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don Clímaco, que se disculpaba diciendo que ¡dónde se había vist~ que los sombre~os se pusieran sobre los aSIentos y no debaJo, co– mo él ponía el suyo!

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La afeitada

Veinte minutos después estaban libres los dos si– llones y fuimos llamados mi ami– go y yo a ocupar– los.

-Bien -dijo don Clímaco– pero es menester que me diga el maestro cuánto me lleva por

IIresuratn1.e" y por npelarrne".

-Dos reales por cariar el pelo y dos por afeitar -dijo el barbero.

-Es caro -replicó mi vecino. -Si me hace las dos cosas por dos y medio me meto en el sillón, y manoS a la obra. Si no quie– re, me voy con la música a otra parie, que no ha de faltar dónde trabajen más barato.

Sin que mi amigo lo entendiera ( dije al barbero que yo pagélría la diferencia y que procediera a afeitar y cariar el pelo a aquel parroquiano. Le dijo, pues, el maestro, que le pagara lo que quisiera, con lo cual se di– rigió al sillón, se sentó, no sin algún sustó, al sentir que se hundía el asiento, efecto na– tural de los resortes, pero tranquilizado al ver que no había peligro y sí comodidad en la butaca, dijo:

-Lo que no inventan estas gentes de la otra isla no lo inventa nadie. ¡Qué sillón más sabroso! Algo debe tener adentro, que se siente uno tan a gusto, Si yo supiera qué es, compraba para montar a caballo. Em– piece, maestro, pero váyase con mucho tien– to, porque le digo que por cada cariada que me dé, le rebajo medio real de la paga. Cuando sea preciso que inflé las mejillas, aví– semelo, porque nunca me ha caído bien lo que hacen los barberos de los pueblos, que le meten a uno el dedo en la boca, para es– tirar la cutis del pellejo y que corra la na– vaja.

Ató el barbero el peinador al cuello de mi amigo, le embadurnó bien la cara con jabón y comenzó a: operar con facilidad y destreza.

-No tiene mala mano este inglés -dijo tío Climas--, y ya voy viendo que tal vez no

era cara la "rasurada" por dos reales, pues

no voy '1- ~er¡.er ,necesidad de hacerlo otra vez, hasta ql.\e vuelva para la feria de Agosto. aY usted, vecino -me. pregunté-, cada cuán– tos meses viene aqu~ a que le rapen la cara?

-Yo me afeito solo y diariantente -le contesté.

-¡Diariamente! -repitió tío C 1 i nt a s.

-Eso, perdóname, no se lo creo, ni que me

lo jure. Sería preciso que no tuviera usted nada que hacer, para perder así el tientpo sin necesidad.

-aY qué dirá usted, -repuse YO-, si le aseguro, canto es la verdad, que cuando tengo que concurrir a alguna reunión por las noches, vuelvo a afeitar=e, después de ha– berlo hecho por las ntañanas?'

-IDos veces al día! -exclamó nti ami– go estupefacto. -1 Qué azotes nte daba el diablo si hiciera yo semejante casal

En eso concluyó el barbero su operación y después de haber lavado y enjugado el rostro de tío Climas, tornó la borla con pol– vos de arroz y pasándola por las ntejillas y barba, se las dejó contpletamente blancas. Mi vecino que se vio en aquella catadura en el espejo que tenía delante, saltó de la silla hecho un demonio y gritó:

-Esto sí que no lo aguanto, maestro. aAcaso estarnos en carnestolendas, ni estoy yo aquí jugando con nadie para que nte lle– ne la cara de harina, que me ha dejado ca– ntO ratón de panadería?

Diciendo así Se sacudía el polvo a toda prisa, con no poca adntiración del barbero, que no estaba acostuntbrado a parroquianos de aquella talla.

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Corte de pelo

Procuré tranquilizar a

mi vecino, diciéndole que

así se usaba en Guatenta– la y recordándole el pro– verbio que dice: "A la tie– rra que fueres, haz lo que

vieres"; con lo que parecip

conforme, aunque asom–

brado siempre qe tan ex-traños usos.

-Vantos ahora -dijo- a la "pelada"; pero no vaya a echar=e harina en la cabeza, porque no nte llamo Clíntaco si no le doy con

lo primero que "±ope" a rnano.

-aY cómo quiere usted -preguntó el barbero- que le haga el corte del cabello? aA la últinta moda?

-aY cuál es la última moda? -replicó mi amigo.

-Partido el cabello por el ntedio de la cabeza -contestó el artista-, y levantado por ambos lados.

-ICon la raya en ntedio! -exclantó fío Climas-, pues no es nada el capricho del inglés. IAcaso soy mujer I "Pélente" como hontbre, bien rapada la cabeza por todos la–

dos, menos el "serpen±ón" o por vida de "sa–

nes" que no le pago.

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