cerro de La Mancada, a don Cor– nelio, a la vanguOl dia de su tropa, jinete en un gran caballo blanco, espada fulgurante a los rayos del sol, majestuoso e imponente Tiburcio, desde la van– guardia, fue el primero en ver la fantástica aparición

y con voz atf onadora y toda la fuerza d~ sus pulmo– nes, grita "San Miguel viene a defender su ciudad, veánlo en su caballo y con su espada, huyamos!" El gl ito de Tiburcio se extiende por todas las filas del enemigo como un reguero de pólvora y, en presencio del desconcel tante espectáculo, se persuaden de que

efe~tivamente viene a salvar la ciudad, como patrono

y defensor

El pánico cunde, la confusión crece, el terror contagia a todos y enloquecidos y aterrados empren– den desordenada fuga, al compás de infernal gritería, arrojando las armas y abandonando a sus heridos La tropa defensora se lanza a la persecusión, haciendo estragos en las hordas indígenas, cada vez

más aterrorizadas

Las mujeres salen de su asilo en la iglesia, pro– vistas del equipo indispensable de emergencia -una improvisada Cruz Roja- y llegan al escenario de la tragedia a confortar agonizántes, cUlar heridos y se– pultar Illuertos El campo ofrecía un espectáculo macabro Por todas partes se veían, agonizantes, confundidos hombres y bestias

De repente una mujer exclama "Aquí está Ti– burcio" En efecto, era el cadáver del pobre mozo, con un agujero en la frente aún manando sangre

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