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Oplnlon a una altura filosófica que la con– verfía en camino de la verdad.

El periodista centroamericano fiene so– bre sus hornbros un quehacer parecido o aná– logo al que cargó sobre sí Sócrafes en su épo– ca. No' se frata tan solo de informar y de opinar sino de algo mucho más exigenfe y creador, se trata de estruciurar una cultura

y de encontrar las formas de vida de un pue– blo. El periódico no puede ser ya el que in– forma lo que otros hacen y el que opina, en un rincón ediforial, sobre lo que hacen los otros. No. El periódico clebe convertirse en el instrumento cuotidiano e integrador de todo ese quehacer que va a fransformar y está fransformando a Centro AInérica. Y en ese sentido toda información tiene jerarquía de editorial Es una pieura de la historia diaria que el periodista debe labrar y colo– car en su sitio integrándola al edificio. Si

no quiere convertirse en un simple negocian–

te de la curiosidad, el periodista tiene que ser el torfurado historiador de lo cuofidiano y el angustiado filósofo de lo efímero.

Pero hay algo más: en esta transforma– ción pujante -yen muchos sentidos arries– gada- qUe vive Centro América, la técnica y la máquina lo mismo que los numerosos especialistas que laboran en todos los órde– nes de nuestro desarrollo tienden, por nece– sidad de su propio trabajo, a elaborar par– cialidl;ldes separadas del conjunto. Corre– mos el peligro ,le desintegrarnos o de dañar el tejido unitario de la cultura por falfa de síntesis. Corr~mos el riesgo de deshumani– zarnos. El pel"Íópico debe cuanto antes ocu– par ese lugar unificador y humanista, y asu– mir la misión iJ;ltegradora que en fado mo– mento provea a la ciudadanía, no solo de la visión de c9r.\junto, s;,;lO del punto de vista trascendente de lo humano. Si hemos par– tido de la defensa de la libertad no es para otra cosa que para llegar al sublime objetivo de la defensa del Hombre.

Por eso yo creo, en es±e camino, cada

día tendrá que parecerse más el verdadero periódico nuestro a una universidad. Cada sección del periódico tiene que tender a con– vertirse en una facultad. Facultad abierta, popular, ágora nueva en que 'brille ese sen– tido socrático que dá profundidad y allura a todo lo que foca: ya sea el opaco crimen de una prosiituta o la alucinante aventura de la conquisfa de la luna.

Centro América puede aceptar que se hable de ella como zona subdesarrollada so– larnente desde un punto de vista muy l¡'¡;l1i– tado y parcial. Tenemos una historia difícil

porque remolcamos una trascendencia cuyo

peso otros países echaron por la borda hipo– fecando su porvenir. Puede qUe estemos fo– davía debajo de las medidas usuales en or– den al desarrollo socio-económico y al pro– greso industrial, pero en el orden de la =1– rora nuestra punroación alcanza alentado– ras y ejemplares alroras de desarrollo. "No deja de ser significativo -ha escrifo José Coronel Urtecho- que sea la pequeña Cen– tro AInélica, la única sección del Continente

donqe se encuentra, por 10 Inenos, una obra

literaria de verdadero valor universal para cada una de las épocas de la historia. La época prehispana nos ha dejado el "Popol– Vuh". La época de la conquista "La Verda– dera Relación" de Bernal Díaz del Castillo

La época virreinal la "Rus±icaiio Mexicana"

de Rafael Landívar. Y nuestra Epoca Inde– pendiente a Rubén Daría".

Este cuadro de valores universales es un símbolo. Ouiere decir que nuestro subdesa–

rrollo tiene, para su avance, una ancha vía

ya abierta y una serie de señales Jmninosas que no dejarán perderse en el caos ni en una híbrida deshumanización el progreso mate– rial.

Pero ese cuadro significa también una responsabilidad para nuestro periodismo. Porq1.1e nos obliga a levantar niveles cons– tantemente y a colocar nuestra labor en esas catégorías hascendentes.

Centro América, ocupa una pOSlClon lTl.e–

diterránea en el Nuevo Mundo y por esa po– sición sopla sobre ella un destino griego que la impulsa a fraguar en ella la síntesis de la civilización continental. No en valor se dio aquí esa forma prehelénica, esa forma cre– tense de lo americano que fue la Civilización Maya. Es una tradición, es un impulso de milenios, es un aire de destino el que impul–

sa a nuestro periodisIl1o a asumir la posición

señera y adelantada -la de enconhar for– mas revolucionarias y trascendentes a la vi– sión de Lleras Camargo- la de hacer el pe– riodismo que harían los Mayas o los Griegos

si tuvieran los instrum.entos con que nosoiros

confamos: el periódico-universidad, el perio– dismo socrático 11

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