This is a SEO version of RC_1965_05_N56. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »Esto del humor es otra de las raras cualidades de esa gente, idiosincrasia quizá; pero existe viva y latente en ellos y la tiene también el escritor nicaragüense.
En medio de las desgracias y los pesares en medio de la lucha y a su paso por las peligl'Osas rutas de la selva, el nicaragüense como el hondureño, no olvidan su buen hu– mor y chancean cuando el peligro de ser capturados por el enemigo es mayor, o dejar la vida en un momento, en esas imponentes montañas tupidas y boscosas o en los llanos inmensos donde los rayos solares muerden con furia sobl'e cabezas y espaldas, y difícil de encontrar árboles para el abrigo o agua para calmar la sed. En "El Milagl'O de San Miguel", Amador nos da cuadros de esos mismos campos de lucha, en dos brochazos admirables; "la tierra se teñirá de intenso roio, contrastando con el violeta del firmamen– to. Rojo abajo, azul arriba". La risa, sin embargo, brota ahí alegre o burlona, sin miedo al peligro. Ese es el temperamento de los que se lanzan a la lucha por ideales bien o mal discel'llidos y se entregan en brazos de lo desconocido e imprevisto. Por ahí hemos andado nosotros también; letrados, hacendados, ricos, jóvenes de buena educación y cultura, todos abandonan las comodidades del hogal' o del club, para ir revestidos de quijotes en busca de la Dulcinea del Toboso Y se encuentran con Molinos de Viento y con batanes, como el Caballero de la Triste Fígw'a, buscando al enemigo encantado a quien deben derribar. Vemos en otros pál'rafos del mismo Amador, cómo el mismo General Vázquez se reprocha a sí mismo el andar en esas extrañas andanzas, que lo hace excla– mar ante el General Medal su leal subaltel'l1o: "Vea qué desgl'acia la mía; yo, un hom– bre civilizado, tener que andar persiguiendo indios por los riscos de mi patria". Así hablaba un hombre que había estudiado V viajado cómodamente pOI' los Santos Lu– gares de Palestina, por Europa y por Sup América. ¿ No es esto una irrisión del destino?
Figuran también en este volumen, las memorias íntimas de José Amador Uriia. En ellas relata las peripecias de su primera aventura en Managua en 1896, amenazado por el gobierno y por uno de sus compañeros en el complot. Cuando yo leí por primera vez esa historia, sentí' que mis nervios se crispaban. También nos deja las experiencias del desterrado en ,el exilio, vagando por largos diez y seis años en El Salvador, en Costa Rica. Es una obra. plena de interés y de detalles íntimos. Todo ahí es auténtico y de muchos conocido. Al leerla pareciera qué se trata de un cuento, de una ficoión o de una novela, tal el cúmulo de sucesos espeluznantes y las dificultades que encotnró en sus andanzas de emigl'ado y de I'evolucionario.
La leotura de esas memorias producirá en nuestros medios, no lo dudamos, con· moción por la tragedia que en ellas se nos presenta; de esa vida inquieta y palpitante del emigrado, buscando el medio de salir avante en sus empresas, y de sus anhelos por ,'etornar al terruño.
No queremos extendernos más sobre estas memorias: ellas hablan por sí solas, y el lector después de su lectura, podrá apl'eciar su valor literario e histórico. Pero a qué se debe todo ese esfuerzo para obtener al final, desgaste físico, sangl'e que se vierte v tiñe el suelo, fortunas que se pierden, en las aventuras del ambiente centroamericano? Nadie podría respondernos en buena lógica, Lo único que podemos nosotros pensar es que llevamos en nuestro ser, la sangre de los conquistadores españoles, que arribara;, hace siglos a estas tierras: es el atavismo ineludible. Estos aventureros nos legaron sus vii'tudes y SllS vicios. Y pasarán siglos, quién sabe cuántos, pal'a que se elimine de nuestra sangre aquella herencia. Porque, todo eso ele intensas luchas civiles, no es otl'a cosa sino lIna gran aventura, en la que hay que perder más que lo que se puede ganar. Las cosas vuelven a quedar como estaban antes de la luoha y muchos podl'án decir 00–
mo aquel filósofo al abandonar la vida: "La dejo peor de como la encontré".
Pero ahora viene la eterna paradoja. Estos mismos hombres que van a esas luchas también son amantes del trabajo. Forman parte de montoneras con los al;reos típico~
del sabanero de las haciendas, o bien, se presentan en un salón de baile ataviados con
_58_
This is a SEO version of RC_1965_05_N56. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »