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« Previous Page Table of Contents Next Page »Bajo cualquier circunstancia hubiéramos lamentado la catástrofe en Washing– ton/ bajo cualquier circunstancia nos hubiéramos estremecido ante los medios con que se realizó. Mas en el caráC±er de la víC±ima, y aun en las circuns±an– cias de sus últimos momentos, hay algo tan hogareño e inocente, que pone la cuestión, como si dijéra:mos, fuera de la po:mpa de la historia y del cere:monial de la diplomacia, para llegar al corazón de las naciones y apelar al sentimien– ±o doméstico de la humanidad.
Cualesquiera que fueran las variadas opiniones de esta Cámara, y del país en general, sobre la política del difunto Presidente de los Es±ados Unidos, todos es±amos de acuerdo que en una de las más severas pruebas a la que se ha sometido la cualidad moral de un hombre él cumplió con su deber con senci– llez y energía. No es posible para el pueblo de Ingla±erra olvidar en tal mo– mento, que él surgió de la misma madre patria y que habló la misma madre lengua. Cuando tales crímenes se cometen la mente pública es apta a caer en la perplejidad y la tristeza, pues ignora a la vez las causas y las consecuen– cias de tales hechos. Mas es uno de nuestros deberes animarlos en los casos de irrazonable pánico y decaimiento. El asesinato jamás ha cambiado la his– ±oria del mundo. No me referiré al remoto pasado, aunque un accidente ha hecho que el más memorable ejemplo de la antigüedad en estos momentos es– té fresco en la mente y la memoria de todos. Más aun el costoso sacrificio de un César no propició el inexorable destino de su patria. Si miramos a los tiem– pos modernos, a los tiempos al menos con los que nuestros sentimientos son más familiares, y a las gentes que fueron animadas e influenciadas por los mis– mos intereses como nosotros mismos, las muertes violentas de dos hombres he– róicos, Enrique IV, de Francia y el Príncipe de Orange, son ilustraciones cons– pícuas de esta verdad. Al expresar nueslra franca y profunda simpatía para Con los ciudadanos de los Es±ados Unidos en este extemporáneo fin de su ele– gido mandatario, no alberguemos ningún sentimiento de depresión, sino más bien expresemos una ferviente eSperanza que de las 1erribles pruebas de los úl– ±iní.os cuatro años, de las cuales no es es1a muerte la menor, las varias pobla– dones de Nor±e América surgirán elevadas y purificadas, ricas en sabiduría acumulada y fuertes en la disciplinada energía que una nación joven sólo puede adquirir en una prolongada y peligrosa lucha, entonces ell",s podrán, no sólo renovar su carrera de poder y prosperidad, sino contribuir a la felibidad ge– neral de la humanidad.
DISRAELI
Miembro del Parlamento Cámara de los CÓmUIleS
GRECIA
La muerte de un hombre de tan alta fama como el ahora inmortal Lin– coln es una irreparable y común pérdida, la:men±ada no sólo por los Estados Unidos, sino por la humanidad en general, porque como verdadero gran polí– tico, Lincoln probó con resultados que sabía cómo proteger los verdaderos in– ±ereses de la nación dedicando los laureles de sus tropas viC±oriosas hacia el bien común de su país y de la humanidad, y dedicándose a cimentar la unión con la clemencia.
D. BRAYLAS
Ministro de Relaciones Ex±eriores
ISLAS DEL HAWAlI
Pariente mata a pariente, paisano asesina a paisano: verdaderamente es– ±a rebelión y calamidad confirma la Sagrada Escritura - "Los enemigos del hombre serán aquellos de su propia casa".
Es justo que nosotros lamentemos y lloremos juntos con la República de América por el crimen, el asesinato, del grande, del bueno, del libertador Abraham Lincoln, la víctima de traición infernal, él mismo martirizado, sinem– bargo viven sus grandes obras, su viC±oria, su paz y la emancipación de todos los despreciados, como todos nosotros los de las razas de color.
Por eso: Nosotros, los de Lahaina, lloramos juntos con la República de América y deploramos profundamente la muerte de su Primer Magis±rado, Abra– ham Lincoln.
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