Page 129 - RC_1965_04_N55

This is a SEO version of RC_1965_04_N55. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

....

pana verde con botones de metal, un chale– co de la misma tela y pantalones ídem, todo ello tan viejo, tan. extrañamente cortado y

tan raído, que juz– gué d e b í a n ser aquellas prendas bienes a!;>olengos, transmitdos de pa– dres a hijos, duran– te tres o cuatro ge– neraciones. Por lo demás, nada de cor–

bafa, ni medias, ni

tirantes, ni otros objetos que ha inventado la

znoderna civilización. Las "cutarras" que no

usa sino cuando baja al pueblo, eran la única protección de aquellos pies, más habituados a caminar libremente por el cantpo que no oprintidos y angustiados, sobre el desigual y nada cóntodo pavintento con que dotó a la capital el Presidente Estachería.

Hacía apenas dos horas que había llega– do la señora Erígida, que después de andar perdida toda la tarde, preguntando por su znarido, cozno don Clíznaco inquiría por su ntujer, fue recogida y hospedada, entrada ya la noche, por una caritativa fazniliE\ del ba– rrio de San Sebastián. La pobre nt\ijer daba ntue'ltras de haber llorado, y canto nlcancé a ver p6r allí cerca uno de los látigos de los ntOZOs que arreaban a los novillos, me re– veló aquel instruntento la crueldad del colé– rico don Clímaco.

La señora esíaba hecha un pintpollo, puestas ya las enaguas de merino carmesí, adornadas con trencilla verde y echa60 sobre los 'hombros el pañolón amarillo .yema de hu<;ivo, bordado con sedas de los siete colo-res' del arco iris. "

Al llegar a la puerta del mesón,' don Clí– niéÍco sacó de una de las hondas ~"'lsas del chaqueíón un lazo de a medio real" yo atán– dolo.. fuertemeníe a la ciníura de dama, le dllO: . '

-Camine, a ver si ahora se pierde. La pobre znujer, que no habíii olvidado probableznente el láiigo del arreador, echó a andar sin decir palabra, caminando a cor– ta distancia don Clítnaco del Cacho, que lle– vaba la cuerda por un cabo.

Puede considerarse que aquel hombre, que conducía a una mujer como si fuera pe– rro de ciego, provocaría la hilaridad y las bromas de los que advirtieron el incideníe. Atravesamos así la calle principal que con– duce a la plaza.

-Vea usted, vecino -me dijo don elí– maco- todo lo que hay aqui zne parece muy galán, menos estos árboles que son más vie– jos que mi abuela. Si usted iiene que ver con los señores del Juzgado, dígales que, si quieren, yo les despacharé cuatro docenas de ntaquilisguates para que los siembren y qui– ten esía vejesíoria.

-Muy bueno sería -le coníesíé- aun– que dudo que se aclintaíarían. Pero si no

ésos, muchos hay que pudieran sustituir con veníajas e. los viejos y carcomidos árboles dE! esíe paseo. Jusío es decir que no se ha he– cho poqo para entbellecel:!o, y natural espe– rar que vaya completándose su omantenta– ción. Vea usíed esas hermosas calzadas que conducen al hipódrOIno, esos kioscos que

a~~rnalll la pl,:,~a, ese carrusel para que se

dIViertan los nlnos, esos asientos para co:rno":,,

didad de} público, y conténteSe con lo que hay, mientras puede ir haciéndose lo que faHa.

Entretenidos en esta conversación, llega– mos al caznpo donde se ha. construido el hi– pódromo" que yo no conocía por haber vivido fuera dé la capital durante algunos años. El siiio nte pareció bien elegido. El panorama que lo rodea es digno de nuestra espléndida naturaleza intertropical. Veía prolongarse delante de la exiensa. llanura, sobre la cual el otoño tendía su manto de antarillo matizado de vez en cuando con los verdes tintes de la vegetación, que no ha znuerlo por coznpleto todavía. Al Noreste un espeso bos· quecillo y una de esas profundas cavidades que las corrientes han ido formando con el transcurso de los siglos. Más hacia el Norte, colinas siempre verdes, y tras ellas las capri– chosas siluetas de las montañas, znás azules cuanto más distantes. Se prolongan en no interrumpida cadena, hacia el Occidente, ce– rrando el vasto senticirculo que la vista al· canza a distinguir por la parte Sur, las altas crestas de los volcane.. de la Aniigua y dE! Pacaya. Un cielo puro, donde el sol resplan– dece en toda su magnificáncia, extiende su inmenso pabellón sobre ese' panoranta, que el ntás hábil pintor no acertaría a reproducir sino débilmente.

Bsto es lo que h¡> hecho la naturaleza. En cuanto a 10 que se deJ;>e a la mano del hombre, vi con gust6 .el circo para las carre" ras, de unas setecientas Cincuenta varas di' extensión, los bonitos'p'abel1ones que se han construido, para los espectadores, el kiosco para la música, el palCo de 16s jueces, los sa– lones de tiro, etcétera.

-No hay duda -dijo don Clintaco-, que fodo está muy bueno, y lo único que no nte pesa es que hayan hecho el "opóbromo" en figura redonda y no a lo largo.

-~Cómo decís que se llama? -pregun– tó la señora Erígida.

-"Porógrorno", mujer -le contestó don

Clítnaco, que no acertaba a pronunciar la pa– labra dos veces del mismo modo.

-Y, ~para qué le pondrían ese nombre inglés, tan enredado?

-No es inglés, sino griego -dije yo. -Peor está que estaba. '-replicaba tío

Clintas-. La derecha hubiera. sido ponerle plaza de caballos así como hay plaza de to– ros, o de cualquier oiro molllo no tan difícil.

Mientras nos ocupábamos mis amigos y yo en aquella cuestión filológica. los propie. tarios de los caballos que debían correr se

-23-

Page 129 - RC_1965_04_N55

This is a SEO version of RC_1965_04_N55. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »