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EN BUSCA DE UN GENERAL

El Norte necesitaba sangre fresca para nutrir sus filas Lincoln pidió reclutas a ios go-bernadores, aseguróndoles que la lucha proseguiría hasta lograr el triunfo, o bien hasta que yo

muera, o sea vencido, o expire mi mando, o el Congreso o la Nación renieguen de mí.

En sus primeros tiempos como presidente los conocimientos de Lineoln en temas militares

eran superficiales Pela a medida que la guerra se fue prolongando, dominó la estrategia y la logística, pues su mente captaba rápidamente los problemas Así y todo sintió la necesidad de

tener un asesor militar/ un hombre al que pudiera dirigirse a busca de consejo Por esto, cuan–

do regresó de Harrison's Landing, donde visitó a McClellan el 8 de Julio, lIamá al General Henry W Halleck y le designó para mandar la totalidad de las fuerzas de tierra de los Estados Unidos como general en jefe

Como señala el profesor T Harry Williams en su magistral obra Lincoln y sus generales, Halleck fue comandante supremo de nombre, pero raramente de hecho Dio a Lincoln conse–

jos militares, que a veces eran aceptados, pero ejerció poco control efectivo sobre las operaciones

militares Su mando fue un experimento de dirección unificada de los ejércitos que no dio re– sultado porque no le gustaba la responsabilidad y no le gustaba mandar Le encantaba aconse– jar, pela le desagradaba tomar decisiones Sin embargo ,el experimento fue necesario, y paro Lincoln aquello fUe muy formativo El Gobierno se dirigía a tientas hacia una nueva concep' ción del mando y Lincoln aprendó mucho de su experiencia con Halleck

El 29 Y el 30 de Agosto el General Lee atacó e infligió duro castigo a Pope en la segunda batalla de Bull Run

La derrota dejó al ejécito desorganizado y con la disciplina relajada Una vez más Lin-coln hubo de volverse hacia McClellan Necesito a McClellan para que reorganice el ejército y lo saque del caos -confió a su secretario de Marina-

Lincoln no se hacía ilusiones acerca de McClellan, conocía sus insuficiencias, su lentitud, su egomanía y su arrogancia, pero sabía también que, en la situación en que había venido a en– contrarse el ejército, McClellan era el más indicado para organizar y adiestrar a los hombres

y cuando Lee se dirigió hacia Maryland pocos días más tarde y la Unión necesitaba un comandante en jefe, este fue una vez más McClellan.

Si McClellan hubiera sido más resuelto, el ejército confederado hubiera podido ser aniqui– lado en Antietam Pero fue cauto, durante el momento culminante del combate mantuvo todo un cuerpo de ejército en reserva cuando debió haberlo lanzado a la lucha, y cuando Lee empren– dió la retirada, le dejó escapar sin perseguirlo

LA SUERTE DE LAS ARMAS

Lincoln meditó sobre la suerte de las armas:

"La voluntad de Dios prevalece. En las grandes luchas cada parte afirma que obra de acuerdo con la voluntad de Dios Las dos pueden estar equivocadas y seguramente una d~

ellas lo estó. Dios no puede estar a favor y en contra de una misma cosa al mismo tiempo. En la presente guerra civil es muy posible que la intención de Dios sea algo diferente de las in– tenciones de cada una de las partes; y aun osi, los medios humanos, trabajando tal como lo ha– cen, son el mejor instrumento para efectuar Su intención Estoy casi dispuesto a decir que esto es probablemente verdad que Dios quiere la lucha y quiere que no termine aún Sólo ejer– ciendo su gran poder sobre las mentes de los contendientes al iniciarse la pelea hubiera podido salvar o destruir la Unión sin una lucha humana Pero la lucha empezó Y, una vez empezada, pudo haber dado la victoria final a cualquiera de las partes cualquier día Pero la contienda con–

tinúa"

El 5 de Noviembre Lincoln relevó a McClellan del mando Afirmé que le destituiría -dijo a un político que fue a interceder por el general- si dejaba escaparse al ejército de Lee y debo cumplir lo que dije McClellan es la lentitud personificada

El nuevo jefe fue Ambrose E Burnside, de 38 años, un hombre apuesto, atrevido e impe– tuoso, con grandes patillas

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