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« Previous Page Table of Contents Next Page »aNo estaba usted ya acostada'? aPor qué se ha levantado'?
-He oido -contestó la señora-, un gran grito. y temiendo alguna desgracia. he venido a ver qué sucedia.
-Pues ya usted ve que nada nuevo ocu– rre -replicó Socarra-o Don Canuto ha re– petido en voz más fuerte esa palabra sin sen– tido, efecto del delirio, y nada más. Vaya usted pronto a acostarse. o no respondo de su vida.
En aquel momento el enfermo abrió des– mesuradamente los ojos. paseó una mirada inquieta por el cuarto. y fijándose en el estu– diante y en la moza. los señalaba con el de– do. y con aire espantado repetia: -¡Zape! ¡Zape!
Socarra le tomó el pulso; advirtió que el mal hacia crisis, y casi a empellones obligó a la señora a salir del cuarto.
-No podemos perder un minuto -dijo-o luego que estuvieron solos. Se puso de ro– dillas delante de la caja y comenzó a hacer jugar en el candado el alfabeto de la cerra– dura. Puso la letra Z. luego la A. después la p. y por último la E. Aplicó la llavecita y Se abrió la caja. Gabriela y Socarra son"
rieron con expresión satánica, Se apoderaron
del contenido del cofre-fuerte, sin perdonar ni aun el cubierto de plata. y dejaron caer la tapa. sin echar la llave. En aquel mo– mento se oyó el ruido de un carruaje que paraba en la puerta.
Hicieron dos líos del dinero; uno mayor y más pesado. con el cual cargó Socarra, y otro ligero. que llevó Gabriela. Cerraron la puerta del cuarto d'i'l enfermo; abrieron con cuidado la de la casa que daba a la calle; .acomodaron el tesoro en la caja del asiento del coché; el conductor sacudió un par de la– :tigazos a los dos primeros caballos de ~os
loua±ro que tiraban del carruaje. y partieron.
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En el cuarto del enfermo
El proyecto de robar la ca– ja de don Ca– nulo Delgado. fue obra de 1 a imagina– ción del es±u– dian±e Ju a n Socarra. An– daba desde muchos dias antes buscan– do la manera de asegurar el golpe. y sus pla– nes escollaban siempre ante la dificultad de averiguar la palabra que encerraba el secre– ±o de la cerradura. Habia observado que las letras eran cuatro, pero el trabajo estaba en dar con ellas.
Hemos visto cómo la fiebre y el delirio vinieron a servir a los perversos designios de aquel mozo sin escrúpulos. y cómo las demás circunstancias fueron combinándose na±ural– mente y de tal manera. que pudo llevar a cabo su mal designio.
Advirtiendo la insistencia con que repe– tia el enfermo la palabra "Zape". y el movi– miento que hacia con dirección a la caja, comprendió Socarra que aqu'i'llo algo signi– ficaba. Esa palabra debia ser la expresión de una idea que preocupaba vivamente al enfermo; y por una inducción lógica. adivinó fácilmente que en el delirio se escapaba a don Canuto lo que tenia encerrado en el fondo del alma. lo que conslituia la clave de su ¡¡ecreto.
Gabriela entró en el plan de robar al desdichado avaro. y ya hemos visto cómo aquellos dos jóvenes descorazonados ejecu– taron el hurto y se marcharon, dejando al enfermo solo y atravesando una peligrosisi–
lTIa crisis.
Mientras ellos corren a escape camino de Escuintla. a tomar el vapor que debe lle– varlos fuera del pais, con el fruto de su ra– piña. constituyámonos en el cuarto del en– fermo y veamos lo que allí pasa. después de la fuga de los que lo asistian.
Desde las nueve de la noche hasta las seis de la mañana del siguiente dia. lu– chó Delgado con la fiebre. y al fin. por una de esas evoluciones que son el secreto de la naturaleza. triunfó ésta del mal. que comen– zÓ a ceder. Disminuyó la calentura y la in– ±eligencia empezó a despejarse. como se des– peja la atmósfera, dejando penetrar al tra– vés de ,pardas y espesas nubes un rayo de sol, después de un prolongado y- recio tem– poral.
. Cómenzó -él -enfermo a. tener conciencia de su situación. Abrió los ojos y buscó en derredor, Él ver si habia alguna persona. pe– ro no vio a nadie. En seguida hizo un pe– noso E;>sfuerzo par levantar la mano y lle– vándóla al cuello. buscó alli alguna cosa. Encontró la cuerda. Fue bajando la mano y como no hallaba lo que buscaba. continuó bajándola lentamente. pues sus escasas fuer– zas no daban lugar a un movimiento rápido. Por último. tocó el cabo del cordel; tiró y apareció éste, cortado. en su mano. Don Ca– nulo lanzó un grito. que no obstante la debi– lidad en que estaba. fue bastante fuerte para llegar a oidos de doña Tomasa. que estaba levantándose. Al oirlo. corrió a medio ves– tir a la habitación de su marido y tembló al ver la expresión de terror que presentaba la fisonomia de don Canuto.
-¡La llave!! -gritó éste-; adónde está la llave'?
Doña Tomasa creyó que continuaba el delirió. y sin contestarle trató de volverlo a acostar. pues estaba medio incorporado en la cama. Don Canuto agarró por el puño a doña Tomasa y sacudiéndola con una fuerza
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