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1862

Octubre El Presidente la aceptó a regañadientes y al día siguiente nombró a McClellan general en jefe del ejército

Poco después de nombrar al gen.eral, el P, esidente, acompañado por el Secretario de Es– tado, Seward, y por John Hay, fue a casa de McClellan para tratar con éste las cuestiones mili– tares Como McClellan no estaba en casa, Lincoln decidió esperar Una hora mós tarde llegó el general, y sin prestar atención al portero, quien le anunció que el Presidente le estaba espe– rando, subió las escaleras y pasó por delante de la habitación donde Lincoln y el Secretario de Estado estaban sentados Estos, después de esperar cosa de media hora más, mandaron a un criado que anunciase al general su presencia, sólo para recibir la fría respuesta de que el general se había ido a la cama

Lincoln salió de la casa tranquilamente y dijo a su indignado Secretario que era preferible en aquellos momentos dejarse de puntillos de etiqueta y dignidad personal.

El Presidente siguió urgiendo al General para que atacase antes de que el invierno dejase impracticables las carreteras impidiendo la~ operaciones McClellan no Je dejó acuciar -pro– bablemente desde el primer momento había decidido esperar hasta la primavera- y antes de que estuviera listo para mover su ejército hacia Richmond llegó el mal tiempo y hubo que aplazar la operación El gran ejército del Potomac se retiró a sus cuar!eles de invierno y así terminó el año 1861

MESES SOlVIBRIOS

El año 1862 se inició con oscuras nubes En el Este, el ejército del Potomac estaba ocio· so en sus acuartelamientos, en el Oeste, los comandantes principales no sabían coordinar sus ope–

raciones

Los abolicionistas estaban todavía furiosos porque pocas semanas antes el Presidente había revocado la proclama por la que el General Frémont daba libertad a los esclavos de los terrí– torios bajo su mando

A los reproches de Orville Browning, buen amigo suyo desde los días de Vandalia, Lin. coln contestó con una larga carta en la que pacientemente explicaba sus motivos

La proclama del General Frémont -escribía- en lo que se refiere a la confiscaci6!'l de propiedades yola liberación de esclavos, es un acto puramente político, no situado dentro del marco de la ley milítar o de la necesidad Si un general con mando encuentra necesario confis– car la finca de un propietario particular como lugar de pasto o para construir un campamento o fortificación, tiene el deber de hacerlo y de mantenerlo mientras exista esa necesidad; y esto está dentro de la ley militar, porque está dentro de la necesidad militar Pero decir que la finca no pertenecerá más al propietario ni a sus herederos, y esto tanto si la finca no se necesita ya para fines militares coma si se necesita, es cuestlón,puramente política, sin matiz ninguno de ley mili· tar Lo mismo sucede con los esclavos Si el general los necesita puede opoderarse de ellos y emplearlos, pero cuando la necesidad haya pasado, no le corresponde fijar permanentemente su futura condición Esto debe realizarse según las leyes hechas por los legisladores y no por proclamas militares La proclama, en este punto particular, es simplemente dictadura Supone que el general puede hacer lo que le plazca por ejemplo, confiscar las tierras y dar la libertad tanto a los esclavos de gente leal como a los de la desleal iY no dudo que hqber llegado a este extremo hubiera sido aún más popular entre ciertas pel sanas inconscientes que lo realizado por el General Frémont! Pero yo no puedo aceptar eso bajo mi responsabilidad Usted habla de ello como si fuera la única manera de salvar al Gobierno Por el contrario, esO supone la abdica– ción del Gobierno ¿Podría imaginarse que existe el Gobierno de los Estados Uhldos -cualquier gobierno de Constitución y leyes- cual)do un general o un presidente pueden establecer reglas permanentes sobre la propiedad mediante proclamas?

PREOCUPACIONES SIN FIN

La lista de las preocupaciones del presidente no tenía fin

Había además las ordinarias dificultades con el General McClellan, que se convirtieron en extraordinarias cuando éste cayó gravemente enfermo, se metió en la cama y dejó en punta muer– to todos los asuntos del Ejército.

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