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« Previous Page Table of Contents Next Page »cHe, en la costa Noreste del Brasil en 1687. (1)
También se le acredita el haber causado la creación de la República de Haití. Napo– león habia enviado un ejército a Haifi para sofocar una revuelta de esclavos negros. Los franceses, bajo el general de Cléve, derrota– ron a las tropas nativas conducidas por Tous– saint y las empujaron hacia las montañas, pero el ejército victorioso pronio se encontró atacado por la fiebre amarilla, enemigo mu– cho más mortífero que los revolucionarios. Cuando se ordenó la evacuación, en 1803, sólo quedaban vivos tres mil de los veinti– cinco mil soldados franceses
La fiebre amarilla fue la que dio a la costa occidental de Africa la reputación de ser la tumba deJ hombre blanco. Sir Francis Drake perdió más de doscientos hombres por lo que parece haber sido fiebre amarilla, mientras estuvo en Africa en 1585. El nue– do a la fiebre amarilla fue la razón por la cual debía emborracharse y enrolarse a la fuerza a las tripulaciones, para los viajes al Africa, al Caribe y Sudamérica, hasta este mismo siglo.
El flagelo: la fiebre amarilla
En Estados Unidos la fiebre amarilla sub– sistió como una de las grandes plagas, hasta haCE¡ cincuenta años. En 1878 mató a trece mil personas en el valle del Misisipi sola– mentE¡. y paralizó las aciívidades comercia– l<)s, con una pérdida esiímada en. más de cien millones de dólares. Filadelfia sufrió veinte epidemias de fiebr<> ama.rilla, Nueva Yorle quince y Bastan ocho. Mil personas por lo menos murieron en el Sur por una epi– demia, en 1905
Sin embargó, el mayor impacio de la li",bre amarHla en Estados Unidos se originó
COll dos epidemi;is que ocurrieron fuera del país; u~la diezmó a laS !ropas norieamerica– ,nas enviadas a Cuba durante la guerra his–
p~no .. nor.teamericana¡ la Qfra, convirtió en un
desas!re la tenlativa francesa de consfruir el canal de Panamá.
Reed y finlay
Como resuliado de las bajas entre los soldados norieamericanos en Cuba, una co– misión del Ejérciio, bajo la dirección del ma– yor WaI1er Reed, fue enviada allí y llegó el 25 de Junio de 1900, con órdenes de "pres– lar especial atención a las cuesiiones refe– rentes a la causa y prevención de la fiebre amarilla". En una brillante y terrible serie de experimentos con cobayos humanos, el
(i)I:;"
CIÚOlmedad no se extendió haeia el Sur do Río de Janeho hasta 1849, cuando el baleo norteamelicano Navalle -que había sido contaminado en Bnhia- fue vendido pOI su dueño a una filma brasileña en Río Sua nueve luadneros desembalcruon en R{o de Janeilo, pismon tieu'a, y la enfermedad no pudo sel desnl'nliga~
da n lo largo de ochanta años
mayor Reed demostró la exaciiiud de una teoria sostenida por un pequeño e inquieto médico cubano, con anteojos de armazón de acero y patillas en forma de chuletas, Car– los Juan Finlay, que en 1881 habia afirmado su creencia de que el mosquito "Eedes ae– gypti" trasmitía la enfermedad.
De la verdad de la teoría de Fmlay pa·
recía emanar una segunda verdad: elimine–
mos el "Aedes aegypti" y eliminaremos la enfermedad. Afortunadamenle. el aegypti era uno de los mosquitos más fáciles de ex–
terminar; muchas especies se crían en luga–
res secretos, pero el aegypti es una criatura de las ciudades y los suburbios. Se cría en charcos de agua quieta y caliente, habitual– mente charcos producidos por el hombre, a carla distancia de vuelo de las habitaciones humanas.
GOfgc!S
y así fue que William Crawford Gorgas llegó a La Habana, con órdenes del gobierno de Estados Unidos para desecar esos chal'
coso Hizo drenar los pantanos más cercanos
a la ciudad, y ordenó a la población de La Habana que eliminara iodos los depóslíos accldentales de agua cercanos El. sus casas y que mantuviera tapada el agua necesaria para uso doméstico. Privados de lugares donde poner sus huevos, los mosquitos desa– parecieron, y con ellos partió la fiebre ama– rilla para no volver jarnás a La Habana.
Pocos años más tarde, el general Gorga" repitió el experimento en gran escala en Pa– namá, haciendo posible el canal. Todo pa– recia lnuy simple: al terminar con el mos– quiio, se termina con la enfermedad. El hombre empezó El. soñar con la erradicación .total de la fiebre amarilla.
. .Entretanto, una cuestión preocupaba 10–
q.avía a los investigadores de la Comisión de Fiebre Amarilla del ejército. El Aedes ae– gypli trasmitía la fiebre, sin duda alguna, pero acómo? aQué era lo que pasaba del hombre al n"lOsquiio y de éste al hombre nue– vamente, transportando la fiebre amarilla? Los investigadOl'es pasaron días agobiantes tratando de cultivar los gérmenes de la fie– bre amarilla. En los laboratorios se mezcló más de un desagradable guisado de sangre y suero y vómito negro y vaya a saberse
cuántas cosas m.ás. Mes tras lTles los 1:écni–
coS de laboratorio miraron con ojos enturbia– dos por el esfuerzo a través de las lentes de los microscopios, buscando en vano lo que no sabían, ese algo innominado e invisible que frasmitía la enfermedad.
Carroll
Fue James CarroU, un ex-leñador con– vertido en investigador científico, el primer hombre que se sometió a. la picadura de un Aedes aegypií infeciado en los experimentos
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