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« Previous Page Table of Contents Next Page »presentar los sucesos; con ese peculiar rasgo de nuestro efusivo temperamento que en él se vuelve gracia fácil y fluída para mantener la nar'ración animada.
En "El drama de doña Damiana", en "El Milagro de San Miguel", en "El Toro Ama– rillo" y en "Algunos recuerdos del general Domingo Vázquez", Amador nos da todo grá– fico, aconteoimientos, oostumbres, modalidades e individuos que él ha tomado de la vida real y presenta con naturalidad. ReoolTiendo esas páginas entra elleotor en ese mundo misterioso e inquietante que na sido y es todavía, el ambiente de la vida centroameri– oana. Quien lea esas estampas se .formará una idea cabal de cómo han vivido, aotuado y luohado, en los últimos años, la mayol'Ía de estos dos pueblos: Honduras y Nicara– gua. Lq vida novelesoa y aventurera de esos hombres en sus sangrientas Iuohas oivi– les; -a veces dice el autor, éstas revisten carácter sanguinario y de barbarie; pero sin objetivo alguno, nos atrevemos nosotros a decir. Toda esa brega en su mayol' parte, ha sido impulsada por alcanzar el poder o por mantener éste; pero en ellas no se agotaron los recursos ni se escatimó el espíritu valeroso ni el temple de esas almas varoniles aun en la hora del desengaño o frente a la derrota.
Amador' pinta, con frases de vívida expresión, al tipo vengador de Doña Damiana, incansable ésta hasta satisfacer su odio contra el matador de su esposo; goza ella, al 10–
grar sus insanos deseos, con satánico frenesí.
En la patética narración de "El Milagro de San MigueF' nos ofrece el temperamento dulce del indio TibUl'oio, protagonista de esta verídica historia. El inclio enamorado e iluso, pero noble, gl'ato a su patrona, entr'ega su vida por salvar la de SllS antiguos amos y de la muchacha que lo había despreciado.
En el "Toro Amarillo", vemos la figura ilustre del Marqués de Ayoinena, irónica, de– jando caer de su pluma sentencias que aún hoy día -a pesar de habel'se pronunoiado hace más de cien años- tienen actualidad y permanecen latentes en este maremág– num que ha sido y será la' política centroamericana.
La figura señera del Gral Domingo Vázquez sale de la pluma de Amador con sus altos relieves como lo fuera ese gobel'l1ante hondureño, sevel'O y probo, ouando tuvo en sus manos el gobiemo de su patria. Es entre los políticos de su época, la suya la de mayol; relieve. Hidalgo con su enemigo vencido; ordenador, altivo y valeroso al frente de sus tropas; impasivo y estoico a' la hora de la derrota. Recuel'da la personalidad del Gral. Vásquez el tipo del val'ón descendiente de los colonizadores españoles, r~cto y
justo, como lo fuera también años antes ese otro hondureño don Cornelio Moncada, per– sonaje de la historia del Milagro de San Miguel. Llega Moncada, en el momento psico– lógico, montado en su brioso corcel blanco, a socorrer a las afligidas familias de Tegucigalpa cuando las hordas de feroces indios, aullando, intentan asaltar' la ciudad, pa– ra' satisfaoer sus bajas pasiones de saqueo Y de violación a las mujer'es. Amador nos ofrece a don Cornelio Moncada como un caballero cruzado, intrépido y valeroso.
Con toda justeza podría aplicarse el calificativo de épicas a las narraciones de Ama– dor, como las de otros episodios nacionales de Centro América. Episodios ocurridos en aquellos pueblos donde sus hombres actuaban con denodado valor en ese ambiente trágico que ha caraoterizado su vida por más de un siglo.
- Las pasiones, las vehemencias y los sentimientos de esas dos razas: la de descen– dencia española y la del indio aborigen.
Todos esos caracteres pasan a nuestra vista dibujados con mano maestra por el autor de esos sucesos históricos, con toda su realidad y su gesta. Nada de ficción hay en esos relatos. Son todos los actores de carne y hueso, palpitando en esas escenas, escritas con sus hazañas, heroioas unas, bál'bal'as otras; escenas del dl'allla histórico centroamericano, trasladadas llor su autor a páginas llenas de vivacidad y realismo, adornadas de estilo ameno, y por qué no decirlo, también con su pimienta y su sal ática, cuando el caso /0 pide. Hay en algunas de esas relaciones de Amado/', el humo/'ismo tan
peculiar de nuestros esoritores. '
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