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« Previous Page Table of Contents Next Page »cincuenta kil6rrtetros. Después de una veri– ficación en todos los puestos fronterizos, Bo– shell se convenció de que la hisioria del pa– riente era falsa.
Boshell consiguió inforn'lación que rela– cionaba al hon'lbre rrtuerto con una huelga
ocurrida en un ingenio azUcarero. Los huel–
guistas, desesperados, habían alacado el in– genio y los habían rechazado a tiros. La mayoría de ellos se lanzaron a los pantanos donde fueron capturados por la policía. Aho– ra se considera probable que el rrtuerio fue uno de los pocos que escaparon, y que ha– bía sido infectado mientras se ocultaba en el pantano o cuando huía por la selva. Su
historia, aunque interesanie, era demasiado
indefinida para ayudar a los peritos a prede– cir si la Hebre arrtarilla continuaría despla–
zándose hacia el Norle, en dirección a los
grandes centros poblados de México y de Es– tados Unidos rneridional, donde todavía exis– te sin haber sido extirpado el Aedes aegypli en grandes cantidades, listo para hacer esta– llar un ciclo urbano.
En' Dicierrtbre de 1954, eslando el frente del virus todavía en Honduras septentrional, el Dr. Soper, director de la OSP, convocó con– ferencia de cuarenta y un peritos de primera linea en fiebre amarilla; dm'ante la misma conve,saron inforrnalrnenle por dos días acer– ca de lo que estaba sucediendo en América Cel1.tral y de lo que podía suceder. La rrta– yoria de los periios Se puso espectacular– mente a cubierto cuando se les pidi6 que cal– cularan hasta d6nde podía llegar la enfer– medad hacia el Node. Solarrtenie el coronel El±on, cuyo cálculo había sido tan exacto con >'especio a la época en que el vÍl us llegaría a Costa Rica, hizo una predicción categórica.
El coronel declaró que tratar de prede– cir el can1.ino y riirrto de avance de la enfer– medad era "algo así como un problerrta de la escuela de guerra de Leavenworth, en el
que Se lrafara de anticiparse a un enemigo que poseyer~ n'luchas arn1.as secreias, y es–
tuviera introduciendo una de ellas de vez en
vez". Pero, continuó, su lectura de las anti–
guas crónicas mayas lo convencía de que
América estaba experirrtentando la prirrtera ola de fiebre amarilla selvática pura, desde que los prirrtitivos exploradores habían in– troducido el "Aedes aegypti" en el Nuevo Mundo. Basado en lo que habia podido des– cubrir acerca de las epidemias anteriores a la Conquista, el corr:mel El±on predijo que ha– bía "un brote epidémico en el Norte de Gua– temala alrededor de Julio de 1955" y que la enferrrtedad Cl uzaria la fronlera con México en 1957. y acertó en ambos casos.
"Yo diría", añadió, "que sobre la base
de un riesgo calculado puede esperarse que la ola continúe hacia las fierras bajas de Mé– xico, la Tierra Caliente de Nueva España, que la historia ha indicado ser un fértil campo de caza para el virus en los siglos psados".
VI
Vil' U lenda de la fiebre
La fiebre amarilla selvática es dura pa– ra los monos, mortal para los trabajadores
ocasionales de la selva e inconveniente para
una gran cantidad de personas Sin embar– go, su arrtenaza real reside en la posibilidad de que pueda extenderse hasta esas ciuda– des que no han conseguido suprimir el Aedes aegypti, COrrtO Veracruz y Nueva Orleáns
Existen los que cren que la amenaza
puede enfrentarse con la vacunación, pero
Pred Soper no figura entre éstos. Los bigo– les del viejo exterminador de los aegyptí se
erizan cuando vocHera advertencias sobre la
aproxirrtación del enemigo alado al que ha estado corrtbatíendo por un cuarto de siglo.
"A menudo corrtparo a Soper con Catón el Censor", observó un día Boshell. "Re–
cuerdo cuando se reunía el Senado Romano, cualquiera que fuera el terna en discusión,
ya fueran las obras públicas o la declina– ción de la calldad de los entretenimientos del Coliseo, o la rrtoral discutible de la nue– va generación, cuando se le pedía que ha– blara a Cajón el Censor, se ponía de pie y expresada al Senado: "Cartago debe ser destruida", y en su rrtorrtento lo fue. Y en su rrtorrtento el Aedes aegypti debe ser des– truido. Es difícil rrtantener una enfermedad bajo control para siempre, la solución prác–
±jea es ]a erradicación, pues no podemos con–
fiar en la probabilidad de que la enfermedad no llegue a las ciudades. La probabilidad no es suficiente, cuando hay tantas vidas en juego no debemos actuar en términos de lo probable sino de lo posible".
Incidencia en las tjudades
En años recientes la fiebre ha llegado dos veces hasta el corazón de grandE;!s ch.;– dades. Una fue en Caracas, Venezuela. Un ingeniero italilotno que trabajaba en la cons– trucción de una ruia, cerca del puerto de Barcelona, fue a la selva y resultó inoculado
por un mosquito; al volver a Caracas enfer–
mó de fiebre amarilla.
"Afortunadamente", dijo Boshell, "el rrté–
di.co reconoció de inmediato sus síntomas y
alertó al Servicio Sanitario, que efectuó una
verificación de mosquitos en la zona en que vivía. Había una incidencia de veinticinco
por ciento de aegypti, una casa de cada cua– tro albergaba mosquitos que transportarían la enfermedad La gente del Servicio sim– plemente inundó la ciudad con DDT; chorrea– ba DDT por todas partes y los mosquitos se ahogaban en él. Desde el departamento del enferrrto trabajaron hacia afuera en círculos
concéntricos y aislaron con toda eficacia a
los aegypti de ese paciente. Pue una deten– ción rápida.
"Pero ~cuántos rrtédicos en Venezuela,
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