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« Previous Page Table of Contents Next Page »Cerda con mil rifles, que llevó ei comisionado Policarpo Bonilla De modo que ahora mandan, Argüello en León y Granada y Cerda en Managua, Rivas y Jinotepe En Managua, no soportando las exacciones de Cerda se sublevan, y éste se organiza en Rivas Aquí dio otro decreto tan sangriento y terrible como el del 25 de Mayo (?) Pena de muerte pClla todo, especial– mente para los que quisieran comunicarse con la plaza, sin excepción La patraña de la denuncia contra los colombianos sólo podía contarse a un hombre ignoran– te de la situación geográfica de los respectivos países por el poco valor de Nicaragua en aquel entonces y la
situaCí~n de Bolívar que se encontraba en guerra con el Peru, pero todo fue creído por Cerda al pie de la letra
Se instruyó en consecuencia un proceso secreto y,
creyendo c~mprobada la culpabilidad, Cerda se con– feso, ordeno testamento y se dirigió a Mosoya donde se encontr~ba Casanova con el ejército Una vez en
Masa~a, hlz,o f~rmar Sus tropas, las arengó y mandó
des~oJar 0111 mismo y reducir a prisión a Casanova pOniendo en su lugar a Francisco Baltodano Envió en
s~,guida un correa a Rivas para que prendieran a Gu– tlerrez
l_---E-L-M-ILAGRO DE SAN MIGUEL
los acontecimientos que vamos a narrar acaecie– ron en la ciudad de Tegucigalpa a principios de los setenlas
La ciudad, sita en ambas riberas del río Cholute– ca, está rodeada por una serie de colinas que ascienden hasta llegar a los cuatro grandes picos, la Leona, El Picacho, Juana Lainos y El Berrinche, que se elevan,
que se yerguen altivos hasta 300 y 400 metros sobre el nivel de la plaza Se comprende qlJe estas moles, atalayas del valle, hayan sido los sitios codiciados en todas las contiendas guerreras por aquellos que han pretendido dominar con las armas aquel suelo centro– americano, desde los tiempos precolombinos, anterio– res a Lempira, intrépido guerrero, cacique de indómita tribu,' hasta nuestros días -y seguirán siéndolo Aunque de toda la tierra hondureño se puede decir lo mismo, al hablar de estas posiciones cabe la expresión de que no hay una sola pulgada que no haya sido ensangrentada en las luchas fratricidas de los hijos de Lempira
'Una y otra vez, los cristalinos arroyos que des– cienden de sus faldas se han empurpurado, de tal suer" te qUe el pueblo ha llegado a creer que el ocre de sus márgenes se debe a la sangre que por ellos ha discu– rrido
En esos cerros, a fines del siglo pasado, el Gral Domingo Vázquez sostuvo un sitio de 30 días, con exigua guarnición, de la que formaban parte los 80
~úsicos de la filarmónica, contra las diez veces supe– nares fuerzas de Zelaya, hasta que emprendió con un pequeño destacamento, su famosa retirada d
El Sal– vador, allí también, hace muy poco tiempo, sostuvieron cruentas luchas las huestes conservadoras del General Corías, actual Presidente de Honduras, contra los libe– rales del Gral Reina Sólo Dios sabe cuantas CI uentas luchas presenciarón impasibles en el curso del tiempo Desde lo alto de esas cumbres se admira un g.randioso panorama La Ciudad alravesada por una clllta de plata, el rro Choluteca, y los blancos edificios
7 omo nidos de palomas en las prntorescas colinas Di-
JO el poeta Palma .
"Tegucigalpa allá asoma, Como nido de paloma En una rama florida"
Para la época de nuestra narración, la ciudad era esencialmente colonial Hoy, en las modernizadas estructuras, se advierte todavía el gusto por la ampli– tud y comodidad solariegas, en contraste con la estre– chez, con todas sus elegancias arquitectónicas, de tos nuevos edificios
Así, las casas principales, residencias de familias de origen español, con sus tejas de arcHla roja, con sus ventanales, artísticamente enrejados de hierro labrado, rejas tiradas a la calle como en espera de la cita amo– rosa o del coloquio andaluz, presentaban con sus bal– cones adornados de claveles, la idea risueña de unE! pequeña Sevilla enclavada en las honduras de Hondu– ras
Era, aunque no la capital, asiento de linajLJdas familias de origen español, toqqS cledicqdas a sus ne– gocios y vida hogareña en medio de las zozobras y an– gustias en que se mantenía constantemente el PáÍS,
por los movimientos militares que provocaban caudillos de todo linaje, blancos y negros, zambos y mestizos Una de esas casas era fa de la familia Vázquez, amplia y con grandes apartamentos no tanto para la familia, que no era mucha, como por la numerosa servidumbre y el alojamiento imprescindible de amigos y parientes
Doña Juana era, como dicen, el alma de la casa,
y su porte de gran Señora, al par que bondadosa, le granjeaba la estimación y respeto de cuantos la trata– ban Era hermana del Gral Vázquez, a quien aludi– mos anteriormente De modo que le venía de casta su temperamento varonil y su tranquilidad y sangre fría en medio de las mayores tribulaciones Tenía un poder dominador que residía en su mirada penetrante que imponía respeto y subyugaba voluntades, al pro– pio tiempo que lo aseguraba afeCto y admiración Por algo decía el hi~tol iador hondureño, Rómulo E Durón, que por las vengs de los Vázquez circulaba sangre de conquistadores aludiendo a Don Juan Vázquez de
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